El P. Eduardo Hayen Cuarón, director del semanario Presencia de la Diócesis de Ciudad Juárez (México) publicó una consulta que le hizo un homosexual que le compartió sus dificultades y desafíos en su intento de acercarse a Dios, a quien él respondió con amor y caridad.
El P. Hayen publicó el sábado 29 de mayo en su blog un texto titulado “Confesionario sin absolución: lucho contra mi inclinación homosexual”, en la que una persona con atracción del mismo sexo le confiesa que toda su vida ha luchado “contra esa inclinación, y cuando caigo en actos homosexuales me siento sucio y repugnante. Me persigue el fantasma del VIH”.
La persona relata también que lucha contra el deseo de “ver pornografía y de fornicar, pero al final vuelvo a caer” y admite que está “metido en un círculo vicioso del que no puedo salir y siempre me quedo un profundo vacío por llevar esta doble vida”.
“De jovencito tuve un encuentro con Cristo, fui tan feliz, pero con el correr de los años mi inclinación me hizo sentir muy sucio como para dirigirme a Dios”, lamenta.
“Estoy viviendo la batalla más grande dentro de mí, con muchas deudas por la pandemia, el fallecimiento de mi madre por Covid, los problemas familiares, el no tener trabajo. Me siento perdido y no sé qué voy a hacer”, concluye.
“Lo primero que te digo es que no te definas a ti mismo como homosexual. Las personas no se definen por sus inclinaciones sexuales sino por su ser de varón o mujer pero, sobre todo, por nuestro ser hijos de Dios”, responde el P. Hayen.
“Tener inclinación homosexual no es pecado y Dios ama igualmente a todas las personas sin importar sus inclinaciones sexuales”, resalta el sacerdote.
El presbítero precisa luego que “ese instinto te ha llevado a cometer actos con personas de tu mismo sexo que te han hecho sentir sucio y degradado. Es ahí donde se levanta la voz de tu conciencia diciéndote que algo está mal en dichos actos. Se trata de actos estériles en los que se utiliza a las personas como objetos sexuales. Por eso terminan en una sensación de suciedad y degradación”.
Ante esta situación, prosigue el P. Hayen, “la decisión está en tus manos. Tienes la opción de continuar con ese estilo de vida que tiende a ser muy promiscuo porque se basa primordialmente en la búsqueda de belleza física y de sensaciones placenteras”.
“La otra opción es abandonar ese estilo de vida y las malas amistades, y redescubrir tu verdadera masculinidad, procurando tener amigos heterosexuales. Te recuerdo que, aunque no lo creas, tú tienes una naturaleza heterosexual latente que, con cierta ayuda, puede emerger y transformar tu vida”.
El sacerdote aconseja que el cambio de vida parta de una “convicción que brota desde el fondo de tu alma y que pide un cambio en tu vida ya que no eres feliz”.
El P. Hayen recomienda luego a la persona que se proponga algunos objetivos como dejar la pornografía, la adicción sexual y aprender a gestionar las emociones, para lo cual sugiere la ayuda de un especialista.
“La Iglesia no es un museo de santos, sino un hospital que nos cura de nuestros males espirituales, porque todos estamos enfermos y necesitamos curación. Cristo Jesús nos acepta como somos pero, por el amor que nos tiene, no nos deja como somos. Quiere que hagamos los cambios necesarios para llevarnos hacia una vida plena que, en vocabulario cristiano, se llama santidad”.
El presbítero invita luego a la persona a acercarse al “sacramento de la Reconciliación con un sacerdote que te inspire confianza y, si es posible, pídele que te brinde un acompañamiento espiritual. Solo no podrás salir. Necesitas un ‘coach’ que te sostenga en los momentos difíciles y te motive a alcanzar nuevas metas”.
“Te pongo en mis oraciones y te pido que cuentes con mi apoyo personal”, concluye.
Puede leer la publicación completa del P. Hayen AQUÍ.
Lo que enseña la Iglesia sobre la homosexualidad
Lo dicho por el P. Hayen es acorde a la enseñanza católica respecto de la homosexualidad, que está resumida en tres artículos del Catecismo de la Iglesia Católica: 2357, 2358 y 2359.
En estos artículos la Iglesia enseña que los homosexuales “deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta”.
La homosexualidad como tendencia es “objetivamente desordenada” y “constituye para la mayoría de ellos (los homosexuales) una auténtica prueba”.
Apoyado en la Sagrada Escritura, la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”, “no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual” y por tanto “no pueden recibir aprobación en ningún caso”.
“Las personas homosexuales están llamadas a la castidad” y “mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana”.
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