El Cardenal Charles Maung Bo, presidente de la Conferencia Episcopal de Myanmar y de la Federación de las Conferencias Episcopales Asiáticas, suplicó a las partes involucradas que no se intensifique la guerra en Myanmar luego del ataque militar que también alcanzó a dos iglesias el pasado 23 de mayo, y que dejó cuatro muertos y al menos ocho heridos.
“Esto debe terminar. Suplicamos a todos y a las organizaciones relacionadas que tengan la amabilidad de no intensificar la guerra. Nuestra gente es pobre, el COVID-19 les robó su sustento, el hambre acecha a millones, la amenaza de otra ola de COVID-19 es real. El conflicto es una anomalía cruel en este momento. La paz es posible; la paz es el único camino”, dijo el Purpurado en un comunicado publicado el 25 de mayo por la Arquidiócesis de Yangon.
“Hacemos este llamado urgente como grupo de líderes religiosos no como políticos. Oramos por la paz en esta gran tierra y esperamos que todos podamos vivir como hermanos y hermanas en esta gran nación”, indicó el Cardenal.
Según informa la agencia vaticana Fides, la noche del 23 de mayo los militares del ejército de Myanmar atacaron con artillería pesada la aldea de Kayan Tharyar, a unos 7 kilómetros de Loikaw, capital del estado de Kayah, con el objetivo de golpear a grupos rebeldes.
Una granada de mortero alcanzó la iglesia, matando al menos a dos mujeres e hiriendo a muchos otros desplazados que habían buscado refugio allí.
La Catedral del Sagrado Corazón de Pekhon, a unos 15 kilómetros de Loikaw) también resultó dañada por el fuego de artillería.
El Cardenal Bo expresó su “tristeza y dolor” por estos ataques y dijo que “los actos violentos, incluidos los bombardeos continuos, utilizando armamento pesado contra un grupo asustado de mujeres y niños en su mayoría, resultaron en la trágica muerte de cuatro personas e hirieron a más de ocho. La iglesia sufrió grandes daños, lo que demuestra la intensidad del ataque contra un lugar de culto”.
El Purpurado explicó que “el ataque de medianoche hizo que esta gente desafortunada huyera a la selva. Su destino no se conoce aún. La alimentación, las medicinas y la higiene son necesidades urgentes pero no hay forma de cubrirlas. Hay muchos niños y ancianos entre ellos, obligados a morir de hambre y sin ayuda médica. Es una gran tragedia humanitaria”.
El Cardenal recordó que en época de conflicto los lugares de culto están protegidos por tratados internacionales y que “la sangre que se derrama no es la sangre de algún enemigo; los que murieron y los que resultaron heridos son ciudadanos de este país” que eran “personas inocentes”.
“Ahora, cientos mueren; miles se convierten en refugiados y desplazados. Más de 20.000 han sido desplazados en el reciente conflicto en Loikaw”, lamentó el Cardenal.
Fides informa también que el nivel de confrontación sigue en aumento en Myanmar. Hasta el 23 de mayo fallecieron al menos 818 personas luego del golpe de estado militar del 1 de febrero, al que siguió una amplia protesta popular.
El 24 de abril, se registraron varias víctimas en la ciudad de Mindat, asediada desde que los militares se negaron a liberar a siete manifestantes. Los lugareños reaccionaron como pudieron, incluso disparando o utilizando botellas incendiarias, y los militares provocaron muertos y heridos.
El 17 de mayo, los medios de comunicación del gobierno afirmaron que se usaron cohetes para atacar la base aérea de Taungoo y su unidad militar en Bago (al norte de Yangon).
El conflicto ha generado que 30 ciudades tengan toque de queda de 8:00 p.m. a 4:00 a.m. En Yangon y Mandalay, donde se han centrado los enfrentamientos, comienza dos horas antes.
Publicar un comentario