En la Misa celebrada en Casa Santa Marta este jueves 8 de noviembre, el Papa Francisco destacó cómo Jesús rompió con los estrechos convencionalismos religiosos de su época y se acercaba a los pecadores sin ningún miedo de las acusaciones que contra él lanzaban los fariseos.
El Pontífice comentó la lectura del Evangelio de San Lucas en la que los fariseos y escribas acusaban al Señor de “acoger a pecadores y comer con ellos”.
En este sentido, Francisco señaló que con el gesto de acercarse y conversar con los publicanos Jesús fue el primero en dar testimonio. “Era algo nuevo en aquella época, porque ir junto con los pecadores te hacía impuro, como tocar a un leproso”.
“Dar testimonio es romper con una costumbre, con un modo de ser… Por eso la Iglesia avanza al dar testimonio. Lo que atrae es el testimonio, no las palabras que, sí, ayudan, peor el testimonio es lo que hace crecer la Iglesia”.
Y de esa manera, “Jesús da testimonio. Y es algo nuevo, aunque tampoco tanto, porque la misericordia de Dios ya estaba en el Antiguo Testamento. Ellos, los doctores de la Ley, no habían comprendido nunca qué significaba ‘misericordia quiero y no sacrificios’. Lo leían, pero no entendían qué significaba aquello de la misericordia. Y Jesús, con su modo de actuar, proclama esa misericordia con el testimonio”.
Sin embargo, el testimonio de Jesús provoca la murmuración. Aquellos que seguían a Jesús no como sus discípulos, sino para ver con qué argumentos podían atacarlo, lo acusaban de comer con publicanos, en vez de aprender de su ejemplo y tratar de convertir a los pecadores.
Los fariseos, los escribas, los doctores de la ley murmuraban contra Jesús, trataban de destruir su testimonio. “Este pecado de la murmuración es cotidiano”, lamentó Francisco, “tanto a nivel personal como familiar, parroquial, diocesano, social...”.
“Ves algo que no te gusta en otro y en vez de dialogar o de tratar de resolver una situación conflictiva, murmuras escondido, siempre con voz baja, porque no tienes la valentía de hablar claro”. Esa tentación, advirtió el Pontífice, se da también “en las pequeñas sociedades, en las parroquias”.
Pero no sólo en las parroquias, “también en las diócesis. Las luchas interdiocesanas. Las luchas dentro de las diócesis. Y también en la política. Y esto es malo. Cuando un Gobierno no es honesto y trata de ensuciar a sus adversarios con la murmuración, con la difamación, con la calumnia”.
Esa actitud es “una escapatoria para no mirar la realidad, para no permitir que la gente piense”, concluyó el Papa.
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