Esta es su casa
Reflexiones del obispo de San Cristóbal de Las Casas, Mons. Felipe Arizmendi Esquivel
San Cristóbal de las Casas, 10 de junio de 2015 (ZENIT.org) Felipe Arizmendi Esquivel | 0 hits
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Estuve en visita pastoral en Salto de Agua, una parroquia que está a más de cinco horas de San Cristóbal, en la Selva, a 14 metros sobre el nivel del mar. Pude atender a varios migrantes, casi todos procedentes de Honduras, a quienes se da hospedaje en el templo de Santa Marta, a orillas de la ciudad. Duermen en la misma capilla. Algunas personas de la comunidad expresaron su inconformidad de que se les hospede en la iglesia, como si fuera una falta de respeto al Santísimo Sacramento. Por mi parte, después de escuchar sus doloridas historias, les dije que ésta es su casa; que se sientan en confianza. Estamos buscando un terreno donde construir un albergue adecuado; mientras, se les han acondicionado algunos servicios junto a la capilla.
Una madre muy joven traía a su pequeña de escaso un año, y me dijo que venía huyendo de su suegra, que la obligaba a trabajar para ella y la maltrataba, casi sin darle dinero, amenazándole con quitarle a su niña.
Una joven universitaria dijo que allá tenía un buen trabajo, pero que no era posible vivir con tanta inseguridad y violencia, por grupos pandilleros, asaltos, maras y extorsiones, que no le dejaban en paz. Agradeció a tantas personas de buen corazón que les ayudan. Pidió perdón por los migrantes que roban y causan molestias. Solicitó que al menos se les diera una sonrisa y algo de comer y beber, pues no son delincuentes, sino seres humanos como todos.
Se arriesgan a todos los peligros imaginables. Deben caminar muchos kilómetros, a veces escondidos entre las montañas, pues las autoridades de migración los persiguen y les impiden intentar subirse al tren carguero que pasa por estos lugares. Los exponen a la explotación de coyotes sin escrúpulos y a muchos peligros y vejaciones. Me contaron de una mujer que, por huir de migración, se cayó entre los matorrales y murió; se la estaban comiendo los animales. ¡A eso los expone el gobierno con su programa Frontera Sur! En el discurso oficial se les dice que somos países hermanos, pero no se les recibe como si México fuera su casa; se les expulsa y no se les tolera. No se da cuenta la Secretaría de Gobernación de todo el peligro a que los expone. Quisieron evitar la mala imagen del tren “La Bestia”, pues daba una pésima imagen internacional, pero ahora los sufrimientos son mucho más graves.
PENSAR
Dijo el Papa Francisco: “No basta afirmar que en la Eucaristía Jesús está presente, sino que es necesario ver en ella la presencia de una vida donada y participar de ella. El Cristo que nos nutre bajo las especies consagradas del pan y del vino, es el mismo que nos viene al encuentro en los acontecimientos cotidianos; está en el pobre que tiende la mano, está en el que sufre e implora ayuda, está en el hermano que pide nuestra disponibilidad y espera nuestra acogida. Está en cada ser humano, también en el más pequeño e indefenso. La Eucaristía, fuente de amor para la vida de la Iglesia, es escuela de caridad y de solidaridad. Quien se nutre del Pan de Cristo ya no puede quedar indiferente ante los que no tienen el pan cotidiano” (7-VI-2015).
“Jamás encontrarás a Jesucristo, si no tocas sus llagas, sus heridas. Cuando tocas las heridas del Señor, comprendes un poco más el misterio de Cristo, de Dios encarnado. Cristo herido en los hambrientos, en los ignorantes, en los descartados, en los ancianos solos, en los enfermos, en los presos, en los locos…; está allí. Esto lo encontrarás en Mateo 25; no soy herético diciendo esto. ¿Y cuál podría ser el error más grande? Hablar de Dios, hallar a Dios, encontrar a Dios, pero un Dios-spray, un Dios difuso, un Dios etéreo” (30-IV-2015).
“El Evangelio impulsa a lavar los pies y las llagas de los que sufren y preparar la mesa para ellos. Palabra, sacramentos y servicio se atraen mutuamente y se alimentan recíprocamente” (12-V-2015).
ACTUAR
Ojalá alguien nos ayude a comprar un terreno para hacerles un albergue a estos migrantes.
Que la autoridad federal revise sus programas migratorios, para no ser sólo un muro de contención, sino una casa que los trate como hermanos.
Y que nuestra fe se exprese en signos de solidaridad, con un pan, una botella de agua, una sonrisa.
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