Santa Cecilia y la historia de las Catacumbas de Roma

El 22 de noviembre la Iglesia Católica celebra la fiesta de Santa Cecilia, una de las mártires más reconocidas en la historia del cristianismo.

Después de su martirio, Santa Cecilia fue enterrada en una catacumba en la Vía Apia, a las afueras de Roma, hoy conocida como las Catacumbas de San Calixto.

Durante la persecución romana, los cristianos solían enterrar a sus familiares y amigos fallecidos en catacumbas para luego visitar sus restos en el aniversario de sus muertes. 

Sin embargo, con el tiempo los derrumbes hicieron que visitar las catacumbas fuera peligroso y la ubicación exacta de muchos cristianos quedó en el olvido.

Historia de las Catacumbas de Roma

El 31 de mayo de 1578, los trabajadores de Vía Salaria Nuova encontraron una de estas catacumbas mientras excavaban una piedra volcánica conocida como puzolana.

Este descubrimiento reveló sarcófagos, inscripciones y pinturas de escenas del Antiguo y Nuevo Testamento.

Este evento causó sensación en Roma. Sin embargo, intensificó uno de los mayores puntos de discordia entre católicos y protestantes: la veneración de imágenes sagradas.

Los protestantes solían culpar a la Iglesia Católica de usurpar el título de verdaderos cristianos y de insertar prácticas que consideraban paganas, como la veneración de imágenes. 

El descubrimiento de una catacumba llena de arte sacro deleitó a los apologistas católicos y desconcertó a sus oponentes protestantes.

El descubrimiento también provocó que se iniciara una búsqueda de catacumbas y un estudio preliminar de estos antiguos lugares de enterramiento cristianos.

Los primeros hallazgos fueron las catacumbas de Priscila, Valentín, Pedro, Marcelino y Calixto.

Durante casi tres siglos, la exploración de las catacumbas fue aleatoria, hasta que un joven italiano llamado Giovanni Battista De Rossi aceptó un puesto en la Biblioteca del Vaticano, donde se interesó en especial en la catalogación de las primeras inscripciones cristianas.

En 1849, mientras examinaba un viñedo en la Vía Apia, De Rossi encontró una tablilla de mármol con la inscripción incompleta “NELIUS MÁRTIR”. De Rossi concluyó que el rótulo hacía referencia al Papa San Cornelio, quien murió mártir en el año 253.

De Rossi convenció al Papa Pío IX que comprara aquel viñedo para comenzar con sus excavaciones. Como resultado, De Rossi descubrió la antigua catacumba de San Calixto.

Entre otros tesoros, encontró la otra mitad de la losa de la tumba: tenía las letras "COR" debajo de los restos del Papa Cornelio, y "EP", una abreviatura de EPISCOPUS, que significa “obispo”.

De Rossi también encontró una cámara con los huesos de San Cornelio, un cristiano miembro de una familia rica romana y que fue enterrado junto a otros cristianos acomodados de la época.

En esas mismas excavaciones, también fueron descubiertas las tumbas originales de Santa Cecilia y de San Tarsicio, un adolescente que dio su vida antes que permitir que una turba pagana profanara el Santísimo Sacramento.

Aunque lo que más llamó la atención de los arqueólogos, fue el hallazgo de una capilla donde enterraron a nueve papas de los siglos tercero y cuarto.

Enterado del encuentro, el Papa Pío IX visitó las catacumbas un 11 de mayo de 1854. Al llegar, le preguntó a De Rossi: “Así que estas, entonces, ¿son realmente las lápidas de los primeros sucesores de Pedro, las tumbas de mis predecesores que ahora descansan aquí?”.

De Rossi cuenta en sus memorias que el Santo Padre se conmovió hasta las lágrimas y se puso de rodillas para orar.

Algunas de las tumbas que descubrió De Rossi se encontraban vacías, debido a que muchas reliquias habían sido trasladadas a algunas Iglesias por los primeros cristianos. 

Por ejemplo, los huesos de Santa Cecilia yacen en la hermosa basílica construida sobre su mansión, y los restos óseos de San Tarsicio fueron colocados en la Iglesia de San Silvestro in Capite.

En 1853, durante las excavaciones en el Cementerio de Pretextato en la Vía Apia, el equipo de trabajo encontró una tumba intacta. La losa tenía la inscripción:

“Al alma de la inocente y pura Vibiana, despedida el día anterior a las calendas de septiembre”.

La losa tenía tallada una hoja de laurel, símbolo de los mártires cristianos. Debajo de la loza yacía el esqueleto de una mujer con signo de haber sufrido una muerte violenta. El Papa Pío IX decidió canonizar a Santa Vibiana.

Una semana después, el Papa entregó las reliquias de Santa Vibiana al obispo de Monterrey, California, una diócesis que en aquel tiempo era tierra de misión.

En la actualidad, las reliquias de Santa Vibiana están consagradas en la Catedral de Los Ángeles.

Muchas otras reliquias de mártires cristianos hoy son custodiadas en Estados Unidos.

Las reliquias de Santa Martura se encuentran en la Iglesia Old St. Mary's en Cincinnati, Ohio. Las reliquias de un niño mártir, San Cesiano, de 8 años, fueron un regalo del Papa Pío al obispo de Dubuque, Iowa; las reliquias se encuentran debajo del altar mayor de la Catedral de San Rafael. 

Los restos de San Bonosa y San Magnus fueron consagrados en la Iglesia de San Martín de Tours, en Louisville, Kentucky. Las reliquias de los mártires Concordia, Victoria, Inocencio, Cruser y Rogatus reposan en la capilla de las Hermanas de la Preciosa Sangre en Maria Stein, Ohio.

De Rossi nunca imaginó que su descubrimiento sería el primero de una larga lista de hallazgos de gran valor para los católicos.

En la actualidad, es una experiencia muy poderosa andar por túneles subterráneos mal iluminados hasta el lugar donde los cristianos perseguidos de Roma llevaron sus cuerpos y los enterraron entre una multitud de mártires.

Traducido y adaptado por Yhonatan Luque Reyes. Publicado originalmente en el National Catholic Register.

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