El Cardenal Péter Erdő, Arzobispo de Esztergom-Budapest y Presidente de la Conferencia Episcopal de Hungría, aseguró este 11 de septiembre que “el mundo de hoy necesita desesperadamente un testimonio de la unidad del cristianismo”.
Al celebrar la Santa Misa en el Congreso Eucarístico Internacional, que se celebra del 5 al 12 de septiembre en Budapest, el Cardenal Erdő agradeció la presencia en la ceremonia del Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé.
“Fue él mismo quien canonizó a nuestro primer rey, San Esteban, aquí en Budapest en 2000 para la Iglesia Ortodoxa”, recordó.
En la celebración de la Misa también estaban presentes la corona de San Esteban y la reliquia de su mano, la “Santa Diestra”,
“Este evento nos recuerda que cuando el rey murió, en 1038, las Iglesias de Oriente y Occidente todavía estaban unidas. Y esta unidad es la voluntad del mismo Cristo, porque rezó para que sus discípulos fueran todos uno”, destacó el Cardenal.
El Purpurado recordó luego que el rey San Esteban, considerado el Padre de Hungría, ofreció antes de morir su corona a la Virgen María, “es decir, su nación y todo su pueblo”.
“No la llevó ante la Santísima Virgen María como regalo, sino con una conmovedora súplica que implora su protección y defensa, ya que ya no tenía heredero”, dijo.
“Nuestra Señora aceptó esta oferta y desde entonces, hace mil años, Hungría y el cristianismo han recorrido juntos el camino de la historia a través de todas las tentaciones y dificultades, siempre renovándose y renaciendo, incluso en situaciones en las que no había esperanza humana”, dijo.
El Cardenal destacó los distintos testimonios y mensajes de santidad que se han hecho presentes durante el Congreso Eucarístico.
“Y nosotros, ¿qué debemos hacer? Podemos inspirarnos en la vida de los santos y testigos, pero también tenemos la oportunidad de emprender acciones concretas”, señaló.
“Por eso almorzamos junto con cientos de personas necesitadas el día antes de la Misa de inicio del Congreso en la plaza que lleva el nombre del Papa Juan Pablo II y en muchas ciudades de Hungría”, destacó.
El Cardenal Erdő señaló luego que “nuestros padres y nuestros antepasados estaban allí en la fe en Jerusalén con Jesús de Nazaret. Lo llamaron Señor y Maestro”.
“(En) la última noche antes de ser capturado, condenado y crucificado, comió con sus discípulos. Tomó el pan en su mano y dijo: tómalo y cómelo, este es mi cuerpo. Asimismo, después de la cena, tomó la copa llena de vino y dijo: Esta es la copa de mi sangre, del nuevo pacto, derramada por vosotros, para remisión de los pecados”, indicó.
“Y los discípulos sintieron que había sucedido algo misterioso. Algo más grande que ellos; algo que hay que repetir una y otra vez para que ese evento aparezca entre nosotros, una fuerza radiante, única, irrepetible. El cuerpo del Maestro fue crucificado y su sangre derramada, pero al tercer día resucitó de entre los muertos”, expresó.
El Purpurado subrayó que “por eso se encienden las velas; por eso las palabras se repiten una y otra vez en casa, en familias, en iglesias luminosas, en cárceles y campos de trabajo, en secreto y en público. Y los sacerdotes estamos presentes para todo esto”.
“Por eso, al finalizar la Santa Misa, con antorchas encendidas y la Eucaristía, salimos en procesión para contar a la ciudad y al mundo entero el milagro de la presencia de Cristo y pedir su bendición para todos nosotros. Amén”, concluyó.
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