San Policarpo nació hacia el año 70, probablemente al interior de una familia cristiana. Su nombre significa: “el que produce muchos frutos”.
Este Santo fue discípulo del apóstol San Juan y más tarde se convirtió en Obispo de Esmirna (Turquía). Es considerado uno de los obispos más famosos de la Iglesia primitiva. Además, entre sus discípulos y seguidores se encuentran varios Santos como San Ireneo de Lyon y Papías.
Desde su sede en Esmirna alentó a los fieles a seguir el Evangelio y no dejarse llevar por las herejías de los paganos. Así lo confirma el mejor discípulo suyo, San Ireneo de Lyon:
“Él enseñó siempre la doctrina que había aprendido de los apóstoles. Llegado a Roma bajo Aniceto apartó de la herejía de Valentín y Marción a un gran número de personas y los devolvió a la Iglesia de Dios, proclamando que había recibido de los apóstoles una sola y única verdad, la misma que era transmitida por la Iglesia”.
Todo lo que se sabe de San Policarpo antes de su martirio es contado por Eusebio de Cesarea, “padre de la historia de la Iglesia”.
Este cuenta que en una ocasión San Policarpo se dirigió a Roma a dialogar con el Papa Aniceto para ver si podían ponerse de acuerdo en unificar la fecha de fiesta de Pascua entre los cristianos de Asia y los de Europa. Como ninguno se puso de acuerdo, ambos decidieron conservar sus propias costumbres y permanecer unidos por la caridad.
También se conoce de San Policarpo que salió a recibir y besar las cadenas de San Ignacio de Antioquía cuando este se dirigía al martirio, y recibió una carta suya muy admirada por los primeros cristianos.
El día del martirio de San Policarpo fue el 23 de febrero del año 155. Aquel día fue llevado ante el procónsul Decio Cuadrato, quien le dio la oportunidad de dejar el cristianismo. No obstante, San Policarpo se negó y prefirió ser quemado vivo.
“Me amenazas con fuego que dura unos momentos y después se apaga. Yo lo que quiero es no tener que ir nunca al fuego eterno que nunca se apaga”, fueron las palabras del Santo contenidas en el documento de su martirio.
Posteriormente, los verdugos recibieron la orden de atravesar con una lanza su corazón. La Iglesia celebra su fiesta el 23 de febrero.
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