El Secretario para las Relaciones con los Estados, Mons. Paul Richard Gallagher, alentó este 28 de febrero en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma a asumir el gran desafío que supone formar a trabajadores de paz.
En una intervención en el seminario “Formar a los trabajadores de paz”, Mons. Gallagher destacó el entorno idóneo que se crea en la universidad para lograr ese objetivo.
Subrayó que “la paz no sólo debe ser vista como aspiración de toda persona y como bien supremo en la visión de la fe, sino como disciplina de estudio y de cultura”.
La paz es “capaz de extraer de las diversas ciencias y conocimientos la necesaria savia de la que deben alimentarse los trabajadores de paz”, afirmó.
En su discurso, el Secretario para las Relaciones con los Estados lamentó que en las relaciones internacionales “con frecuencia constatamos que la paz se limita a garantizar un alto el fuego o a proteger a la población civil”.
De esa manera, indicó, se olvida que “para hacer la paz, es necesario una aportación compleja y dinámica”.
“Una auténtica cultura de paz no se puede limitar únicamente a problemas vinculados al uso de la fuerza o a las obligaciones que afectan a los Estados en materia de desarme y de lucha contra el terrorismo, sino que pide un esfuerzo para prevenir las causas que puedan provocar divisiones, conflictos y guerras”, señaló.
Sin embargo, los trabajadores para la paz pueden contribuir ofreciendo testimonios muy necesarios en las relaciones internacionales, tanto en su visión política como diplomática, ética, moral y religiosa.
En este sentido, propuso que esos trabajadores para la paz puedan ser estadistas, diplomáticos, funcionarios internacionales, militares, sacerdotes y ministros de culto, en definitiva, “hombres y mujeres de buena voluntad”.
“Una verdadera paz se construye por medio de decisiones fundamentadas sobre principios éticos, conductas morales coherentes y actitudes capaces de reconocer al hombre como origen y fin de toda acción”.
Explicó que “el Magisterio del Papa Francisco nos ha acostumbrado a la convicción de que la cultura de la paz es, sobre todo, la antítesis del recurso a la guerra”.
“Una cultura de paz puede favorecer que las partes de un conflicto se comporten según las normas del derecho internacional vigente, del mismo modo que, en el interior de un país, las fuerzas que enfrentan en los considerados conflictos internos, se abstienen de crímenes o actos contra la población civil, o los heridos y prisioneros de guerra”.
Explicó que “hoy la amenaza a la paz está representada no sólo por los tradicionales conflictos bélicos, internos e internacionales, sino también por otras situaciones”. Por ejemplo, “el terrorismo, las crisis económicas y los peligros relacionados con la falta de respeto a la casa común”.
Al terminar su discurso, resaltó que la necesidad de “una implicación de todos en las situaciones y cuestiones que interesan y preocupan a la vida de nuestras Estados y de la comunidad internacional”.
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