Comentario a la liturgia dominical

Solemnidad del Corpus Christi    Ciclo B   Textos: Ex 24, 3-8; Heb 9, 11-15; Mc 14, 12-16.22-26

Brasilia, 02 de junio de 2015 (ZENIT.org) Antonio Rivero | 0 hits

P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).

Idea principal: La Eucaristía es para ser celebrada (misa) y prolongada (adoración y culto).

Síntesis del mensaje: Esta fiesta del Corpus Christi nació en el siglo XIII. Jesús ha querido dársenos como alimento para el camino, haciéndonos comulgar con su propia Persona, con su Cuerpo y Sangre, bajo la forma del pan y del vino.

 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, un poco de historia de esta espléndida Solemnidad del Corpus Christi. El año 1208, una joven de 17 años, Juan de Rétine, religiosa hospitalaria en Mont Cornillon (Lieja, Bélgica) tuvo la visión de una luna resplandeciente y llena pero con una mancha. Esta visión le duró dos años. Por fin la descifró: en el espléndido calendario litúrgico faltaba una fiesta de la Eucaristía. Fue el origen del Corpus Christi, cuya primera procesión se puso en marcha por las calles de Lieja el año 1245 y por las de todo el mundo a partir de 1264. A partir de la fiesta del Corpus, la fe y el entusiasmo por la Eucaristía llevó a los de Bolzano (Italia) a creer en las hostias profanadas que sangraban sangre. Y a los de Daroca (Zaragoza) del siglo XIII a creer en el milagro de los corporales que, para defenderlas contra la profanación de la soldadesca musulmana, entre sus pliegues guardaron seis hostias, que han dejado seis huellas redondas. Sólo desde la fe se pueden creer estas cosas.

En segundo lugar, la Eucaristía tiene dos dimensiones: primero, su celebración, la misa, en torno al altar; y después, su prolongación, con la reserva del Pan eucarísticos en el Sagrario y la consiguiente veneración y adoración que le dedica la comunidad cristiana. La finalidad principal de la Eucaristía es su celebración –la misa-, o sea, que los fieles comulguen con el Cuerpo y Sangre de Cristo. Pero, desde que, ya en los primeros siglos, la comunidad cristiana empezó a guardar el Pan eucarísticos para los enfermos y para los moribundos, fue haciéndose cada vez más “connatural” que se rodeara el lugar de la reserva (el Sagrario) de signos de fe y adoración hacia el Señor. La Eucaristía en el celebración es para ser comida para salud de nuestras almas y asimilar a Cristo, Pan de vida. La Eucaristía en la prolongación es para ser adorada, festejada y cantada. En la celebración de la Eucaristía entramos en comunión con Cristo al comulgarlo. En la prolongación de la Eucaristía caemos de rodillas para agradecer, adorar, contemplar y abrir el corazón ante quien está ahí sacramentalmente presente y sabemos que nos mira y nos ama.

Finalmente, este culto por Cristo Eucaristía prolongado nos debe llevar a cuidarlo siempre. De ahí la dignidad de los Sagrarios: colocados en un lugar noble y destacado, convenientemente adornados, fijados permanentemente sobre un altar, pilar, o bien empotrados en la pared o incorporados al retablo. El Sagrario debe estar construido de materia sólida (pueden ser metales preciosos como oro, plata, metal plateado, madera, cerámica y similares) y no transparente, cerrado con llave, en un ambiente que haga fácil la oración personal fuera del momento de la celebración, y por tanto mejor en una capilla separada (capilla sacramental). De ahí que junto al Sagrario luzca constantemente una lámpara, con la que se indica y honra la presencia real y silenciosa de Cristo. De ahí, la genuflexión cuando pasamos ante él. De ahí, los momentos personales de oración o “visita” ante el Señor en la Eucaristía. De ahí, la organización de la “bendición con el Santísimo” con una “exposición” más o menos prolongada y solemne para la adoración comunitaria. Son momentos que deberíamos desear, añorar y buscar, tanto personalmente como en comunidad; momentos de oración más pausada, meditativa y serena ante el Sagrario.

Para reflexionar y rezar: meditemos la secuencia de este día llamada “Lauda Sion”:

 

1. Canta, oh Sion, con voz solemne

al que a redimirte viene,

a tu Rey, y a tu Pastor,

2. Alaba cuanto se puede,

que a toda alabanza excede,

toda es poca en su loor.

3. De alabanza sin medida,

el pan vivo y que da vida,

alto objeto es hoy doquier.

4. Que al colegio de los Doce,

nuestra Iglesia reconoce,

dado en la cena postrer.

5. Al cantar lleno y sonoro,

con transporte, con decoro,

acompañe el corazón.

6. Pues la fiesta hoy se repite,

que recuerda del convite,

la primera institución.

7. Nueva Pascua es la ley nueva,

el Rey nuevo al mundo lleva,

y a la antigua pone fin.

8. Luz sucede a noche oscura,

la verdad a la figura,

el nuevo al viejo festín.

9. Lo que practicó en la cena,

repetirlo Cristo ordena,

en memoria de su amor.

10. Y en holocausto divino

consagramos pan y vino,

al ejemplo del Señor.

11. Siendo dogma, el fiel no duda

que en sangre el vino se muda

y la hostia en carne divina.

12. Lo que ni ves ni comprendes

con fe valiente defiendes

por ser preternatural.

13. Bajo especies diferentes

sólo signos y accidentes,

gran portento oculto está.

14. Sangre, el vino es, del Cordero;

carne el pan; mas Cristo entero

bajo cada especie está.

15. No en pedazos dividido,

ni incompleto, ni partido,

sino entero se nos da.

16. Uno o mil su cuerpo tomen,

todos entero lo comen,

ni comido pierde el ser.

17. Recíbelo el malo, el bueno:

Para éste es de vida lleno,

para aquél manjar mortal.

18. Vida al bueno, muerte al malo,

da este manjar regalado.

¡Oh qué efecto desigual!

19. Dividido el Sacramento,

no vaciles un momento,

que encerrado en el fragmento

como en el total está.

20. En la cosa no hay fractura,

la hay tan sólo en la figura,

ni en su estado ni estatura

detrimento al cuerpo da.

21. ¡Pan del Ángel, pan divino,

nutre al hombre peregrino;

pan de hijos, don tan fino,

no a los perros se ha de echar!

22. Por figuras anunciado,

en Isaac es inmolado,

maná del cielo bajado,

Cordero sobre el altar,

23. ¡Buen pastor, Jesús clemente!

tu manjar de gracia fuente,

nos proteja y apaciente,

y en la alta región viviente,

haznos ver tu gloria, ¡oh Dios!

24. Tú, que lo sabes y puedes,

y que al mortal lo sostienes;

por comensales perennes,

al festín de eternos bienes

con tus Santos, llámanos.

¡Amén –Aleluya!

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org