Al igual que le sucedió a San Carlos de Foucauld, el P. Jesús Cervera, sacerdote misionero de la Archidiócesis de Valencia (España), tiene prohibido predicar o hacer cualquier tipo de manifestación religiosa de forma pública en el desierto argelino.
“Aquí no somos nadie y nuestra misión es ser testigos de las cosas buenas que hace Dios, del Evangelio de la amistad”, dijo el sacerdote, en declaraciones recogidas por la Archidiócesis de Valencia.
El P. Jesús Cervera es el párroco que custodia la tumba en el desierto argelino del francés San Carlos de Foucauld (1858 -1916), canonizado por el Papa Francisco el pasado domingo 15 de mayo.
Explica el P. Cervera que cuando el santo vivía con los Tuaregs escribió: “Mi vida transcurre rezando al buen Dios y recibiendo a los vecinos que vienen a mi puerta”.
Para el sacerdote español, “ésta es nuestra misión, vivir el evangelio de la amistad”.
San Carlos de Foucauld vivió los últimos 15 años de su vida en el Sáhara argelino, primero en Beni Abbés y más tarde en las ermitas de Tamanrasset, que él mismo construyó y donde fue asesinado por una banda de ladrones en 1916, a los 58 años.
Benedicto XVI lo beatificó en 2005, y el domingo 15 de mayo de este año fue canonizado por el Papa Francisco.
El Arzobispo de Valencia, Cardenal Antonio Cañizares, envío al P. Cervera “fidei Donum” a iniciar la experiencia misionera en el Sáhara argelino en septiembre de 2019, donde ha vivido la espiritualidad de San Carlos de Foucauld desde entonces.
“En esta parroquia no hay fieles cristianos de allí, argelinos, puesto que es una zona cien por cien musulmana, y los únicos que hay son extranjeros” dijo el P. Jesús Cervera.
Junto a él se encuentran otros sacerdotes de diferentes nacionalidades y las hermanas de Nuestra Señora de la Salette.
“La puerta de mi casa siempre está abierta, y no de una forma metafórica, además hago muchas visitas a las personas con las que he entablado amistad y relación. También a los enfermos”, señaló.
De hecho, en este tiempo ha estrechado grandes lazos de amistad con algunos musulmanes, le han invitado a las bodas, ha socorrido con alimentos a las familias más necesitadas y ha acudido a los entierros.
También visita a los presos, puesto que en esta zona se encuentran detenidos un gran número de cristianos africanos de otros países que han llegado allí huyendo de guerras, hambre y muerte.
En la zona del Golea, donde se encuentra enterrado el santo, suelen acudir familias y grupos de peregrinos, aunque, como detalla el P. Jesús Cervera, “en estos años, por la pandemia, han sido muy pocos”.
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