La experiencia cercana a la muerte me impulsó a abrazar mi vocación, dice sacerdote

Hace 21 años Vincent Lafargue vivió una experiencia cercana a la muerte al sufrir un terrible accidente, que lo llevó radicalmente a seguir a Cristo y entregarle su vida como sacerdote.

En una entrevista realizada por Solene Tadié para National Catholic Register, el P. Vincent Lafargue, sacerdote de la Diócesis de Sion (Suiza), relató cómo el vivir una experiencia cercana a la muerte lo llevó al sacerdocio, y que el ejemplo de un capellán durante su estancia en el hospital lo motivó a prepararse para ser capellán de un nosocomio en Rennaz para ayudar a otros como él.

El P. Vincent relató que cada 14 de noviembre celebra lo que llama su “segundo nacimiento”, pues marca el día en que se salvó de morir tras sufrir un accidente de motocicleta en el año 2000, y que lo llevó a experimentar la presencia de Dios, algo que le dio un giro de 180 grados a su vida, pues solo dos años después ingresó al seminario para consagrarse a Cristo.

Experiencia cercana la muerte

El sacerdote suizo dijo que cuando tenía solo 25 años “solía hacer todo extremadamente rápido”, pues al igual que las personas de esa edad pensaba “que era inmortal”. Señaló que no era un católico practicante, y que tenía tres trabajos al mismo tiempo: locutor de radio por la mañana, profesor de francés durante el día y actor por la noche.

Recordó que un día un estudiante le hizo notar que tenía un tic verbal: siempre decía la palabra “rápido”, y que una noche, mientras reflexionaba sobre ello y el modo en que llevaba su vida, empezó “a hablar con Dios” en su corazón y lo retó.

“Le dije: ‘Sé que voy demasiado rápido y que este tic dice algo sobre mi vida. Estoy haciendo demasiado y me gustaría poder frenar, pero no sé cómo hacerlo, especialmente porque amo todo lo que hago’. Agregué: ‘Si eres tan inteligente, si realmente existes, ¿por qué no intentas detenerme?’”, dijo.

Durante ese diálogo, cuando el semáforo estaba en rojo, escuchó “muy claramente una voz” que “comenzó a hablarme”, y que curiosamente se superponía a la música que estaba escuchando por los auriculares. Precisó que la voz era “muy suave y amable”, que no era la de su conciencia, y que le preguntó dos veces: “¿De verdad eres consciente de lo que me estás preguntando? Y dos veces, en voz alta, sin estar seguro de lo que estaba haciendo, respondí: ‘Sí’”.

Luego el semáforo se puso en verde y que tras avanzar unos 100 metros, chocó contra un automóvil. Explicó que “había una ilusión óptica en ese punto de la carretera” que impedía que ambos conductores puedan verse.

“Todo sucedió en medio segundo. El otro automóvil también iba a 50 millas por hora (80 km por hora), por lo que se sintió como chocar contra una pared a 100 millas por hora (160 km por hora). Fue muy violento. La conductora del automóvil, que luego se hizo mi amiga, quedó traumatizada durante mucho tiempo”, dijo, y recordó que una serie de “coincidencias”, que es cuando Dios “actúa de incógnito”, evitaron su muerte.

Relató que la conductora tenía un celular en su automóvil, algo que no era común en el 2000, y que llamó a la policía en lugar de la ambulancia, pues como lo había encontrado en un charco de sangre lo creía muerto. Aseguró que esto “me salvó la vida”, pues el auto de la policía estaba a dos minutos y la ambulancia estaba atascada en el tráfico y lejos del lugar del accidente.

La policía lo llevó al hospital de Ginebra. Allí, un médico que salía de trabajar se detuvo, preguntó por él, pidió sus radiografías y detectó una hemorragia interna que habría sido mortal si no era operado. “Mi corazón se detuvo justo afuera de la puerta del quirófano”, dijo.

“De repente vi una escena que podía observar desde arriba. Vi a una persona herida en una cama, gente moviéndose a su alrededor, y luego escuché un pitido que indicaba que un corazón se estaba deteniendo. Estaba preocupado por esta persona sin entender que era yo. Estaba en un estado de total bienestar”, dijo.

Recordó que “duró apenas un minuto, pero en mi percepción, fue mucho más largo. Luego, de repente, me di la vuelta, como si alguien me tirara por detrás. Pero en lugar de ver el techo, vi esta famosa luz inmensa, de la que nunca había oído hablar antes. Es mucho más potente que la luz del sol, sin deslumbrar. Me atrajo. Floté hacia esta luz por unos instantes”.

“A diferencia de otros, [que, por ejemplo, afirman haber visto a seres queridos fallecidos o incluso a Jesús], no fui más lejos. Sin embargo, para mí, esta luz estaba habitada, no por una persona visible, sino por una presencia evidente, que era amor, amor incondicional”, dijo y afirmó que hoy sabe que ese Amor era “una persona: Dios”.

Luego, “fui arrojado de nuevo a mi cuerpo” y su corazón reaccionó. Ese “fue el peor momento de mi vida” debido al dolor. Meses después, le dijo al médico que lo operó que recordaba todo lo que pasó, incluso el nombre de un cuidador que estaba al lado de su cama. El médico le dijo que sus recuerdos eran correctos, pero que “la ciencia no podía explicarlo porque mi corazón ya no latía”.

Tras ello, notó en sí mismo tres características que son comunes entre los que tienen experiencias cercanas a la muerte. “Primero, el hecho de que ya no le tengo miedo a la muerte. El segundo elemento es la voluntad de cambiar mi vida. Pasé de mis tres trabajos a la vocación sacerdotal. La tercera característica es la necesidad de estar al servicio de los demás”, dijo.

Además, reconoció que desarrolló “antenas de hipocresía: un sentido agudo de lo que es directo, justo, sincero”, y que, si bien no siempre es fácil ni cómodo, “me empuja a decir la verdad”.

De católico “no practicante” a capellán de hospital

El P. Vincent dijo que era “un creyente, no muy practicante, pero que solía leer en Misa para mi comunidad católica”. Además, dijo que solía hablar con Dios para pedirle “cuentas por la desgracia y la maldad del mundo, en lugar de orar”; y que en el hospital el Señor le respondió.

Relató que cuando estaba hospitalizado, un capellán lo visitó y él lo echó “sin rodeos”; sin embargo, volvió a visitarlo de forma insistente cada semana sin falta. Él le explicó “que Dios nunca hace mal” y que no quería el mal que sufrió, “sino que lo estaba usando para tocar mi corazón”.

“Me dijo que el Señor estaba clavado conmigo en esa cruz que tenía que llevar, atrapado en mi cama, y ​​que era con Él que podía superar todo esto”, recordó y dijo que sus palabras jugaron un rol fundamental en su vida.

Los dos años siguientes a su accidente, el P. Vincent se dedicó a explorar todas las religiones del mundo, y afirmó que todo lo llevó a su vocación sacerdotal. Primero, en una visita de un Dalai Lama a Suiza, el líder del budismo llamó a la gente a redescubrir “la belleza de su propia religión”, un hecho que lo impulsó a regresar a su fe católica que recibió de niño.

Luego, escuchó por cerca de tres días a un locutor de radio mayor muy culto, que hablaba sobre los temas que más le apasionaban en un drama radiofónico. Tras saber que era sacerdote, “me sentí abatido” y asombrado, dijo. Lo buscó y habló con él por teléfono, y sin pensarlo, le dijo que “me sentía llamado a la misma vocación que él”.

Luego de un tiempo, visitó por primera vez el Seminario de Friburgo y allí volvió a ver al capellán que lo visitó en el hospital, en una conferencia sobre capellanía hospitalaria. En 2019, ya como sacerdote, se reencontraron en el nuevo hospital en Rennaz. Recientemente, el hoy capellán emérito de Ginebra le pidió al P. Vincent asumir el cargo de capellán del nuevo hospital en Rennaz. “¡El Señor definitivamente puede ser resuelto cuando llama a alguien!”, afirmó.

Hoy en día, “¡soy un activista infatigable! Todavía tengo prisa por vivir la vida al máximo, hoy incluso más que ayer. También soy consciente de lo que casi pierdo. Los días nunca son lo suficientemente largos, ¡y desearía no necesitar dormir para tener tiempo de hacer todo lo que quiero hacer en la tierra!”, concluyó.

La Iglesia y lo que la ciencia no explica

El P. Vincent dijo que, si bien “muchos fieles se conmueven con mi testimonio, pues tienen sed de testimonios que les permitan intentar comprender lo que la ciencia no explica”; algunos sacerdotes, sobre todo de Europa occidental, y algunos pocos de Estados Unidos, prefieren evitar el tema.

Explicó que “nuestra Iglesia Católica occidental es muy racionalista; es muy sospechosa de lo paranormal, en general. Básicamente, las únicas personas con las que realmente puedo hablar de mi experiencia son los exorcistas, porque saben muy bien que hay fenómenos paranormales que la ciencia no explica y que la Iglesia debería interesar”.

“La constitución dogmática Lumen Gentium -párrafo 8- sugiere que puede haber elementos de verdad en otras religiones. Dependiendo de nuestras culturas, podemos tener diferentes representaciones, pero todos caminamos hacia el mismo Dios”, afirmó.

El P. Vincent afirmó que “a parte de las representaciones –procedentes de la cultura- no hay nada en los diferentes relatos [de experiencias cercanas a la muerte] que contradiga la fe católica, porque todos hablan del amor absoluto”. “Creo que la Iglesia debe tener una palabra que decir sobre este tipo de cosas. ¡Después de todo, se trata de la vida eterna!”, concluyó.

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