Santa Elena (c. 246/248-c. 330) fue una célebre emperatriz, madre de Constantino I, el emperador romano que detuvo la persecución a los cristianos y les concedió libertad de culto. A Santa Elena se le atribuye el hallazgo de la Santa Cruz de Cristo en Jerusalén.
Elena nació alrededor del año 246, en Bitinia, antigua provincia del Imperio Romano, ubicada al noroeste de Asia Menor, al suroeste del mar Negro. Aunque su origen fue humilde -se dice que fue hija de un sirviente- estuvo casada con Constancio Cloro, quien llegaría a ser emperador con el nombre de Constancio I. Ambos fueron los padres de Constantino I.
En tiempos del emperador Maximiano, Constancio Cloro era un militar destacado. Cuando el emperador se percató de su capacidad, le invitó a ser su colaborador más cercano, pero con la condición de que repudiara a su esposa, Elena, y se casara con su hija. Dejándose llevar por la ambición de poder, Constancio repudió a Elena.
La Santa sufrió un humillante abandono durante 14 años. Sin embargo, en medio de la soledad, conoció a Dios y se convirtió al cristianismo.
A la muerte de Constancio Cloro, Constantino fue proclamado emperador por el ejército.
Estando en el campamento militar del puente Milvio en Roma, antes de la batalla de Saxa Rubra, Constantino tuvo un sueño en el que Cristo le mostraba la Cruz y le decía: “Con este signo vencerás”. Al día siguiente, el emperador llevó la Cruz en el combate y venció.
Tras aquella victoria del año 313, Constantino decretó la libre profesión del cristianismo, es decir, de la religión católica, y habiendo él mismo abrazado esta fe, se propuso contribuir a hacerla crecer por todo el imperio.
Constantino amaba y respetaba inmensamente a su madre, Elena, y la nombró “Augusta” (emperatriz). Mandó acuñar monedas con su rostro, y le dio plenos poderes para que empleara el dinero del imperio en las obras de caridad que ella quisiera.
Elena, comprometida con la causa cristiana, decidió emprender un viaje a Jerusalén, la tierra de Cristo, con el propósito de recuperar todo vestigio dejado por Jesús de Nazaret. Es así, que movida por la devoción al Dios que muere por amor a los hombres, se propuso buscar la Santa Cruz de nuestro Señor, llevando consigo un numeroso grupo de obreros quienes realizaron excavaciones en el monte Calvario, donde finalmente -de acuerdo a la tradición-, encontraron el madero santo.
Posteriormente, en el año 326, la Santa mandó traer a Roma la “Escalera Santa” desde el palacio de Poncio Pilato en Jerusalén. Cristo subió por dicha escalera el Viernes Santo para ser juzgado y sobre ella derramó su sangre. Hoy, esa escalera está ubicada frente a la Basílica de San Juan de Letrán en la Ciudad Eterna. En 1723, la “Escala” fue forrada con madera de nogal para preservarla del desgaste, ya que miles de peregrinos, a través de los siglos, concurren al lugar y suben por ella de rodillas como signo de devoción.
San Ambrosio de Milán, en el siglo IV, se refería a Santa Elena resaltando que, a pesar de ser la madre del emperador, vestía con sencillez, se mezclaba con los pobres y utilizaba las riquezas que su hijo le daba para ayudarlos.
Santa Elena hizo construir tres templos en Tierra Santa: uno en el monte Calvario, otro en el monte de los Olivos y el tercero en Belén.
Santa Elena es considerada patrona de las sociedades o hermandades de la Vera Cruz y se pide su intercesión cuando un objeto importante se encuentra extraviado.
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