De San José aprendemos que no podemos amar realmente sin la castidad, resalta sacerdote

El sacerdote de la Diócesis de Fall River (Estados Unidos) y capellán nacional de Catholic Voices USA, P. Roger J. Landry, resaltó la importancia de la castidad en la vida católica y el papel de San José para aprender a amar de verdad.

En una columna en National Catholic Register, el P. Landry indicó que la piedad cristiana ha resaltado muchas virtudes en San José como la fidelidad, justicia, obediencia, humildad, caridad y valentía.

Sin embargo, destacó que una de las virtudes más importantes de este santo para la actualidad, y que se resaltan en las letanías de las “Alabanzas de Desagravio” que se proclaman durante la adoración del Santísimo Sacramento, es la castidad de San José.

“Contra cualquier tentación de minimizar la virtud, San José nos inspira a ser lo más castos”, agregó.

El sacerdote dijo que la castidad es actualmente la parte de la fe y la vida católica que es más “caricaturizada, contradecida, criticada, condenada, calumniada y contravenida”.

“Muchos fuera de la Iglesia, e incluso algunos dentro, ven la enseñanza de la Iglesia como algo tan anticuado como la ropa victoriana, como el camino hacia la represión en lugar del amor, como campo de entrenamiento para mojigatos, no santos”, señaló.

El P. Landry indicó que los “revolucionarios sexuales” pregonan el tener sexo “con quien queramos, cuando queramos, donde queramos y como queramos”, una cultura que ha contribuido a la “epidemia de corazones, matrimonios y familias rotas, enfermedades de transmisión sexual, delitos y abusos sexuales, tráfico de personas, prostitución y pornografía, adicciones sexuales, embarazos y abortos en la adolescencia”.

El sacerdote indicó que “al contrario de lo que muchos creen erróneamente”, la enseñanza de la castidad no “es un tipo de asbesto con el que sofocar la más apasionada de las experiencias humanas”.

“Es una sabiduría que busca ayudar a que esas llamas no destruyan lo que Dios quiere que lleve el impulso sexual: el amor real, para que podamos amar genuinamente a los demás como Cristo nos amó a nosotros”, subrayó.

Además, señaló que la castidad, “más que negativa y mojigata”, es una búsqueda de la Iglesia de tener “un aprecio más excelso por el amor humano”.

“El Año de San José es un momento especial en el que todos los fieles pueden conocer mejor y aprender a vivir la llamada de Dios con respecto a la castidad”, indicó.

El P. Landry recordó que la castidad no es solamente la abstinencia de la actividad sexual, sino que, así como enfatiza el Catecismo de la Iglesia Católica, “todos los fieles de Cristo están llamados a llevar una vida casta de acuerdo con sus estados particulares de vida”.

“Todos los bautizados -parejas casadas, solteros, sacerdotes, consagrados, aquellos con atracción por el mismo sexo y atracción por el sexo opuesto- están llamados” a la castidad, resaltó.

El P. Landry indicó que la castidad es “como una vocación, un don de Dios y una gracia”, pero también es “fruto del esfuerzo espiritual”, que necesita del autodominio de las personas, de que cada uno “gobierne sus pasiones y encuentre la paz”.

“Este autodominio es un ‘trabajo largo y exigente’”, señaló. “Uno nunca puede considerarlo adquirido de una vez por todas. Supone un esfuerzo renovado en todas las etapas de la vida”, afirmó.

Sin embargo, subrayó que al final la castidad presupone una “integración exitosa de la sexualidad dentro de la persona y, por lo tanto, la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual”.

“La castidad, por tanto, es una ‘escuela del don de la persona que conduce a la comunión espiritual’, basada en la castidad de Cristo, que está en la base de toda amistad, por no hablar de otras relaciones”, remarcó.

Asimismo, indicó que moderar el impulso sexual no es el punto principal, sino orientarlo apropiadamente “para que realmente produzca la comunión”, por ello, San Juan Pablo II resalta en su obra de 1960 “Amor y responsabilidad”, que la castidad está ligada al amor.

“En contraste con la lujuria, que ‘reduce’ a otra persona a los valores del cuerpo o zonas erógenas y que ‘usa’ a los demás para su propia gratificación emocional o física, la castidad es el hábito moral que eleva la atracción hacia los demás y las interacciones con ellos hacia la dignidad total de la persona, en cuerpo y alma”, subrayó.

El P. Landry recordó que San Juan Pablo II en la “teología del cuerpo”, enseñó que la virtud de la castidad “está igualmente ligada a las virtudes de la pureza y la piedad”, porque “la pureza nos permite ver a Dios en los demás, reconocer un reflejo de la imagen de Dios”.

“La piedad es el hábito que nos ayuda, una vez que recordamos o reconocemos que ninguna persona es un ‘mero mortal’, a tratar a esa persona de acuerdo con la imagen del Divino Dador en ellos. Vinculada a la piedad, la castidad nos ayuda a ver y tratar al otro como un sujeto sagrado en lugar de un objeto sexual”, remarcó.

El sacerdote indicó que la castidad está relacionada a cuatro virtudes: “dominio propio, amor, pureza y piedad”, que nos ayuda a “mantener nuestro amor romántico (eros) capaz del amor de la amistad (philia) y del verdadero amor cristiano abnegado (ágape)”.

“Vivir castamente no relega a las personas a una ‘vida sin amor’, sino que hace posible el amor verdadero, mediante la integración del eros consistente con la philia y el ágape” subrayó.

El P. Landry resaltó que San José muestra el tipo de amor casto por excelencia, y señaló que al contrario de como lo muestran las obras de arte, José era ciertamente “lo suficientemente joven como para viajar dos veces por el desierto y ser tekton (‘trabajador de la construcción’, mucho más que carpintero), uno de los oficios antiguos más exigentes físicamente”.

“Aunque era joven y varonil y vivía con la mujer más virtuosa de todos los tiempos, mantuvo su amor por ella ‘más casto’, viendo a Dios en ella durante su embarazo y más allá, y reverenciándola con amor puro”, resaltó.

Finalmente, indicó que San José es el “modelo de un caballero cristiano que regula y canaliza su amor por su esposa de acuerdo con la vocación y el bien general de esa mujer, en lugar de sus propios deseos y necesidades”.

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