“Dentro de Dios hemos de estar y de Él recibirlo todo” es una de las frases que más se recuerdan de Santa Rafaela María del Sagrado Corazón, también conocida como Santa Rafaela Porras y Ayllón, religiosa española, fundadora de la congregación de las Esclavas del Sagrado Corazón.
“La vida y la obra de la Santa, si las observamos por dentro, son una apología excelente de la vida religiosa, basada en la práctica de los consejos evangélicos, calcada en el esquema ascético-místico tradicional, del que España ha sido maestra con figuras tan señeras como Santa Teresa, San Juan de la Cruz, San Ignacio de Loyola, Santo Domingo, San Juan de Ávila y otras” (Homilía del Papa San Pablo VI en la misa de canonización de Rafaela Porras y Ayllón).
La Santa nació el 1 de marzo de 1850 en el pueblo español de Pedro Abad, cerca de Córdoba. A la edad de 15 años hizo voto perpetuo de castidad, dedicándose a la oración y al cuidado de enfermos y necesitados. Esto no fue del agrado de sus familiares, es especial de sus hermanos varones, quienes mostraron su desacuerdo con que su hermana menor se dedique a tales labores. Sin embargo, Rafaela enfrentó con calma esa oposición, confiando en que su familia terminaría aceptando el llamado que Dios le hizo al verla perseverar. Y efectivamente así fue. A pesar de la resistencia inicial, Santa Rafaela María perseveró en la vocación que descubrió tan precozmente.
Nueve años más tarde, ya consolidada en la vida religiosa, iniciaba un tiempo especial de reflexión en el convento de las monjas clarisas en Córdoba. Fruto de ese discernimiento fue la fundación, junto con su hermana, del Instituto de Adoradoras del Santísimo Sacramento e Hijas de María Inmaculada.
El Instituto contó con un grupo inicial de 16 religiosas, con las que Santa Rafaela María se trasladó a Madrid. Allí se les concedió la aprobación diocesana en 1877. Diez años más tarde, el Papa León XIII aprobaría la Congregación con el nombre de Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús. La madre Rafaela María sería elegida como superiora general y el 4 de noviembre de 1888 realizaría su profesión perpetua.
“La Madre Rafaela María dirige el nuevo Instituto durante 16 años con gran dedicación y tacto. Demuestra también claramente su extraordinaria profundidad espiritual y su virtud heroica, cuando por motivos infundados ha de renunciar a la dirección de su obra. En esta humillación aceptada, morirá en Roma, prácticamente olvidada, el día 6 de enero de 1925”. (Homilía del Santo Padre Pablo VI en la misa de canonización de Rafaela Porras y Ayllón)
Fueron 30 años en los que la madre Rafaela viviría una suerte de exilio al interior de su propia comunidad, convirtiéndose en un miembro anónimo de la institución que ella misma fundó. Por casi tres décadas, Santa María Rafaela asumió los trabajos más duros, constantes humillaciones y, al final, el aislamiento hasta el día de su muerte. En estas duras circunstancias, la Santa se condujo con humildad y espíritu de obediencia, sin exigir ningún trato especial como fundadora.
El Papa Pío XII la beatificó el 18 de mayo del año 1952 y fue canonizada por el Papa San Pablo VI el 23 de enero del año 1977.
Sus restos descansan en la Casa Generalicia de la Congregación en Roma. Como Santa Rafaela murió el día de Epifanía, su fiesta se celebra el 18 de mayo, fecha de la beatificación y del traslado de sus restos.
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