Durante gran parte de su vida de sacerdote ejerció el oficio de limosnero. Cada día recorría las calles del pueblo llamando a las puertas de los ricos, invitándolos a compartir sus bienes, y a las de los pobres, para ofrecerles ayuda en sus necesidades.
Siempre daba las gracias, cuando le hacían donativos y también cuando lo rechazaban de mala forma, diciendo: “Sea por amor de Dios".
Aunque era analfabeto, conocía bien las Sagradas Escrituras y la doctrina cristiana, pues se esforzaba por retener en la memoria los pasajes bíblicos y los textos de libros que se leían en el convento durante la comida; también retenía lo que escuchaba durante las predicaciones en las iglesias de Nicosia.
San Félix nació en la ciudad siciliana de Nicosia (Italia) en el año 1715 con el nombre de Filippo Giácomo, en el seno de una familia humilde y religiosa.
A los 20 años, pidió su admisión en el convento de los capuchinos para que fuera aceptado como lego, ya que, por ser analfabeto no podía ser clérigo. Fue rechazado durante 8 años hasta que finalmente admitido.
Hizo su profesión el 10 de octubre de 1774 y lo mandaron al convento de Nicosia.
Era muy devoto de la Eucaristía (se pasaba horas ante el sagrario), la Virgen de los Dolores (llevó en su pecho durante treinta años una estampa de la Virgen) y la Pasión de Cristo (pasaba mucho tiempo con los brazos en cruz meditando el crucifijo).
Murió el 31 de mayo de 1787 en el convento de Nicosia, a la edad de 78 años. Fue Beatificado el 12 de Febrero de 1888 por el Papa León XIII y Canonizado el 23 de Octubre del 2005 por el Papa Benedicto XVI.
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