Ayer se cumplieron 25 años de la "Carta para las mujeres", escrita por San Juan Pablo II y en la que reflexiona sobre la verdadera feminidad y el importante rol de la mujer en la sociedad y la Iglesia.
En una columna en National Catholic Register, la escritora católica Emily Stimpson Chapman afirmó que la reflexión del santo polaco la ayudó a encontrar “qué significa ser mujer” y el “genio femenino”, mientras atravesaba muchas inseguridades sobre su propio físico y personalidad.
Stimpson señaló que San Juan Pablo II como Papa y filósofo tiene un enfoque singular en el que “afirma la dignidad dada por Dios a cada persona” y reconoce que detrás de cada conflicto hay una falla en reconocer la dignidad humana y un deseo de destruirla.
Por ejemplo, la escritora indicó que gracias a la defensa gentil pero concreta de San Juan Pablo II en una conferencia de las Naciones Unidas sobre el control de la población en 1994, se logró frustrar los esfuerzos de las feministas de definir el aborto como un derecho humano universal.
“Sin embargo, un año después, se programó otra conferencia de la ONU, esta vez sobre mujeres, en Beijing. Los mismos defensores de los derechos al aborto estarían allí, impulsando la misma agenda”, añadió.
Stimpson resaltó que es entonces que el Santo Padre decidió tomar la ofensiva al declarar 1995 como “el año de la mujer” y comenzar a “hablar y escribir constantemente sobre las luchas que enfrentan las mujeres” y su dignidad.
La autora señaló que el escrito más importante fue “Carta a las mujeres”, que fue publicada el 29 de junio de 1995, donde el santo “presentaba una comprensión diferente de la mujer y el feminismo que la dada por el mundo”.
Stimpson indicó que San Juan Pablo II quería “hablar directamente con cada mujer, para reflexionar con ella sobre los problemas y las perspectivas de lo que significa ser mujer en nuestro tiempo”.
El Papa indicó que hombre y mujer fueron creados a imagen de Dios, “diferentes pero iguales”, siendo complementarios entre sí, y lamentó el “fracaso del mundo (y, a veces, el de la Iglesia) en reconocer la dignidad de las mujeres”, y la persistencia de reducir la visión de la mujer a su cuerpo.
“Esto ha impedido que las mujeres sean realmente ellas mismas y ha resultado en el empobrecimiento espiritual de la humanidad”, resaltó el Santo Padre en su carta.
La búsqueda de la identidad femenina
En 1995, mientras era estudiante de segundo año de la universidad, Stimpson se preguntó por primera vez qué significaba ser mujer y qué diferencia había con el hombre, fuera de la anatomía.
“Toda mi vida, lo único que me dijeron fue que hombres y mujeres eran iguales y que podía hacer cualquier cosa que un hombre pudiera hacer”, señaló. “Sin embargo, a los 19 años, no estaba tan segura”, agregó.
Stimpson señaló que, al analizar en su entorno a las mujeres en su universidad, en las revistas y en la televisión, la respuesta que consiguió es que la “feminidad, parecía decir la cultura, estaba ligada a la deseabilidad sexual”.
En cambio, en la Iglesia protestante donde asistía, encontró que “las mujeres debían ser calladas, mansas y suaves”.
“Llegué a la conclusión de que no era una mujer buena para los estándares de nadie: Iglesia o cultura”, señaló. “En cada parámetro de feminidad, parecía que me quedaba corta. Excepto por una”, añadió.
Stimpson indicó que, al buscar ser delgada empezó a pasar por una etapa inicial de trastornos alimenticios, y decidió engañar a las personas fingiendo ser tranquila y gentil al ocultar su inteligencia y sus propias opiniones “detrás de un marco delicado y frágil”.
“Pasé los siguientes cinco años tratando de adaptarme, de la única manera que sabía, a lo que pensaba que significaba ser mujer”, resaltó.
Stimpson regresó en diciembre de 2000 a la Iglesia Católica, donde encontró su respuesta en la carta de San Juan Pablo II.
“Cuando leí esas palabras, cinco años después de su publicación, encontré la paz y el comienzo de la curación. Yo era más que un número en una escala”, resaltó. “Tampoco era menos femenina por mi inteligencia, opiniones o fuerza”, agregó.
La autora resaltó que en las palabras de San Juan Pablo II encontró que sus dones eran “regalos de Dios, destinados a servir a otros: mi familia, sí, pero también a la Iglesia y el mundo”.
Gracias a la “Carta a las mujeres”, Stimpson entendió que, en Cristo, “cada mujer tiene un lugar, independientemente de si es casada o soltera, fértil o infértil, una mujer que trabaja en el hogar o una mujer que trabaja en el mundo”.
El Santo Padre indicó que una mujer está llamada a ser madre, “a veces en cuerpo, siempre en alma”, dijo la autora.
En esa función de madres, las mujeres son llamadas a ver en cada persona la imagen de Dios, buscando alimentar, alentar, sanar, afirmar, enseñar, acoger y prestar atención a cada persona que el Señor les envía.
“También es desafiar a las personas, ayudándolas a convertirse en lo que Dios quiere que sean, pero haciéndolo gentilmente, controlando nuestra fuerza, nunca rompiendo la caña magullada”, agregó.
“Debemos hacerlo todo con la vista puesta en el Cielo, confiando en la gracia de Dios para trabajar con todos nuestros propios esfuerzos, a fin de guiar a las personas a la vida eterna”, resaltó.
Stimpson señaló que las mujeres son personas que aman a los demás para la santidad, “priorizan a la persona sobre todos los demás bienes y ven la grandeza de cada alma individual”.
“Ese es nuestro ‘genio femenino’. Esa es la visión de la mujer que Juan Pablo II le dio al mundo hace 25 años. Y es una visión que muchos aún necesitan aprender”, agregó.
Traducido y adaptado por Harumi Suzuki. Publicado originalmente en NCR.
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