Según informa el diario Avvenire de los obispos italianos, Luigi, un preso de unos 40 años de edad, hará sus votos tras un proceso de discernimiento en el que fue acompañado por el Obispo de Reggio Emilia-Guastalla, Mons. Massimo Camisasca.
El Prelado explicó al diario italiano que la vocación de este hombre fue posible gracias a la pastoral penitenciaria emprendida por los sacerdotes Matteo Mioni de los Hermanos de la Caridad y Daniele Simonazzi de los Siervos de la Iglesia.
Mons. Camisasca dijo que al principio no sabía cómo eran las prisiones, pero en 2016 se decidió a hacer apostolado en este ámbito. “No conocía mucho la realidad de la cárcel, lo confieso. Pero desde entonces inicié un canino de presencia, celebración y compartir que me ha enriquecido mucho”, recordó.
La historia de Luigi comienza en su infancia, cuando entre juegos le decían “Padre Luigi” porque le gustaba rezar y ayudar en la Iglesia. Tras no poder ser admitido al seminario, cambia de vida y esta se desordena mucho. De hecho, el asesinato que lo llevó a prisión lo cometió bajo los efectos del alcohol y la cocaína.
Tras admitir en el proceso que se le siguió que tenía una dolencia mental, Luigi volvió a rezar mucho en la cárcel y se convirtió en asiduo lector en las Misas dominicales.
En una de las muchas cartas que intercambia con el obispo, le dijo que reza especialmente “por la salvación del hombre al que maté”.
“Un pasaje que me ha tocado mucho es aquel en el que dice que la verdadera cadena perpetua no se vive en la cárcel sino cuando falta la luz de Cristo”, agrega el Prelado sobre las misivas de Luigi.
Sobre el proceso de discernimiento, Mons. Camisasca explicó que “se habría debido esperar a que saliera de la cárcel, pero fue el Padre Daniele quien sugirió un recorrido distinto que le permitiese hacer estos votos solemnes ahora”.
“Ninguno de nosotros es dueño del propio futuro y esta es la mayor razón para una persona privada de la libertad. Por esto quería que Luigi piense sobre todo en lo que significan estos votos en su condición actual”.
Por esta razón, resaltó, “lo he invitado a poner por escrito sus pensamientos y sus expectativas. Al final me convencí de que en su gesto de donación hay algo luminoso para él, para los otros encarcelados y para la Iglesia misma”.
En sus apuntes, Luigi escribió que la castidad le permitirá “humillar aquello que es exterior para que emerja lo que es más importante en nuestra interioridad”. Además, la pobreza le ofrece la posibilidad de conformarse con “la perfección de Cristo, que se ha hecho pobre” haciendo que la misma pobreza “pase de desgracia a bienaventuranza”.
Es también una renuncia a lo superficial porque “apegarse a los excesos es síntoma de falta de alegría”, agrega.
La pobreza es además la capacidad de compartir la vida con otros presos como él mientras que la obediencia es la disponibilidad de ponerse en escucha, sabiendo que “Dios habla también a través de la boca de los ‘tontos’”.
El Obispo de Reggio Emilia-Guastalla comentó que “con la pandemia [de coronavirus] todos estamos conociendo un tiempo de combate y sacrificio. La experiencia de Luigi puede realmente ser un signo colectivo de esperanza: no para fugar de las dificultades sino para afrontarlas con fuerza y conciencia. No conocía la cárcel, repito, y también para mí el impacto fue muy duro al principio”.
“Me parecía un mundo de desesperación en el que la perspectiva de la resurrección era continuamente contradicha y negada. Esta historia, como otras que he conocido, demuestra que no es así”, relató el Prelado.
Mons. Camisasca destacó que el mérito de esta vocación es “de la acción de los sacerdotes, el trabajo extraordinario de la policía penitenciaria y de todo el personal sanitario, sin duda”.
“Pero por otro lado está el misterio en el que no puedo evitar pensar cuando elevo la mirada hacia el crucifijo que está en mi estudio. Es del laboratorio de la cárcel, me impide olvidar a los detenidos. Sus sufrimientos y sus esperanzas están siempre conmigo. Y nos miran a cada uno de nosotros”, concluyó.
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