La concentración a favor de la familia tendrá lugar en la céntrica Plaza de San Juan, y busca protestar contra la aprobación de una ley que permitiría introducir la ideología de género en las escuelas de Italia, a través de un curso de educación sexual.
La movilización está organizada por el comité “Defendamos a nuestros hijos” y cuenta con el respaldo de la Conferencia Episcopal Italiana.
Con motivo de la marcha pro-familia, el Cardenal Camillo Ruini, quien fuera presidente de la Conferencia Episcopal Italiana durante 16 años y Vicario para Roma hasta 2008, concedió una entrevista al diario “Il Foglio” en la que habla de esta movilización, del reciente referendo en Irlanda sobre la equiparación de las parejas homosexuales al matrimonio entre hombre y mujer y del próximo Sínodo sobre la Familia de octubre.
“En estos años en casi todo el mundo occidental se difunde un hecho radicalmente nuevo en la historia de la humanidad, y ya esto dice mucho: la idea de que personas del mismo sexo puedan contraer matrimonio y tener hijos, gracias a las nuevas tecnologías” incluso “más bien, que tienen el derecho de hacerlo”, criticó el Cardenal.
“Si pensamos que el matrimonio es una institución y una realidad antropológica fundamental y decisiva –que de manera sintética y eficaz Giambattista Vico (reconocido filósofo napolitano) definió hace mucho tiempo como la ‘primera de las cosas humanas’– se puede entender lo decisivo y profundo que es este cambio”.
El purpurado señaló que “el matrimonio entre personas del mismo sexo es una absoluta novedad. Las palabras más precisas y eficaces respecto a esta novedad las dijo según mi opinión, el Cardenal Parolin (Secretario de Estado del Vaticano): ‘Una derrota para la humanidad’”.
Italia es el único país de Europa occidental que no contempla siquiera las uniones civiles, lo que se traduce en un “signo de resistencia” aunque “a mi juicio las llamadas uniones civiles, es decir, en sustancia los matrimonios sin el nombre de matrimonio, son un signo de decadencia; mientras el matrimonio entre personas de diverso sexo va en la dirección del bien del hombre y de la mujer, de un futuro positivo. El cambio como tal no puede ser considerado garantía de progreso”, explicó el Cardenal.
El Cardenal Ruini recordó que hace algunos años la Conferencia Episcopal Italiana invitó a abstenerse en un referendo contra la procreación médica asistida. “No hay que olvidar que el referendo no fue promovido por la Conferencia ni por quien quería regularizarlo, sino por quien quería revocar algunas normas establecidas por el Parlamento”.
“De todas formas, las movilizaciones pueden tener éxito cuando existe un objetivo concreto, sentido por mucha gente como importante y realizable. Estas son las condiciones que consienten una verdadera movilización”.
Consultado si vale la pena movilizarse como instrumento de protesta contra ciertas leyes o posibles aprobaciones, el Cardenal Ruini explicó que “las sociedades occidentales, incluida Italia, están sometidas desde hace mucho tiempo a una gran presión, que ya existía hace diez años y ahora ha aumentado”.
“Se trata de una presión mediática alimentada por pronunciamientos de las magistraturas, que está dirigida a cambiar las estructuras fundamentales que rigen la familia. Y hay que tener en cuenta que esta presión no se priva de efectos, especialmente entre los jóvenes”.
Hablando en concreto de Italia, subrayó que “estoy convencido de que la partida permanece abierta y que la disponibilidad a comprometerse está muy presente”. Así, aseguró que espera “de corazón” que “las iniciativas que se están tomando sobre estos puntos tengan un gran éxito, empezando por la del próximo 20 de junio”.
El Cardenal también se expresó sobre el Sínodo de la Familia del próximo octubre y sobre una cierta división entre las enseñanzas de la Iglesia en el campo moral y lo que piensa la gente. Esto, dijo, “no es algo nuevo”.
“Pensemos solo en la resistencia que encontró la Humanae Vitae (encíclica sobre la regulación de la natalidad y el matrimonio) de Pablo VI. Con la ayuda de Dios, la Iglesia podrá hacer más y mejor”.
En particular, destacó, “también a mí me parece necesario hablar más con el lenguaje de los jóvenes y estar más presente en medio suyo. Pero esto no se hace por decreto. Se necesitan personas motivadas y capaces de hacerlo”.
En este sentido, “Juan Pablo II y el Papa Francisco, cada uno con su estilo, han mostrado cómo el vértice institucional de la Iglesia puede hablar a los jóvenes con eficacia y credibilidad”.
En cuanto a Juan Pablo II, “he sido testigo directo durante largos años” y respecto a Francisco “es suficiente con encender el televisor para darse cuenta”.
Al contrario, “sería equivocado y contraproducente poner el silenciador a las exigencias del Evangelio, pensando favorecer así su acogida” y esto se pudo ver “con los resultados negativos obtenidos, después del Concilio Vaticano II, en los países en los que se han hecho demasiados ‘descuentos’ no en la doctrina, más bien en la pastoral de la Iglesia. Esto lo muestra claramente la situación de algunos países europeos”.
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