Cada 1 de enero, desde hace 63 años, la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de la Paz, una fecha que convoca a promover y conservar la paz en el mundo. Para este 2021 el Papa Francisco propuso como tema “La cultura del cuidado como camino de paz”.
En la Jornada Mundial de la Paz la Iglesia invita a los católicos y a “todos los amigos de la Paz” a promover este don del Espíritu Santo “con su justo y benéfico equilibrio” para que “domine el desarrollo de la historia futura” de la humanidad, dijo San Pablo VI el 1 de enero de 1968, cuando se celebró por primera vez este día.
En su mensaje para este año, el Papa Francisco dijo que el 2020, marcado por la grave crisis sanitaria de COVID-19, ha agravado “crisis fuertemente interrelacionadas como la climática, alimentaria, económica y migratoria” y que esto sigue causando “grandes sufrimientos y penurias”.
Además, lamentó que “junto a numerosos testimonios de caridad y solidaridad, están cobrando un nuevo impulso diversas formas de nacionalismo, racismo, xenofobia e incluso guerras y conflictos que siembran muerte y destrucción”.
En ese sentido, afirmó que estos acontecimientos “nos enseñan la importancia de hacernos cargo los unos de los otros y también de la creación, para construir una sociedad basada en relaciones de fraternidad […]. Cultura del cuidado para erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día”.
El Santo Padre también recordó que Dios Creador es “modelo del cuidado” y que el origen de la vocación humana al cuidado está en Dios Creador.
El Libro del Génesis lo revela desde el inicio, cuando Dios confía la tierra a Adán para “protegerla y hacer que mantenga su capacidad para sostener la vida” y luego, cuando se evidencia que Caín era el “guardián” de su hermano Abel, a quien asesinó, afirmó.
La Biblia nos indica que “el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás”, dijo. Además, “confirma la dignidad inviolable de la persona” y “manifiesta el plan divino de preservar la armonía de la creación, porque ‘la paz y la violencia no pueden habitar juntas’”, agregó.
Asimismo, el Papa dijo que “en la vida y el ministerio de Jesús” está presente el cuidado, pues “encarnan el punto culminante de la revelación del amor del Padre por la humanidad”.
Explicó que Cristo, en su compasión y acciones mesiánicas, dio testimonio de esta misión que “alcanzó la cúspide cuando selló su cuidado hacia nosotros ofreciéndose a sí mismo en la cruz y liberándonos de la esclavitud del pecado y de la muerte. Así, con el don de su vida y su sacrificio, nos abrió el camino del amor y dice a cada uno: ‘Sígueme y haz lo mismo’”.
La cultura del cuidado también estuvo presente “en la vida de los seguidores de Jesús”, que se esforzaban con sus obras de misericordia espirituales y corporales “por hacer de la comunidad un hogar acogedor, abierto a todas las situaciones humanas, listo para hacerse cargo de los más frágiles”, señaló.
Si bien con el tiempo “la generosidad de los cristianos perdió un poco de dinamismo”, los Padres de la Iglesia como San Ambrosio “insistieron en que la propiedad es querida por Dios para el bien común”. Luego de las persecuciones de los primeros siglos, se “reportan innumerables ejemplos de obras de misericordia” a cargo de numerosas instituciones, destacó.
El Sumo Pontífice señaló que los principios de la doctrina social de la Iglesia son “fundamento de la cultura del cuidado”. En ese sentido, dijo que la “gramática” del cuidado incluye cuatro puntos: “la promoción de la dignidad de toda persona humana, la solidaridad con los pobres y los indefensos, la preocupación por el bien común y la salvaguardia de la creación”.
Primero, dijo que cada persona “es un fin en sí misma y no un simple instrumento que se aprecia sólo por su utilidad”; que fue creada para vivir en comunidad y que de su dignidad se derivan los derechos humanos y deberes, que incluye “la responsabilidad de acoger y ayudar a los pobres”.
Segundo, recordó que “nuestros planes y esfuerzos siempre deben tener en cuenta sus efectos sobre toda la familia humana”, que incluye a las generaciones futuras. La pandemia demuestra que todos estamos “llamados a remar juntos”, pues “nadie se salva solo”.
Tercero, dijo que la solidaridad como “determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común” y “no como un sentimiento vago”, “expresa concretamente el amor por el otro”. “La solidaridad nos ayuda a ver al otro, no como una estadística”, sino como prójimo.
Por último, recordó que en su encíclica Laudato si’ se constata la “interconexión de toda la realidad creada” y la necesidad de escuchar “el clamor de los necesitados y de la creación”. “No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos”, dijo.
El Santo Padre también dijo que el cuidado es “la brújula para un rumbo común” en “una época dominada por la cultura del descarte”, en donde se agravan las desigualdades en las naciones.
Por ello, invitó a los responsables de organismos internacionales, gobiernos, empresas, científicos, comunicadores e instituciones educativas a tomar los principios de la doctrina social de la Iglesia como “brújula” para “dar un rumbo común” y “realmente humano” al proceso de globalización.
“A este respecto, debe reafirmarse la protección y la promoción de los derechos humanos fundamentales, que son inalienables, universales e indivisibles”, dijo. Al respecto, destacó “el derecho humanitario” y cuestionó la normalización de los conflictos en el mundo.
“Qué valiente decisión sería «constituir con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares ‘un Fondo mundial’ para poder derrotar definitivamente el hambre y ayudar al desarrollo de los países más pobres”, dijo.
El Santo Padre dio algunos ejemplos “para educar a la cultura del cuidado”. Señaló que esta educación nace en la familia, núcleo natural y fundamental de la sociedad, y que con apoyo de los educadores, comunicadores sociales y líderes religiosos, se debe transmitir un “sistema de valores” que reconozca la dignidad humana y los derechos fundamentales.
También invitó a todas las personas y organizaciones “gubernamentales y no gubernamentales, que desempeñan una misión educativa”, que contribuyan a lograr una educación “más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión”.
Finalmente, subrayó que “no hay paz sin la cultura del cuidado”. Recordó que “en muchos lugares del mundo”, especialmente en medio de esta crisis, “hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia”.
En ese sentido, llamó a no ceder “a la tentación de desinteresarnos de los demás, especialmente de los más débiles; no nos acostumbremos a desviar la mirada”.
“Como cristianos, fijemos nuestra mirada en la Virgen María, Estrella del Mar y Madre de la Esperanza. Trabajemos todos juntos para avanzar hacia un nuevo horizonte de amor y paz, de fraternidad y solidaridad, de apoyo mutuo y acogida”, concluyó.
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