En Navidad, el Arzobispo de Bielorrusia y Presidente de Obispos Católicos en el país, Mons. Tadeusz Kondrusiewicz, retornó a su nación luego de estar exiliado más de 100 días en Polonia por defender a los que protestaban contra la reelección del presidente bielorruso Lukashenko.
El exilio inició el 31 de agosto, luego de que la policía impidiera al Prelado volver a su país tras haber estado en Polonia para participar en una celebración litúrgica. Antes de su exilio, Mons. Kondrusiewicz se había pronunciado en defensa de los manifestantes que protestaban contra la reelección de Lukashenko, presidente de Bielorrusia desde 1994.
La crisis inició el 9 de agosto, luego de que Lukashenko resultó elegido presidente en unas elecciones presuntamente manipuladas. Su Gobierno inició una deriva autoritaria que busca restringir aún más las libertades ciudadanas para ahogar los grupos de protesta. Esta estrategia incluye una campaña contra las autoridades religiosas, sobre todo de la Iglesia Católica.
Desde el inicio de la crisis, la diplomacia vaticana realizó esfuerzos para permitir el regreso del Prelado, así como lograr que se respete el derecho a la libertad religiosa, entre otros derechos humanos, y favorecer el diálogo con la oposición. El 17 de diciembre, el Papa Francisco envió al Nuncio Apostólico para expresar su preocupación sobre estos temas a Lukashenko.
En un comunicado del 24 de diciembre, la Conferencia de Obispos Católicos de Bielorrusia comunicó que Mons. Kondrusiewicz “regresó a Bielorrusia e inmediatamente se dirigió a la Nunciatura Apostólica” en la Catedral de la Santísima Virgen María de Minsk, para expresar su gratitud al Papa Francisco y a toda la Iglesia Católica y relatar “su estancia en el exilio”.
“¡Qué incomprensibles juicios de Dios y sus caminos desconocidos!”, dijo el Prelado. “Estas palabras del apóstol San Pablo me vienen a la mente cuando, después de casi cuatro meses de ausencia forzada e incapacidad para llevar a cabo la labor pastoral en Bielorrusia, finalmente estoy de regreso a casa”, agregó.
“A la edad de casi 75 años, de repente me encontré en una situación difícil, que percibo como una experiencia de la Providencia de Dios y como la cruz de mi vida”, señaló.
En relación a las autoridades bielorrusas, el Prelado dijo que acepta “con gratitud la decisión de las autoridades estatales, que me permitió regresar a mi casa y participar en la guía espiritual de los fieles confiados a mi cuidado pastoral”.
“He dedicado, dedico y dedicaré mi ministerio al sucesor de los apóstoles en Bielorrusia para el avivamiento espiritual y el fortalecimiento de la fe en mi tierra natal, así como para la consolidación de nuestra sociedad a través de la solución pacífica de los problemas que surgen”, dijo.
Pese a lo vivido, el Prelado recordó que “el mundo no está exento de buenas personas”. En ese sentido, expresó su gratitud a las muchas personas, entre conocidos, extraños, creyentes, no creyentes y gente de buena voluntad, que lo “apoyaron y oraron por un pronto regreso de este difícil momento de pruebas”.
Agradeció de forma especial al Papa Francisco y a la Secretaría de Estado de la Santa Sede por abogar por la resolución de la crisis en su país.
“El Papa y sus asociados más cercanos, el Cardenal Pietro Paralin, los Arzobispos Paul Richard Gallagher y Antonio Menini, así como el nuncio apostólicos en Bielorrusia, el Arzobispo Ante Jozic, y el enviado especial del Papa, Mons. Claudio Gugerotti, han hecho muchos esfuerzos en mayo para volver a una solución positiva”, dijo.
“Agradezco de todo corazón a los obispos bielorrusos, especialmente a mis auxiliares Yuri Kasabutsky y Alexander Yashevsky, sacerdotes, consagrados y creyentes por sus esfuerzos y oraciones por mi pronto regreso”, añadió.
El Prelado también agradeció “a las numerosas Conferencias de Obispos Católicos, clérigos, estadistas y figuras públicas de todo el mundo por sus esfuerzos para resolver el problema lo antes posible”.
Además, expresó su gratitud a la Iglesia en Polonia, por orar y darle “un lugar” donde quedarse durante su exilio. El Prelado dijo que se hospedó principalmente en la parroquia de San Antonio en Sakulka y en la parroquia San “Hermano Albert” en Monki, Arquidiócesis de Bialystok, y la parroquia de la Divina Providencia en Bielsko-Podlaskie, Diócesis de Drahicyn.
Mons. Kondrusiewicz también recordó que en Navidad “Jesús ha traído paz a nuestro mundo que está en conflicto” y afirmó que “todavía lleva esta paz a través del ministerio de la Iglesia”. Recordó que “la paz externa es imposible sin la espiritual. Por tanto, es necesario abrir las puertas de nuestro corazón a Cristo, para que Él por su gracia pueda nacer en ellos”, afirmó.
“Gracias de nuevo por las oraciones y los esfuerzos por mi exitoso regreso a casa, los felicito a todos por la Navidad y el próximo Año Nuevo. Que nuestros corazones se conviertan en el lugar de nacimiento de Jesús para que nos dote a nosotros y a nuestra Patria Bielorrusia con su gracia, paz y dones necesarios”, concluyó.
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