El Obispo de Córdoba, España, Mons. Demetrio Fernández, recordó que la unión conyugal de los esposos ha sido bendecida por Dios y que los matrimonios no deben poner impedimento a la fecundidad.
En su carta semanal donde abordó los 50 años de la encíclica Humanae vitae, Mons. Demetrio Fernández explicó que “dado el carácter cíclico de la fecundidad, no se deriva de cada acto conyugal la concepción de un nuevo hijo, pero todos y cada uno de los actos ha de estar abierto a la vida, los esposos no deben poner ningún impedimento”.
“El misterio del hombre sólo se ilumina a la luz del misterio del Verbo encarnado, nos recuerda el Vaticano II. También en este punto tan profundo y delicado del amor, y del amor en su máxima expresión corporal, como es la unión sexual de los esposos, bendecida por Dios desde el principio y elevada a la categoría de sacramento por el mismo Jesucristo”.
El Obispo de Córdoba subrayó que “la sexualidad, lugar en el que se expresa ese amor corporal de los esposos, no es mala”.
De hecho, “es algo salido de las manos de Dios, por tanto, es algo bueno en su origen. Ciertamente, el pecado ha trastornado todo lo que ha salido bien de las manos de Dios, pero no lo ha destruido ni lo ha corrompido plenamente. Esta realidad del principio, herida por el pecado, ha sido sanada por el mismo Cristo”.
En este sentido, animó a aumentar el trato con Jesús, pues “el trato con Jesucristo hace entender y ayuda a vivir este aspecto tan neurálgico de la vida de los esposos”.
En la encíclica Humanae vitae, “el Papa Pablo VI hace un canto al amor de los esposos, diciendo que ha de ser un amor humano y humanizador. Es decir, sensible y espiritual al mismo tiempo”.
El amor de los esposos “no es una simple efusión del instinto o del sentimiento, sino que es también y principalmente un acto de la voluntad humana. Es un amor que va convirtiendo a los esposos en un solo corazón y los va conduciendo a la perfección de cada uno”.
“Es un amor total, es una forma singular de amistad personal, que se goza no sólo en recibir, sino en darse sin reservarse nada. Es un amor fiel y exclusivo hasta la muerte. Así lo entiende el esposo y la esposa el día que lo asumen libremente”.
Ese amor “puede conocer momentos de prueba, pero esa fidelidad es posible, noble y meritoria. Así lo demuestran tantos matrimonios de hoy y de siempre. Es un amor fecundo, porque normalmente se prolonga en el don de los hijos, que son el don más excelente del matrimonio y contribuyen al bien de los padres”.
El Obispo de Córdoba señaló que en el contexto en que se publicó esta encíclica “está en plena efervescencia la revolución sexual de 1968, el amor libre y sin ataduras, la expansión y universalización de la píldora anticonceptiva, la propuesta del aborto libre y una serie de retos que plantean a los cristianos una respuesta”.
“Esta encíclica de Pablo VI –concluyó– ilumina con una luz duradera que el ejercicio de la sexualidad humana tiene su lugar dentro del matrimonio, en el cual cada uno de los actos de unión sexual propios de los esposos deben estar abiertos a la vida, pues tales actos para ser humanos llevan incluido el sentido unitivo y el sentido procreativo de la unión sexual”.
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