Luego de pasar por varias dificultades es elegido rey de Noruega y toma a la religión cristiana como base de su reino. Combatió arduamente las prácticas paganas, demoliendo los templos, construyendo iglesias en esos lugares y trayendo obispos y sacerdotes de Inglaterra.
Su valerosa lucha contra la vieja constitución del condado y por la unión de Noruega, así como su amor por el cristianismo hicieron que surgieran enemigos. Los clanes se rebelaron contra Olaf y acudieron al rey Cnut de Dinamarca e Inglaterra por ayuda. De esta manera Olaf fue traicionado, expulsado y Cnut llegó a ser rey de Noruega.
Tras dos años de exilio, Olaf retornó a Noruega con un ejército y se encontró con los rebeldes en Stiklestad, donde se produjo una batalla el 29 de julio de 1030. El rey Olaf luchó con coraje, pero fue mortalmente herido. Antes de morir rezaba “Dios ayúdame”.
Su fama de santo se fue expandiendo en la edad media y muchos milagros se produjeron con su intercesión. San Olaf es mirado por los noruegos como un gran campeón de la independencia nacional y católicos y protestantes de la zona pueden encontrar en él un gran modelo.
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