Una nueva ruta de peregrinación sigue los pasos de Santa María Magdalena

Relatos medievales sugieren que luego de la Ascensión de Cristo, muchos de sus más cercanos compañeros huyeron de la persecución en Tierra Santa y pasaron el resto de sus vidas terrenas en el sur de Francia. Entre ellos habrían estado Santa Marta y Lázaro de Betania, San Maximino de Aix y Santa María Magdalena, la cual es reconocida como la santa patrona de la región francesa de Provenza.

De acuerdo a la tradición, María Magdalena llegó a la costa francesa en bote, pisando tierra en una ciudad hoy conocida como Saintes-Maries-de-la-Mer.

Después de evangelizar toda la zona, especialmente la ciudad de Marsella, se estableció en una gruta en el corazón de una montaña cercana, que luego se convertiría en el Santuario de Sainte-Baume, donde se habría dedicado a la oración hasta el final de sus días.

Su tumba, considerada la “tercera bóveda de la Cristiandad”, después del Santo Sepulcro de Jerusalén y la tumba de San Pedro debajo de la Basílica en el Vaticano, está localizada en Saint-Maximin, al pie de las montañas de Sainte-Baume, y ha sido custodiada por los dominicos durante siglos.

Es precisamente entre la Iglesia de Notre-Dame-de-la-Mer (Nuestra Señora del Mar), en Saintes-Maries-de-la-Mer, y la Basílica de Santa María Magdalena en Saint-Maximin, que se encuentra este nuevo camino de fe.

El itinerario de más de 236 kilómetros tiene 10 etapas, ante el majestuoso paisaje de la Camarga y Provenza.

En una entrevista con la radio católica RCF, Renaud Muselier, presidente del Consejo Regional de Provenza-Alpes-Costa Azul, dijo que “María Magdalena dejó huellas en todas partes en la región, y es muy importante para nosotros, para nuestra cultura, para nuestra religión”.

La peregrinación fue inaugurada en la hospedería Saint Baume, el domingo de Pentecostés, el 24 de mayo, poco después de la reapertura de la Gruta de Santa María Magdalena, que había estado cerrada desde junio de 2020 para restauración y mejoras de seguridad.

Muselier añadió que hizo todo lo posible para asegurarse de que la gruta, un punto crucial en la peregrinación, fuera abierta pronto, para que así este sitio de herencia cristiana y francesa no fuera olvidado por los fieles y los turistas.

“Es un diamante espiritual”, dijo. “Cuando tenemos la suficiente suerte de tener una joya como esa en el corazón de un parque natural, debemos asegurarnos de que sea promovida y protegida”.

Para más información, puede ingresar AQUÍ.

Traducida y adaptada por David Ramos. Publicada originalmente en National Catholic Register.

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