La Iglesia Católica celebra cada 1 de agosto la Fiesta de San Alfonso María de Ligorio, patrono de los estudiosos de teología moral y de los confesores, Doctor de la Iglesia -en virtud de sus escritos sobre moral- y uno de los santos más populares del siglo XVIII. Fue fundador de la Congregación del Santísimo Redentor, cuyos miembros son conocidos como redentoristas. Además, es patrono de los abogados católicos, confesores y moralistas.
Este santo italiano, natural de Nápoles, nació el 27 de septiembre de 1696. Con solo 12 años fue admitido en la facultad de Derecho y a los 16 obtuvo el doctorado en Derecho Civil y Canónico. Es autor de numerosas obras consideradas grandes aportes a la teología: “La práctica de amar a Jesucristo”, “La preparación para la muerte”, “Las glorias de María”. Un lugar especial entre ellas ocupa su “Teología moralis”, escrito de gran influencia en la formación del sacerdocio.
San Alfonso predicaba con sencillez y enseñaba a sus misioneros que “un sermón sin lógica resulta disperso y falto de gusto. Un sermón pomposo no llega a la masa. Por mi parte, puedo deciros que jamás he predicado un sermón que no pudiese entender la mujer más sencilla". Estas palabras no constituyen una ofensa, ni son alguna forma de sarcasmo. Ciertamente, en la época de San Alfonso, las mujeres raramente eran educadas o letradas, situación que ha ido cambiando a lo largo del tiempo, de la que él fue consciente y en la que quiso ayudar. Con esa sensibilidad pastoral, Alfonso dejaba un punto bien en claro: el sacerdote debe preocuparse de que sus sermones sean realmente medios al servicio del pueblo, para que este llegue a Dios y no un obstáculo que enrede o distorsione el mensaje evangélico. Esto será siempre un reto para cualquier predicador que desee realmente anunciar a Cristo, y Alfonso lo sabía.
Entre sus dichos más conocidos está ese que reza: “No hay gente débil y gente fuerte en lo espiritual, sino gente que no reza y gente que sí sabe rezar”.
Benedicto XVI explicaba a los fieles, un día como hoy, en el año 2012, que este santo "nos recuerda que la relación con Dios es esencial en nuestra vida: sin la relación con Dios falta la relación fundamental" y que "Dios nos ha creado por amor, para podernos donar la vida en plenitud”.
San Alfonso María falleció a la edad de 90 años, el 1 de agosto de 1787, en medio de circunstancias muy dolorosas, como la separación injusta de su Orden. Gracias a Dios, post mortem fue rehabilitado.
Su canonización tuvo lugar en 1839 y fue declarado Doctor de la Iglesia en 1871.
“Alfonso” significa “listo para el combate” y de alguna manera su vida fue muestra de ellos. Es representado generalmente con el crucifijo en las manos, encorvado -a causa de una terrible dolencia que padeció-, libros, el rosario o la figura de la Santísima Virgen María, a quien tuvo la más profunda de las devociones.
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