San Juan de Egipto fue un eremita que vivió en el desierto de Nitria en el siglo IV. Dios le concedió el don de profecía, la sabiduría para el consejo y el poder de curar enfermedades. Fue consultado por emperadores, hizo una profecía sobre Teodosio el Grande y grandes Padres de la Iglesia como San Jerónimo y San Agustín escribieron sobre él.
San Juan nació en en Tebaida, Licópolis, donde aprendió el oficio de carpintero. A la edad de 25 años decidió renunciar a la vida mundana para dedicarse a la oración y meditación. Se puso bajo la guía de un anciano anacoreta quien, durante diez años, lo ejercitó en la obediencia y la renuncia de sí mismo.
El santo aprendió a obedecer con humildad y sin quejarse, aun cuando muchas de las órdenes que recibía parecían irracionales. Cualquiera que fuera la tarea que se le imponía, San Juan de Egipto respondía con paciencia y constancia. Cuando su maestro murió, Juan se retiró a la cumbre de una escarpada colina, donde construyó su celda. Allí permaneció hasta el final de sus días, viviendo prácticamente sin entrar en contacto con nadie. Solo recibía a algunas personas para aconsejarlas o asistirlas espiritualmente.
A San Juan de Egipto se le considera como el Padre de todos los ascetas.
Falleció a la edad de 90 años. La tradición señala que su cuerpo fue encontrado en posición de oración.
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