En su segundo día de visita a Irak, el Papa Francisco participó en un encuentro interreligioso en la llanura de Ur, la tierra de Abraham, desde la cual hizo un llamado a construir la fraternidad y a testimoniar a Dios, ante la imagen distorsionada que el mundo suele proponer del Altísimo.
Francisco llegó a la llanura de Ur este sábado 6 luego de su encuentro privado con el líder musulmán chiíta Al Sistani, en Najaf. Con la visita a la tierra de Abraham, el Pontífice cumplió el sueño de su predecesor San Juan Pablo II, que en el año 2000 no pudo viajar a este país.
Ur de los caldeos es una de las más antiguas e importantes sumerias, situada a 24 kilómetros de Nassiriya, es conocida hoy como Tell al-Muqayyar (Colina de la Paz). Fue la capital del imperio sumerio que a finales del 3.000 antes de Cristo dominaba toda Mesopotamia.
Antes de pronunciar su discurso, el Papa escuchó los testimonios de dos jóvenes –uno cristiano y el otro musulmán-, de una mujer de religión preislámica sabea mandea, y de un profesor musulmán chiíta.
Asimismo, se leyó el pasaje del libro del Génesis que relata la salida de Abraham de Ur hacia la tierra de Canaán; y un pasaje del Corán también sobre el patriarca Abraham.
Frente a los líderes religiosos, el Santo Padre afirmó que judíos, cristianos y musulmanes “somos fruto” de la llamada de Dios a Abraham y de su viaje fuera de la tierra de Ur, de la que salió confiando en la promesa del Padre.
En ese sentido, dijo que como descendientes de Abraham, “tenemos sobre todo la función de ayudar a nuestros hermanos y hermanas a elevar la mirada y la oración al Cielo”, conscientes de que el ser humano necesita de Dios.
“El hombre no es omnipotente, por sí solo no puede hacer nada. Y si elimina a Dios, acaba adorando a las cosas mundanas”, advirtió el Papa, pues los bienes del mundo “hacen que muchos se olviden de Dios y de los demás”.
“La verdadera religiosidad es adorar a Dios y amar al prójimo”, afirmó el Pontífice, y señaló que “en el mundo de hoy, que a menudo olvida al Altísimo y propone una imagen suya distorsionada, los creyentes están llamados a testimoniar su bondad, a mostrar su paternidad mediante la fraternidad”.
Ante los representantes religiosos, el Pontífice señaló que como creyentes “no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión”, y recordó las atrocidades cometidas por los terroristas en el norte de Irak, en referencia al grupo fundamentalista Estado Islámico, que entre 2014 y 2017 asoló la llanura del Nínive y parte de la vecina Siria.
“Sin embargo, incluso en ese momento oscuro brillaron las estrellas. Pienso en los jóvenes voluntarios musulmanes de Mosul, que ayudaron a reconstruir iglesias y monasterios, construyendo amistades fraternas sobre los escombros del odio, y a cristianos y musulmanes que hoy restauran juntos mezquitas e iglesias”, expresó.
Rezamos, manifestó, “para que en todas partes se respete la libertad de conciencia y la libertad religiosa; que son derechos fundamentales, porque hacen al hombre libre de contemplar el Cielo para el que ha sido creado”.
Salir de nosotros mismos
En su discurso, el Pontífice dijo que así como Abraham tuvo un camino de salida que comportó sacrificios, sus descendientes “estamos llamados a dejar esos vínculos y apegos que, encerrándonos en nuestros grupos, nos impiden que acojamos el amor infinito de Dios y que veamos hermanos en los demás”.
En ese sentido, indicó que la pandemia del coronavirus “nos ha hecho comprender que ‘nadie se salva solo’”. “En las tempestades que estamos atravesando no nos salvará el aislamiento, no nos salvará la carrera para reforzar los armamentos y para construir muros, al contrario, nos hará cada vez más distantes e irritados. No nos salvará la idolatría del dinero, que encierra a la gente en sí misma y provoca abismos de desigualdad que hunden a la humanidad. No nos salvará el consumismo, que anestesia la mente y paraliza el corazón”, advirtió.
Francisco dijo que “el camino que el Cielo indica a nuestro recorrido es otro, es el camino de la paz. Este requiere, sobre todo en la tempestad, que rememos juntos en la misma dirección”.
“Queridos amigos, ¿todo esto es posible? El padre Abrahán, que supo esperar contra toda esperanza, nos anima. En la historia, hemos perseguido con frecuencia metas demasiado terrenas y hemos caminado cada uno por cuenta propia, pero con la ayuda de Dios podemos cambiar para mejor”, afirmó.
En ese sentido, el Papa llamó a rechazar la proliferación de armas, la ambición del dinero, así como a cuidar la creación y la vida humana. “Nos toca a nosotros recordarle al mundo que la vida humana vale por lo que es y no por lo que tiene, y que la vida de los niños por nacer, ancianos, migrantes, hombres y mujeres de todo color y nacionalidad siempre son sagradas y cuentan como las de todos los demás”, señaló.
“El camino de Abrahán fue una bendición de paz. Sin embargo, no fue fácil, tuvo que afrontar luchas e imprevistos. También nosotros estamos ante un camino escarpado, pero necesitamos, como el gran patriarca, dar pasos concretos, peregrinar para descubrir el rostro del otro”, expresó.
Luego del discurso del Papa, los representantes de las diversas religiones rezaron juntos la oración de los hijos de Abraham.
La última actividad de este sábado será la Misa que Francisco celebrará en la Catedral Caldea de San José en Bagdad.
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