En el altar, el sacerdote es verdaderamente Cristo, afirma el Cardenal Sarah

El Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, recordó la “responsabilidad” del sacerdote durante la Eucaristía, porque, “Jesús está verdaderamente en mí, yo soy Cristo”.

“Sobre el altar yo no presido nada”, afirmó el Cardenal. “Indignamente, Jesús está verdaderamente en mí, yo soy Cristo: ¡Qué afirmación más aterradora! ¡Qué temible responsabilidad! Me paraliza de terror, pero es cierto: estoy en el altar en su nombre y en su lugar. Es Cristo en persona quien consagra el pan y el vino después de haberle dado mi voz, mi cuerpo, mi pobre corazón, profanado tantas veces por mis muchos pecados y que pido purificar”.

El Cardenal Sarah realizó esta enseñanza este sábado 28 de septiembre en la Misa que celebró en la Basílica de San Pedro del Vaticano en acción de gracias por los 50 años de su ordenación sacerdotal y los 40 de su ordenación episcopal.

En su homilía explicó que “el sacerdote es la obra más grandiosa, el regalo más generoso hecho por Dios a la humanidad, es el tesoro más precioso e inaudito que exista sobre la tierra”.

Sin embargo, matizó que “esto sucede únicamente su nosotros, sacerdotes, aceptamos ser crucificados con Cristo, si cada uno de nosotros está preparado para decir, como San Pablo, en el momento concreto de la propia existencia: ‘yo no vivo, sino que Cristo vive en mí’”.

“La Eucaristía tiene lugar únicamente si nuestra vida está marcada por la cruz”, insistió. “El sacerdote vive la alegría de su plenitud en la Santa Misa, que es la razón de ser de su existencia, aquello que da sentido a su vida. Durante la Misa, en la patena y en el cáliz, el sacerdote permanece cercano a la Hostia, y está verdaderamente delante y junto a nuestro Señor Jesucristo: Jesús lo mira y él mira a Jesús”.

El Cardenal se preguntó: “¿Somos plenamente conscientes de qué significa la presencia real del mismo Cristo delante de nuestros ojos, bajo las especies eucarísticas? Durante la Misa de cada día, el sacerdote se encuentra cara a cara con Jesucristo y, en ese preciso instante, es identificado con Cristo convirtiéndose no solamente en un Alter Christus, otro Cristo, sino que es verdaderamente Ipse Christus, el mismo Cristo”.

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