La Corte Suprema de Pakistán absolvió el pasado 25 de septiembre a Wajih ul Hassan, un musulmán que había sido condenado a muerte en 2002 bajo la ley de blasfemia por supuestamente ser el autor de unas cartas blasfemas y ultraje al profeta Mahoma.
Luego de 18 años, Hassan recuperó su libertad, después que el tribunal compuesto por tres jueces, guiados por Sajjad Ali Shah, concluyeran que no existen pruebas suficientes para sustentar su culpabilidad.
El fiscal general suplente de Punjab, Mohammad Amjad Rafiq, comentó al periódico Dawn que “las acusaciones se derivaron de las cartas que el acusado supuestamente escribió a un abogado de alto rango, Ismail Qureshi, después de que este último logró obtener un fallo favorable del Tribunal Federal de Shariat (FSC)”.
Hassan fue acusado el 2001 por una “confesión extrajudicial” realizada al gerente de la fábrica donde trabajaba, y por las conclusiones de un grafólogo, que afirmaba la similitud entre la caligrafía del acusado y las cartas mencionadas.
Sin embargo, según Dawn, la Corte concluyó que ambas pruebas eran débiles según la ley y, habiendo una falta de testigos directos, “el tribunal principal no tuvo más opción que ordenar la liberación del acusado después de exonerarlo de todos los cargos.”
Este caso trae a la memoria la historia de Asia Bibi, una mujer católica que fue condenada por blasfemia y que luego de nueve años de cárcel, recuperó su libertad el 31 de octubre del año pasado, y abre el debate nuevamente sobre la viabilidad de una ley que condena la blasfemia.
La ley de blasfemia está inspirada en la sharia (ley islámica) para castigar, incluso con la muerte, cualquier ofensa de palabra u obra contra Alá, Mahoma o el Corán. La blasfemia puede ser denunciada por cualquier musulmán sin necesidad de testigos o pruebas.
Aunque se ha registrado que también fieles musulmanes son víctimas de la ley de blasfemia, el 14% de las personas acusadas bajo esta legislación son los no musulmanes, que en Pakistán constituyen solo el 3% de la población.
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