Instrumento de trabajo de Sínodo iguala cristianismo con demás religiones, denuncia obispo

El Obispo Emérito de Marajó (Brasil), Mons. José Luis Azcona, denunció que el Instrumento de Trabajo (IT) del Sínodo de la Amazonía nivela el cristianismo con todas las religiones, negando “la unicidad y exclusividad del camino de Cristo”.

“El relativismo y la nivelación de todas las religiones y credos afirmando que existen otros caminos válidos para la salvación están queriendo negar la unicidad y exclusividad del camino de Cristo. ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida’. ‘Nadie va al Padre si no es por Mí...Yo y el Padre somos uno. Quien me ve a Mí, ve al Padre...’. Esto no se confunde con ninguna actitud corporativista”, expresó el Prelado en un artículo enviado a ACI Prensa.

El Obispo español, que gobernó pastoralmente la diócesis amazónica entre 1987 y 2016, se refirió al numeral 39 del IT, que señala lo siguiente:

“Muchos pueblos amazónicos son constitutivamente dialógicos y comunicativos. Existe un amplio y necesario campo de diálogo entre las espiritualidades, credos y religiones amazónicas que exige una aproximación cordial a las diversas culturas. El respeto de este espacio no significa relativizar las propias convicciones, sino reconocer otros caminos que buscan desentrañar el misterio inagotable de Dios. La apertura no sincera al otro, así como una actitud corporativista, que reserva la salvación exclusivamente al propio credo, son destructivas de ese mismo credo. Así lo explicó Jesús al Doctor de la Ley en la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 30-37). El amor vivido en cualquier religión agrada a Dios. ‘A través de un intercambio de dones, el Espíritu puede llevarnos cada vez más a la verdad y al bien’ (EG 246)”.

Mons. Azcona, que recordó la misión evangelizadora de la Iglesia, abordó también el diálogo evangelizador que tiene que referirse el IT del Sínodo que comenzará el 6 de octubre.

A continuación el texto completo de Mons. Azcona:

EL DIÁLOGO EN EL SINODO DE LA AMAZONÍA

(IT, Capítulo 4º, números 36 a 42)

El diálogo del que aquí tratamos es el diálogo evangelizador al cual necesariamente tiene que referirse el IT.

Este diálogo tiene como finalidad constitutiva, sin negar otras, “iluminar a todos los hombres y a todos los pueblos (también a los amazónicos) anunciando el Evangelio a toda criatura (Mc 16, 15) con la luz de Cristo que brilla y resplandece en el rostro de la Iglesia” (Cfr LG1).

Cualquier otro diálogo o cualquier otra finalidad del mismo, no responde ni al ser ni al actuar de la Iglesia que “existe para evangelizar” (Cristo Crucificado y Resucitado). Este no es un diálogo entre personas eruditas sobre culturas indígenas, mitos sobre el “bien vivir” con la naturaleza, ni tampoco la escatología de la “tierra sin males”.

No es una reflexión conjunta ni un estudio respetuoso, participativo, entre amigos, esforzado y perseverante con la finalidad principal de “crear una sociedad justa, capaz de memoria y sin exclusiones” (EG 238).

Esto supondría la muerte del Evangelio y de la Iglesia. Esta quedaría reducida a la condición de una grandiosa e imponente ONG universal, especialista en humanismo, llegando a ser la máxima expresión evolutiva de la humanidad por la globalización de la solidaridad.

Los protagonistas de esta grandiosa ONG serían los pueblos indígenas de la Amazonía llamados por el destino a esta misión histórica: ¡Amazonizar la Iglesia y así amazonizar el mundo! ¡Esto es, hermanos, la torre de Babel!

Por lo contrario, el diálogo evangelizador tiende necesariamente a la comunicación alegre, amiga, confiada, segura y simple de que en Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, se ofrece a todos los hombres la salvación integral (personal, social, ambiental, temporal y eterna), por la fe en el “Dios que tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo único” (Jo 3, 16).

Todo esto nos indica la grandeza y transcendencia de un diálogo cuya finalidad incluye sobre todo la salvación presente y eterna por medio del amor crucificado, “único eje cultural capaz de mudar las estructuras perversas de la sociedad” (también indígenas) en estructuras justas (Aparecida 543), “porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo se salve por Él” (Jo 3, 17).

Que este diálogo es absolutamente cuestionador y no intranscendente, de estudiosos de culturas indígenas o de expertos en ONG amazónicas nos lo recuerda la Palabra. “Aquel que cree (en el amor de Dios) ya está salvado, quien no cree, está condenado” (Jo 3, 18).

La cuestión fundamental del diálogo evangelizador es esta: “Libertar a cada hombre y todos los hombres de cualquier tipo de esclavitud que los oprima, sobre todo de la esclavitud del pecado y del maligno... en la alegría de conocer a Dios y ser conocido por Él” (EN 7. 9. 10).

¿Quién es el protagonista del diálogo? (IT 38). No evidentemente los pueblos de la Amazonía tratándose del diálogo evangelizador. Ni tampoco, “de modo especial los pobres y los culturalmente diferentes” (IT 38). Ellos son los destinatarios primeros y privilegiados de la evangelización y por tanto del diálogo (Lucas 4, 18 ss), que una vez convertidos a Cristo serán efectivamente actores privilegiados del diálogo evangelizador.

Las “otras doctrinas petrificadas” que se oponen a una evangelización dialógica (Ibid) no son evidentemente las doctrinas y misterios que la Iglesia proclama con gratitud a Dios en el símbolo apostólico y rectamente explicado por el Catecismo.

Por otra parte, la ambigüedad y las medias verdades que caracterizan el IT se patentiza en la afirmación de que el diálogo es un proceso de aprendizaje facilitado “por la apertura a la transcendencia” (EG 205). En verdad, el texto debería decir que el diálogo salvífico es posibilitado por la “apertura a la transcendencia de Cristo en el cual habita toda la plenitud  de Dios corporalmente” (Col).

El relativismo y la nivelación de todas las religiones y credos afirmando que existen otros caminos válidos para la salvación (IT 39) están queriendo negar la unicidad y exclusividad del camino de Cristo. “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. “Nadie va al Padre si no es por Mí...Yo y el Padre somos uno. Quien me ve a Mí, ve al Padre...”. Esto no se confunde con ninguna actitud corporativista (Ibid).

Conversión, Palabra, Pentecostés (IT 40). Nuevamente el documento de la REPAM (IT 40) construido con medias verdades, aparece como inútil. La verborrea y la imprecisión del mismo nos dan la sensación de vértigo. Por ejemplo, el concepto de conversión de los corazones endurecidos, únicamente es posible desde la “predicación del misterio pascual y del arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones” (Lucas 24, 44ss; Hechos 2, 38). Arrepentimiento que es originado exclusivamente por la “convicción de pecado suscitada por el Espíritu Santo, porque no creen en Mí” (Cfr Jo 16, 8ss). Es exclusivamente en la dirección de Cristo que se encuentra la salvación por la fe.

Tampoco el compartir las verdades con la humanidad entera, si no se comparte la Palabra, la Verdad que se hizo carne y habitó entre nosotros y “nosotros hemos visto su gloria” (Jo 1, 14). El diálogo no transforma la mentalidad de nadie, tampoco de los pueblos amazónicos en absoluto.

La confusión se convierte en herejía cuando se da por supuesto que aún tiene que acontecer el nacimiento de la Iglesia “que camina en busca de su identidad rumbo a la unidad del Espíritu Santo”.

El diálogo no es pentecostal porque él sea el origen de la Iglesia, sino porque el acontecimiento de Pentecostés engendrando la Iglesia, hizo de ésta una Iglesia misionera y evangelizadora.

Porque la Iglesia no es engendrada por el diálogo. Ella existe antes que nosotros. Es por el bautismo que formamos el Cuerpo de Cristo: “Fuisteis bautizados con el Espíritu Santo para formar el Cuerpo de Cristo” (1Cor 12, 13).

Porque nuestra unidad eclesial en la única Iglesia crece y llega a su plenitud no en el diálogo, sino en el sacramento del Cuerpo y Sangre del Señor: “¿El cáliz de la bendición que bendecimos no es la comunión con la Sangre de Cristo...?” (1 Cor 10).

Por último, “el encuentro con el otro no nos muestra la impenetrabilidad de la realidad y del misterio de Dios” (IT 40). Si Este no se revela a Sí, mismo no existe probabilidad de ningún conocimiento ni de acceso real al Dios de Jesucristo, si no es por medio de Este y en su Espíritu.

Profetismo (IT 42).

El silencio sobre el acontecimiento de Pentecostés reduce el profetismo en la Amazonía a propuestas éticas, orientaciones moralistas, conatos esforzados, visión certera de aquello que hay que hacer. Sin la “experiencia profunda de Pentecostés que transformó a los apóstoles y los hizo testigos y profetas” (RM 24), los gritos y cantos de dolor y de júbilo de la Iglesia profética en la Amazonía se perderán en el silencio y en el vacío sin cambiar el rumbo de la historia ni tampoco de crear ningún camino nuevo para la misma. La opción preferencial por los pobres en este caso será tímida, necesariamente desprovista de vigor y completamente inútil. Sin el Espíritu Santo creador, regenerador, el Espíritu que da la vida a la naturaleza y sentido a su historia, “que procede del Padre y del Hijo” y sin el cual nada sano hay el mundo, nada digno, nada santo ni humano, el profetismo en la Iglesia y en la Amazonía sobre propuestas concretas de ecología integral, de diálogo entre los pueblos, culturas y territorios, el clamor de la tierra y de los pobres (IT 42), todo se convierte en fósil, la ecología integral en la ceniza y humareda de las “queimadas”, la teología de la naturaleza y de la historia, en pura poesía teológica y medioambiental.

“No había Espíritu porque Jesús no había sido crucificado y glorificado” (Jo 7, 37-29). Sin el Padre de los pobres que es el Espíritu Santo, estos mueren ineluctáblemente.

Por último, ¿quién es un profeta? Toda la Escritura del Antiguo y del Nuevo Testamento lo proclaman: “Si la palabra que proclama el profeta se cumple, yo lo he enviado. De lo contrario, él es un falso profeta. Yo no lo envié.”

Dom José Luis Azcona Obispo Emérito de Marajó

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