Mamma Irene vivió plenamente su llamado y falleció el 15 de mayo pasado, solemnidad de Pentecostés, a los 93 años de edad: fue la madre adoptiva de 58 hijos y ejemplo para decenas de mujeres que siguieron su camino.
Irene falleció en la casa que le donó el Beato Pablo VI en los años ´60. Cientos de personas, incluyendo el Cardenal Ennio Antonelli, asistieron al funeral que se realizó en la comunidad de Nomadelfia, fundada en 1948 y que actualmente está conformada por más de 50 familias que acogen a niños abandonados como sus propios hijos.
San Juan Pablo II visitó esta comunidad en 1989 y elogió su estilo de vida porque le recordaba al de los primeros cristianos. También han recibido la bendición del Papa Francisco.
El Obispo de Grosseto, Italia, Mons. Rodolfo Cetoloni, llevó las condolencias del Papa Francisco y dijo que con Irene “nació una forma nueva y profética de maternidad, aquella de las madres de vocación, mujeres que durante su existencia se han hecho cargo de niños que no han tenido ningún otro afecto, y ellas los hicieron crecer y los convirtieron en hombres y mujeres cristianos”.
El Obispo de Grosseto añadió que la “primera madre de Nomadelfia” tomó en serio la llamada del Evangelio a la “fecundidad de la vida, que es de todos, y el respeto por cada existencia (…) de la que se hizo cargo amándola y cuidando a los más pequeños, que son definidos hoy por el Papa Francisco como los ‘descartados’ de una sociedad que continúa marginando y excluyendo”.
“Debemos agradecer a Irene y a todas las madres de vocación por este servicio que Nomadelfia ha generado y ofrecido a nuestro tiempo”, expresó.
El diario L’Avvenire de la Conferencia Episcopal Italiana publicó las palabras de Elisa Tirabassi, bisnieta adoptiva de Irene que indicó que la misión de la vida de “madre de Nomadelfia” siempre fue hacer el bien.
También recordó que la cocina de su bisabuela “había un olor a café y el ambiente era relajado, como un lugar donde reinaba la calma y se vivía en paz”. Indicó que Irene los esperaba hasta tarde a que regresaran de trabajar y que se desvivía por atenderlos y que no les faltara nada.
“Finalmente, cuando la cena estaba servida, se sentaba frente a mí con su espléndida y desarmante sonrisa que iluminaba una cara de la cual parecían desaparecer todas las señales dejadas por el tiempo y por su intensa vida”, manifestó.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 17 de marzo de 2016
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