La discusión comenzó cuando la enfermera Ana Rita Cavaco dijo a Rádio Renascença que “la eutanasia ya se aplica en los hospitales del país, al margen de la ley”.
Cavaco añadió que fue testigo de casos en los que de unos médicos “sugerían administrar insulina a determinados pacientes para provocarles un coma insulínico”. Estas declaraciones llevaron a que el Ministerio de Salud ordene una investigación.
Por su parte, el Bloque de Izquierda manifestó su intención de presentar al Parlamento un proyecto de ley para legalizar la eutanasia. Esta propuesta ha sido acogida por el Partido Socialista, lo cual aumentaría la probabilidad de que se apruebe.
Ante esta situación, los obispos portugueses publicaron el 14 de marzo un comunicado en su sitio web en el que señalan que quienes autoricen esta práctica “están confirmando que la vida de una persona que sufre o que depende de los demás ya no tiene sentido y que pierde dignidad porque sólo en esas situaciones sería lícito suprimirla”.
Añadieron que la legalización de la eutanasia afectará “el modo en que la sociedad enfrenta las enfermedades y el sufrimiento” porque “la solución ya no pasaría por un esfuerzo solidario de combate a la enfermedad y al sufrimiento, sino por eliminar la vida de esa persona”.
Los prelados señalaron que “en el fondo la legalización de la eutanasia y del suicidio asistido pretende redefinir las ancestrales tomas de conciencia éticas y jurídicas relativas al respeto y a la sacralidad de la vida humana”.
En ese sentido, recordaron que “el valor intrínseco de la vida humana en todas sus etapas y en todas las situaciones está profundamente enraizado en nuestra cultura y tiene innegablemente la marca judeocristiana”.
Además indicaron que “la Constitución portuguesa reconoce que ‘la vida humana es inviolable’ (artículo 24°n°1)” y que “la vida humana presupone todos los derechos y de todos los bienes terrenos. También presupone la autonomía y la dignidad. Por eso no se puede justificar la muerte de una persona con el consentimiento de esta”.
Por otro lado, manifestaron que cuando el enfermo quiere optar por la eutanasia, los servicios de salud, de la sociedad y del Estado no deberían alentarlo a que lo haga sino que deberían decirle: “no, tu vida no ha perdido sentido, no ha perdido dignidad, tiene valor hasta el final, tú no eres una carga para los otros, sigues teniendo un valor inconmensurable para todos nosotros”.
Muchas veces, dijeron los obispos portugueses, el deseo de morir de una persona en realidad “traduce un estado de ánimo momentáneo, que puede superarse; o es fruto de estados depresivos probablemente causados por el tratamiento; o es la expresión del deseo de vivir de otro modo (sin el sufrimiento, sin experimentar la soledad o la falta de amor); o un grito de desesperación de quien se siente abandonado y quiere llamar la atención de los demás”.
Traducido y adaptado por María Ximena Rondón. Publicado originalmente en ACI Digital.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 25 de julio de 2015
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