Pese a la reanudación de Misas públicas, la misión evangélica de sacerdotes y religiosas seguirá siendo afectada por la crisis, señaló la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), que desde el brote del coronavirus trabaja con “creatividad y confianza en Dios” para ayudarlos a continuar su labor pastoral.
Desde el inicio de la pandemia, ACN ha recibido mucha solidaridad, pero también noticias de las “crecientes necesidades y del heroico compromiso de sacerdotes y religiosos en la lucha contra la COVID-19”, que “no es sólo un problema sanitario, social y económico, sino también un problema pastoral”, dijo Regina Lynch, directora del departamento de proyectos de ACN.
La iglesia local en África, Asia, Iberoamérica, Europa Central y del Este pide ayuda más por “los efectos de las restricciones en la vida cotidiana de la Iglesia” que por necesidades médicas, pues la suspensión de las Misas, escuelas y encuentros públicos han generado que “cada vez más personas tengan dificultades para ganarse el sustento”, añadió.
Al respecto, Lynch explicó que “la colecta en la Misa dominical es lo que asegura la supervivencia de la parroquia”, especialmente en los “países donde los cristianos son una minoría -a veces perseguida- y pertenecen a los estratos sociales más bajos”.
Por ejemplo, en Pakistán, un país donde los cristianos sufren discriminación y a veces persecución por su fe, ACN impulsa un programa de emergencia, “pues hemos sabido por la Iglesia que la ayuda de emergencia del Gobierno no está llegando a los cristianos”.
“El dinero de la colecta -a menudo pueden ser en su lugar, pollos, verduras, arroz, etc.- garantiza que el sacerdote pueda comer, pagar a las religiosas que sirven a la parroquia, comprar gasolina para su motocicleta para visitar a los enfermos, o incluso disponer de una pequeña cantidad para ayudar a sus feligreses más pobres”, explicó.
Por esta razón, Lynch afirmó que “no celebrar Misas públicas u otros encuentros en la parroquia significa que sacerdotes y religiosas no pueden ejercer sus deberes más importantes: administrar los sacramentos, enseñar el Evangelio y consolar a los que necesitan más apoyo en estos tiempos inciertos”.
“En muchos casos, los futuros sacerdotes están confinados y el rector no tiene medios para atenderlos”, señaló Lynch y puso como ejemplo el seminario mayor de Goma, en la República Democrática del Congo, donde “el rector nos envió un SOS porque ya no podía contar con la población local a la hora de alimentar a sus seminaristas”.
En Burkina Faso, financian un programa para proteger del COVID-19 a futuros sacerdotes el Seminario Mayor de San Pedro y San Pablo donde cuatro están enfermos y sufrieron el fallecimiento de uno de sus formadores. Además, ayudan a sus familias, “pues ahora viven desplazadas debido a los ataques terroristas”.
Asimismo, Lynch señaló que debido a la crisis COVID-19, “diócesis que hasta ahora se las arreglaban sin nuestra ayuda” han empezado a pedirla por primera vez.
Por ejemplo, la diócesis de Kamyanets-Podilsk en Ucrania, donde “normalmente la parroquia paga a las religiosas”, el obispo ya no puede proporcionar a las religiosas lo que necesitan para sobrevivir debido a la ausencia de la misa dominical y la creciente pobreza de los creyentes.
“Gracias a la generosidad de nuestros benefactores de marzo” ACN envió más de 385 mil estipendios de misa (más de 3,1 millones de euros) a más de 10 mil 500 sacerdotes, informó Lynch. Además, aprobaron el envío de 800 mil euros para ayudar al sustento de religiosas de todo el mundo y continúan recibiendo peticiones similares.
La mitad de los más de 3,1 millones de euros se destinó a la Iglesia en África, donde las vocaciones siguen creciendo, pero afrontan “los desafíos de una variante del islam cada vez más agresiva, los conflictos y las catástrofes naturales”, dijo Lynch.
“Tenemos previsto dar continuidad a estos proyectos de apoyo a sacerdotes y religiosas durante los próximos meses ya que aunque en algunos países las misas públicas se estén retomando, la situación económica empeorará y nuestra ayuda será más necesaria que nunca”, dijo Lynch y observó que “en otros países la pandemia sigue causando estragos”.
En el caso especial de Siria, donde los cristianos ya luchan por sobrevivir tras nueve años de guerra, Lynch dijo que lanzaron un programa que permite a las familias “comprar alimentos y alguna forma de protección contra la pandemia”.
En Chile o Ucrania, ACN también han donado fondos para la compra de mascarillas y ropa protectora para “sacerdotes religiosas y seminaristas que siguen visitando a sus feligreses, especialmente a los enfermos y moribundos”, agregó.
En Bangladesh, el Arzobispo de Chittagong “nos envió una petición urgente para las religiosas que trabajan en su archidiócesis”, pues con el cierre de escuelas, albergues y dispensarios, ya no hay ingresos para pagarles, dijo Lynch. Antes de la crisis, el monto que recibían era insuficiente para sostenerse, “pero ahora la situación se ha vuelto dramática”.
En el mismo país asiático, en Mymensingh, Lynch informó que están ayudando a sostener a las Hermanas de la Santa Cruz y el obispo, que “en tiempos normales” enseñan a las personas el Evangelio y las habilidades necesarias para dejar atrás su pobreza, pero ahora destinan “todo el dinero disponible a ayudar a la gente que está sufriendo”.
Ante la crisis actual, muchos sacerdotes y religiosas realizan una labor heroica en favor de los más necesitados a pesar de sus carencias y exponiéndose a contagiarse del virus.
Por ejemplo, los sacerdotes de la diócesis de Dolisie, en la República Democrática del Congo, “comparten los estipendios de nuestras intenciones de misa con sus feligreses pobres” y muchas religiosas como las Hermanas Sociales de Cuba siguen con su labor pastoral de cuidar “ancianos que viven solos” y ayudar “a personas sin hogar”, afirmó Lynch.
Al respecto, dijo que también ayudan de forma especial a Europa Central, Europa del Este e Iberoamérica, donde las “hermanas no sólo enseñan el catecismo o preparan a los creyentes para los sacramentos en regiones aisladas de Siberia o los Andes, sino que… cuidan de los huérfanos, los ancianos abandonados o las niñas forzadas a la prostitución”.
Lynch también destacó el apoyo a las religiosas contemplativas, que desde el inicio de la pandemia se sumaron a la campaña de oración de ACN, a pesar de que “también dependen de la generosidad de los creyentes y de sus propias pequeñas iniciativas generadoras de ingresos para su supervivencia”
Por ejemplo, la Arquidiócesis de Santa Cruz en Bolivia llamó a ACN para ayudar a las Carmelitas del convento local, pues debido a las restricciones actuales para contener el COVID-19, “tienen dificultades para sobrevivir”, ya que “no hay demanda de hostias” que normalmente “era su fuente de ingresos”, agregó.
En otros lugares, ACN financió equipos técnicos “para llevar la Santa Misa y el mensaje del Evangelio” por radio o televisión y señaló que no se debería “subestimar el poder de los medios de comunicación”, señaló.
Por ejemplo, el obispo de la República de Kosovo, Mons. Dode Gjergji, pidió a ACN que financie un equipo para retransmitir la misa dominical desde la catedral de la Madre Teresa de Pristina. Al respecto, Lynch señaló que durante una de las misas, “se conectaron más de 50 mil personas”, añadió.
En África, donde ACN apoya iniciativas de Radio María, la Iglesia anima “a las familias católicas a convertirse en ‘iglesias domésticas’ durante la pandemia y a rezar juntos aún más intensamente”.
Si bien la crisis del coronavirus demanda ayuda médica y en muchos países, humanitaria, “esta es ante todo responsabilidad de las autoridades civiles locales”. Sin embargo, en muchos países, “las ONG y la Iglesia están haciendo este trabajo en su lugar”, afirmó Lynch.
Al respecto, Lynch señaló que la misión de ACN como institución benéfica pastoral es “ayudar a la Iglesia local a llevar el amor y la Palabra de Dios al pueblo y asegurar que no se vea obstaculizada en esta misión [primordial] por falta de medios económicos”.
En ese sentido, “la misión pastoral y el cuidado del alma” preceden al “ministerio de la caridad o la diaconía”, en especial en estos tiempos de crisis, donde “la gente necesita a la Iglesia más que nunca”, pues “tienen miedo y ante ellos se abre un futuro incierto”, agregó.
La Iglesia está consolando y ayudando espiritual y materialmente “no sólo a su propio rebaño sino a todo el Pueblo de Dios”, dijo Lynch.
Por ejemplo, recientemente la superiora de un convento dominico en Subotica, Serbia, escribió a ACN para expresar el agradecimiento de todo el pueblo por ayudar a sostener a cuatro religiosas ancianas y enfermas, cuya presencia es “signo del amor de Dios por el pueblo” y “signo de la vida eterna”, concluyó.
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