Dios llama, Dios sorprende y Dios ama. El Papa Francisco subrayó estas tres certezas que marcan la vida de todo cristiano este domingo 5 de mayo durante la Misa que presidió en la Plaza Knyaz Alexandar I de Sofía, durante el viaje apostólico que inició hoy a Bulgaria.
Dios llama
El Santo Padre explicó que “el Señor no espera situaciones ni estados de ánimo ideales, los crea. No espera encontrarse con personas sin problemas, sin desilusiones, pecados o limitaciones”. El Señor va al encuentro, destacó.
De hecho, “Él mismo enfrentó el pecado y la desilusión para ir al encuentro de todo viviente e invitarlo a caminar. Hermanos, el Señor no se cansa de llamar. Es la fuerza del Amor que ha vencido todo pronóstico y sabe comenzar de nuevo”.
“En Jesús, Dios busca dar siempre una posibilidad. Lo hace así también con nosotros: nos llama cada día a revivir nuestra historia de amor con Él, a volver a fundarnos en la novedad, que es Él mismo.”
Aseguró que Dios, “todas las mañanas, nos busca allí donde estamos y nos invita a alzarnos, a levantarnos de nuevo con su Palabra, a mirar hacia arriba y a creer que estamos hechos para el Cielo, no para la tierra; para las alturas de la vida, no para las bajezas de la muerte y nos invita a no buscar entre los muertos al que vive”.
“Cuando lo acogemos, subimos más alto, abrazamos nuestro futuro más hermoso, no como una posibilidad sino como una realidad. Cuando la llamada de Jesús es la que orienta nuestra vida, el corazón se rejuvenece”, subrayó.
Dios sorprende
En segundo lugar, indicó que Dios “es el Señor de las sorpresas que no sólo invita a sorprenderse sino a realizar cosas sorprendentes”.
Dios “es el Señor de las sorpresas que rompe los encierros paralizantes devolviendo la audacia capaz de superar la sospecha, la desconfianza y el temor que se esconden detrás del siempre se hizo así”.
Dios ama
“Llegamos así a la tercera certeza de hoy. Dios llama, Dios sorprende porque Dios ama. Su lenguaje es el amor”, afirmó el Pontífice en su homilía.
“Esta es nuestra fuerza”, continuó el Papa, “que cada día estamos invitados a renovar: el Señor nos ama. Ser cristiano es una invitación a confiar que el amor de Dios es más grande que toda limitación o pecado”.
Insistió en que “hoy estamos invitados a mirar y descubrir lo que el Señor hizo en el pasado para lanzarnos con Él hacia el futuro sabiendo que, en el acierto o en el error, siempre volverá a llamarnos para invitarnos a tirar las redes”.
“Una Iglesia joven, una persona joven, no por edad sino por la fuerza del Espíritu, nos invita a testimoniar el amor de Cristo, un amor que apremia y que nos lleva a ser luchadores por el bien común, servidores de los pobres, protagonistas de la revolución de la caridad y del servicio, capaces de resistir las patologías del individualismo consumista y superficial. Enamorados de Cristo, testigos vivos del Evangelio en cada rincón de esta ciudad”.
El Papa Francisco finalizó su homilía invitando a los presentes a no tener miedo: “No tengáis miedo de ser los santos que esta tierra necesita, una santidad que no os quitará fuerza, vida o alegría; sino más bien todo lo contrario, porque vosotros y los hijos de esta tierra llegareis a ser lo que el Padre soñó cuando os creó”.
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