12 de enero de 2023 / 2:19 a. m.
El Arzobispo Mons. Georg Gänswein, quien fue secretario personal de Benedicto XVI, describe en sus memorias los días posteriores a la renuncia del Papa Emérito.
En el libro titulado "Nient'altro che la verità. La mia vita al fianco di Benedetto XVI" (Nada más que la verdad. Mi vida junto a Benedicto XVI), publicado en italiano este jueves 12 de enero, Mons. Gänswein señala que “Benedicto estaba íntimamente convencido de que su existencia no duraría mucho”.
Tras su traslado a Castel Gandolfo el 28 de febrero de 2013, tanto Mons. Gänswein como el médico del Papa Emérito percibieron “su deterioro progresivo”.
“En las primeras semanas tras su dimisión, el Papa Emérito estaba totalmente agotado, caminaba encorvado y hablaba muy poco”, escribió el Arzobispo.
Sin embargo, aclaró que el médico “no diagnosticó problemas de depresión psíquica, sino un exceso de trabajo físico y mental que había que ir eliminando paulatinamente”.
“La tranquilidad de ese ambiente le ayudó mucho, le permitió leer sin limitaciones de tiempo (Gregorio Magno, Agostino, pero también autores más recientes, como Romano Guardini y Eric Peterson)”, cuenta Mons. Gänswein en sus memorias.
Además, Benedicto XVI escuchaba música sacra y sinfónica “con un reproductor de CD que tenía en el dormitorio” y asegura que también volvió a tocar el piano.
“La mayor dificultad en las etapas finales de la vida -aclara-, se refería a la capacidad de hablar, debido a la fatiga pulmonar”.
Ante estas adversidades, el Arzobispo explicó que el Papa Emérito reaccionó con “su humor habitual”, diciendo en varias ocasiones: “Dios me quitó el habla para hacerme apreciar cada vez más el silencio”.
La vida en el Monasterio
Según narra el secretario de Benedicto XVI, la vida en el Monasterio Mater Ecclesiae “estaba marcada por la oración, según había establecido con una frase que expresaba su programa general: ‘Cada día empiezo por el Señor y termino por el Señor, y veremos cuánto dura’”.
Además cuenta que, a veces, como cardenal y también durante su pontificado, el Papa Emérito “había ido a la capilla del Monasterio a celebrar la Misa”.
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“En el tiempo de reflexión sobre su renuncia, se había dado cuenta de que ese lugar habría correspondido perfectamente a su naturaleza y deseo de vida sobria que él había presagiado repetidamente”, explica.
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