El Cardenal Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara (México), explicó las razones por las que la procesión de la Solemnidad de Corpus Christi, de la presencial real de Jesucristo en la Eucaristía, suele realizarse en la calle, en la vía pública
“Nuestra procesión va por la calle. Esta fiesta tiene que ser en la vía pública”, dijo el Cardenal, en la homilía de la Misa que celebró el sábado 18 de junio en el templo expiatorio, antes de la procesión hasta la Catedral local.
Esto, continuó el Purpurado, “nos recuerda que el camino de seguimiento a Jesucristo lo tenemos que hacer en la realidad del mundo y no en nuestra conciencia ni en la clausura de los muros del templo”.
De ese modo, “tenemos que hacerlo en la vida familiar, en la calle, en la vía pública, donde quiera que estemos debemos ser presencia de Jesucristo”, para darlo a conocer “en el camino del mundo, de la historia, de la realidad”.
El Arzobispo dijo además que la procesión de Corpus Christi “nos recuerda lo que debemos ser nosotros como Iglesia: Una Iglesia que camina unida sin que nadie se sienta fuera, abandonado, perdido” que tenga “presente a todos sus miembros y quiere que todos caminemos en torno a quien es nuestro único y verdadero camino”.
En ese sentido, resaltó, “el punto de partida como Iglesia es Jesucristo y tiene como meta el encuentro definitivo de salvación con Él”.
Corpus Christi es ocasión para reavivar la fe
En su homilía, el Cardenal Robles advirtió ante el riesgo de ser tibios o indiferentes ante el misterio de la Eucaristía, incluso a pesar de creer en él.
“Todos tenemos el riesgo de mirar, de participar, de asistir a la Eucaristía y considerar la presencia real de Jesucristo de forma indiferente, tibia, fría”, alertó.
Puede ocurrir que se reconozca que “sí, está presente Cristo, pero como si no estuviera. Muchas veces nos comportamos así. Aceptamos la presencia real pero pareciera que nos da igual”.
Por eso, “esta fiesta debe ser motivo de reavivar en el corazón de todos y cada uno de nosotros este don de la fe en la presencia real de nuestro Señor Jesucristo en el pan y vino consagrados”.
“Es ocasión para vivir nuestra fe con todo fervor y respeto”, subrayó el Cardenal.
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