El Cardenal Antonio Cañizares, Arzobispo de Valencia (España) pidió en su carta semanal “orar por quienes nos gobiernan”.
Tomando un texto de la carta de San Pablo a Timoteo, que el Cardenal asegura que es de “gran actualidad hoy, tanto a escala nacional como a escala mundial”.
El Arzobispo de Valencia explicó que “vivimos una situación crucial, nada fácil, en la que los que nos gobiernan o aspiran a gobernar necesitan de luz y sabiduría, para superar cuando menos oscuridades, perplejidades enormes para gobernar; están desconcertados, no encuentran soluciones claras, justas y acertadas y nos llevan al desconcierto a los gobernados por ellos, y, en algunas ocasiones, a la ruina”.
Por eso, según explicó, “en esos momentos cruciales y decisivos para la humanidad de mañana en los que nos encontramos, hemos de orar por los que gobiernan o aspiran a gobernar; porque los que gobiernan en el mundo entero necesitan de manera especial en esta situación la oración de todos nosotros”.
“Ante la situación que nos envuelve y amenaza al mundo entero es preciso y urgente que se despierte en el corazón de todo el mundo una firme decisión de rechazar las vías de la violencia, del engaño y de la mentira, del fraude, y luchar contra toda semilla de odio, desigualdad”, afirmó.
Y por eso aseguró que es “preciso orar por los que rigen los destinos de los pueblos o aspiran a regirlos” para que “en todas sus decisiones, les mueva el respeto a la dignidad de la persona, a los derechos humanos inalienables y la implantación de la justicia”.
El Cardenal también afirmó que “estamos necesitados de que se cumpla en el momento actual hacer lo que Dios quiere”, es decir, la implantación de la justicia social, “viviendo en atención y respeto a los pobres, llevando a cabo una distribución justa de la riqueza, sin absolutizar el dinero, y sin aprovecharse del mismo para los solos intereses propios”.
Además explicó que existe la posibilidad de hacer “grandes avances” contra algunos de sus enemigos tradicionales como son “la pobreza, la enfermedad, la violencia”, por eso subrayó que “de nosotros depende que a un siglo de lágrimas, el siglo XX, le siga un siglo XXI que sea tiempo auroral para el hombre, “nueva primavera del espíritu humano”.
Según destacó, el cardenal “necesitamos convertirnos a Dios en esta sociedad tan materialista, en la que parece que sólo cuenta el dinero y el placer, que se han convertido en verdaderos ídolos, a los que el hombre se supedita y se postra, en los que centra todo interés. Necesitamos a Dios, en quien está la verdad del hombre y su dignidad”.
Por eso pidió a quienes gobiernan” el mundo o las naciones” a dejar de “encerrarse en intereses particulares de mirada corta y poco inteligente” para tener otras miras “más hondas, no tan superficiales y ruinosas” sino miras de “humanidad y bien común, miradas de inteligencia, de razón, de sabiduría política y de sentido común” para que las cosas cambien.
“Si queremos sobrevivir y prosperar, las estructuras económicas y políticas que acompañan a esta sociedad deben estar regidas por una visión cuyo centro sea la dignidad otorgada por Dios y los inalienables derechos de todo ser humano inscritos en su naturaleza, desde el momento de su concepción hasta su muerte natural”, precisó el Cardenal.
Y explicó que “cuando algunas vidas, con inclusión de los no nacidos, se ven sujetas a las opciones personales de otros, deja de quedar garantizado cualquier otro valor y derecho, y la sociedad acaba inevitablemente regida por intereses y conveniencias particulares, que niegan y destruyen el bien común”.
Por eso aseguró que “jamás había sido tan apremiante la necesidad de infundir nuevo vigor a la visión y determinación moral esenciales para mantener una sociedad justa y libre”.
Algo que según, afirma en su carta “es lo que se nos pide a todos hoy: que no tengamos más que un sólo Señor, Dios, que quiere a todos los hombres” y explicó que la verdadera realización personal se vive a través del amor “realizando la justicia, volcándose en favor de los más pobres, acogiendo a todos y trabajando por la paz, no utilizando nada ni nadie en favor exclusivo del propio interés”.
Por eso pidió que “Dios conceda vivir así y que ayude a los gobernantes de todo el mundo a que se abran a esta manera de ver las cosas como Dios las ve, y que les dé fortaleza para hacerlas realidad en este mundo tan necesitado de superación de toda violencia y de implantación de toda justicia y paz”.
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