El Papa Francisco defendió que el deporte, siempre que se practique en un marco de reglas definidas, es una escuela de constancia y de respeto que ayuda a aprender a vivir en sociedad.
El Santo Padre hizo esta valoración durante el encuentro que mantuvo este sábado 11 de mayo en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano con deportistas y directivos del Centro Deportivo Italiano, que este año celebra su 75 aniversario, y que cuenta con más de 1 millón 200 mil asociados.
En su discurso, el Papa alabó los objetivos de esta asociación que trata de “ofrecer a los jóvenes, por medio del deporte, un estilo de vida sano y positivo que tenga como base la visión cristiana de la persona y de la sociedad”.
“El deporte, de hecho, es una gran escuela, a condición de que se viva en el control de uno mismo y en el respeto a los demás, en el compromiso por mejorar que enseña la dedicación y la constancia, y en un espíritu competitivo que no haga perder la sonrisa y que también prepare para aceptar las derrotas”.
Señaló que “una gran lección del deporte, que también nos ayuda a afrontar el cansancio diario del estudio y del trabajo, así como las relaciones con los demás, es que uno se puede divertir sólo en un marco de reglas bien precisas”.
De hecho, “si en una carrera alguno rechazarse respetar las reglas del fuera de juego, o sí comenzase antes del pistoletazo de salida, o si en un slalom se saltase alguna bandera, no habría competición, sólo actuaciones individuales y desordenadas”.
Por el contrario, “cuando hacéis frente a una competición aprendéis que las reglas son esenciales para vivir juntos, que la felicidad no se encuentra en el desorden, sino en el seguir con fidelidad los propios objetivos y aprender que uno no se siente libre cuando no hay límites, sino cuando, con los propios límites, se da el máximo. Debemos ser padrones y no esclavos de nuestros límites”.
Aseguró que el deporte puede realizar una transformación profunda de la sociedad porque el deporte “mejora a la persona, puede favorecer una cultura del diálogo y del encuentro respetuoso”.
“La lucha con los adversarios en las competiciones deportivas siempre está definida por el encuentro, nunca por el choque, porque, al final, si bien lo mejor es vencer, en cierto sentido vencen ambos. Ese es el mundo que soñamos y que, con determinación, queremos construir sobre la base de un agonismo sano que siempre vea en el adversario a un amigo y a un hermano”.
El Papa finalizó recordando que “ese es el corazón de la visión cristiana del hombre, que para vosotros está también en la base de la actividad deportiva. Con esta actitud, con este corazón así de ensanchado, toda actividad deportiva puede ser llamada juego, jugar. Juegan los niños, el juego es la actividad de la alegría, siempre. Sólo a partir de esta base podemos conseguir los ideales más altos y bellos”.
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