Como cada domingo, el Papa Francisco se asomó a la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano para rezar el Ángelus, pero antes animó a permanecer fiel cuando en la vida se presentan problemas y parece que no hay solución.
Por ello, el Pontífice recomendó que “en los momentos de oscuridad o dificultad no debemos abatirnos, sino permanecer anclados a la fidelidad de Dios, a su presencia que siempre salva”.
Francisco comentó el Evangelio del día en el que Jesús compara en parábolas el Reino de Dios con el crecimiento de una semilla que germina y cuyos frutos son recogidos después.
“Mediante la predicación y la acción de Jesús, el Reino de Dios es anunciado, ha hecho irrupción en el campo del mundo y, como la semilla, crece y se desarrolla por sí mismo, por fuerza propia y según criterios humanamente no descifrables”.
Es algo que “no depende tanto de la obra del hombre, sino sobre todo es expresión de la potencia y de la bondad de Dios”, señaló.
“Nosotros estamos llamados a vivir estos periodos como periodos de prueba, de esperanza, de espera para la recolección”.
Francisco añadió que “hoy como ayer, el Reino de Dios crece en el mundo de modo misterioso y sorprendente, desvelando la potencia oculta de la pequeña semilla, su vitalidad victoriosa. Dentro de las problemas personales y sociales que a veces parecen marcar el naufragio de la esperanza, hay que permanecer confiados en el actuar sumiso pero poderoso de Dios”.
También comentó que “no es fácil entrar en la lógica de la imprevisibilidad de Dios y aceptarla en nuestra vida”, pero “hoy el Señor nos exhorta a una actitud de fe que supera nuestros proyectos, nuestros cálculos, nuestras previsiones”. “Es una invitación a abrirnos con más generosidad a los planes de Dios, sea en el plano personal o comunitario”.
“La autenticidad de la misión de la Iglesia –añadió a continuación–, no es dada por el éxito o la gratificación de los resultados, sino por el ir hacia delante con el coraje de la confianza y la humildad del abandono en Dios”.
“Es la conciencia de ser pequeños y débiles instrumentos, que en las manos de Dios y con su gracia pueden realizar obras grandes, haciendo prodigar su Reino que es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo”, concluyó.
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