El Papa Francisco pide “un nuevo impulso evangelizador” alejado de las modas del momento

Es necesario “un nuevo impulso evangelizador” que haga florecer “una nueva primavera ecuménica”, propuso el Papa Francisco en el Encuentro Ecuménico en el que participó en la sede del Consejo Mundial de las Iglesias en Ginebra (Suiza).

Francisco, que utilizó también tres verbos para marcar los pasos a seguir en la unidad de los cristianos (caminar, rezar y trabajar juntos) pidió también alejarse de las modas del momento.

“Estoy convencido de que, si aumenta la fuerza misionera, crecerá también la unidad entre nosotros” y “así como en los orígenes el anuncio marcó la primavera de la Iglesia, la evangelización marcará el florecimiento de una nueva primavera ecuménica”, subrayó el Papa.

La primera parte de su discurso se centró precisamente en el motivo de su visita: el 70ª aniversario de este organismo. “El número no se refiere desde luego a un concepto cuantitativo, sino que abre un horizonte cualitativo: no mide la justicia, sino que inaugura el criterio de una caridad sin medida, capaz de perdonar sin límites”, dijo.

“Esta caridad que, después de siglos de controversias, nos permite estar juntos, como hermanos y hermanas reconciliados y agradecidos con Dios nuestro Padre”, explicó.

Francisco manifestó que “la dirección ha cambiado y se ha trazado de manera indeleble un camino nuevo y antiguo a la vez: el camino de la comunión reconciliada, hacia la manifestación visible de esa fraternidad que ya une a los creyentes”.

A su vez, recordó que “el Consejo Ecuménico de las Iglesias ha nacido como un instrumento de aquel movimiento ecuménico suscitado por una fuerte llamada a la misión: ¿cómo pueden los cristianos evangelizar si están divididos entre ellos?”

El Papa recordó entonces “el anuncio del Evangelio hasta el último confín es connatural a nuestro ser cristianos” aunque se mostró consciente de que “el modo como se realiza la misión cambia según los tiempos y los lugares y, frente a la tentación –lamentablemente frecuente– de imponerse siguiendo lógicas mundanas, conviene recordar que la Iglesia de Cristo crece por atracción”.

“¿En qué consiste esta fuerza de atracción? Evidentemente, no en nuestras ideas, estrategias o programas. No se cree en Jesucristo mediante un acuerdo de voluntades y el Pueblo de Dios no es reductible al rango de una organización no gubernamental”.

“No seríamos fieles a la misión que se nos ha confiado si redujéramos este tesoro al valor de un humanismo puramente inmanente, adaptable a las modas del momento”, comentó”.

El Pontífice señaló que “estamos llamados a ser un pueblo que vive y comparte la alegría del Evangelio, que alaba al Señor y sirve a los hermanos, con un espíritu que arde por el deseo de abrir horizontes de bondad y de belleza insospechados para quien no ha tenido aún la gracia de conocer verdaderamente a Jesús”.

Caminar: El Papa propuso un doble movimiento, “de entrada y de salida”. “No daremos fruto si no nos ayudamos mutuamente a permanecer unidos a él. De salida, hacia las múltiples periferias existenciales de hoy, para llevar juntos la gracia sanadora del Evangelio a la humanidad que sufre”.

Rezar: “En la oración, como en el camino, no podemos avanzar solos, porque la gracia de Dios, más que hacerse a medida individual, se difunde armoniosamente entre los creyentes que se aman”, afirmó. “Sin oración la comunión se queda sin oxígeno y no avanza, porque impedimos al viento del Espíritu empujarla hacia delante”.

Trabajar juntos: Francisco dijo que la Iglesia católica “reconoce la especial importancia del trabajo que desempeña la Comisión Fe y Constitución, y desea seguir contribuyendo a través de la participación de teólogos altamente cualificados”. Además, mencionó la “armonía ecuménica”, la “creciente adhesión a la Jornada de oración por el cuidado de la creación”.

El Obispo de Roma no se olvidó de los pobres y descartados y apuntó a que “la credibilidad del Evangelio se ve afectada por el modo cómo los cristianos responden al clamor de todos aquellos que, en cualquier rincón de la tierra, son injustamente víctimas del trágico aumento de una exclusión que, generando pobreza, fomenta los conflictos”.

“Mientras los débiles son cada vez más marginados, sin pan, trabajo ni futuro, los ricos son cada vez menos y más ricos”.

“Dejémonos interpelar –pidió– por el llanto de los que sufren, y sintamos compasión, porque el programa del cristiano es un corazón que ve”.

“Miremos también a tantos hermanos y hermanas nuestros que, en diversas partes del mundo, especialmente en Oriente Medio, sufren porque son cristianos. Estemos cerca de ellos. Y recordemos que nuestro camino ecuménico está precedido y acompañado por un ecumenismo ya realizado, el ecumenismo de la sangre, que nos exhorta a seguir adelante”.

Por último, el Papa expresó que “es preocupante cuando algunos cristianos se muestran indiferentes frente al necesitado” pero “más triste aún es la convicción de quienes consideran los propios bienes como signo de predilección divina, en vez de una llamada a servir con responsabilidad a la familia humana y a custodiar la creación”.

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