ROMA, 16 Abr. 15 / 04:03 am (ACI ).- En el marco del curso que se realiza en Roma para exorcistas, el Cardenal italiano Mauro Piacenza alertó y explicó la estrategia que usan el demonio y el mundo contra la Iglesia.
En la introducción del curso promovido por el Instituto Sacerdos, que se realiza 13 al 18 de abril en la Universidad Europea de Roma, el Penitenciario Mayor de la Iglesia explicó que “los medios operados por el demonio para resistir a la omnipotencia de Nuestro Señor Jesucristo se revelan como los mismos medios que el ‘mundo’ usa desde hace dos mil años contra la Iglesia”.
En el texto enviado a ACI Prensa, el Cardenal señala que entre estos están: “el silencio ante las exigencias de la verdad, de la justicia y de la infinita misericordia de Dios, cuando estas no son relativizadas, negadas, ofendidas o distorsionadas, reivindicar de modo irresponsable derechos inexistentes ya sea respecto al orden de la naturaleza, ya sea respecto a la gracia”.
El Purpurado italiano dijo además que otros medios son “atacar, con la mentira, a los hijos de Dios y, en modo particular, a los pastores de la Iglesia en el intento vano de debilitar el anuncio luminoso de la verdad de la creación y de la salvación, defendiéndose detrás de un falso ‘respeto humano’, impugnado como escudo contra el poder purificador de la oración, la verdad de la Encarnación del Verbo y la exigencia de recapitular todas las cosas en Él”.
El Penitenciario Mayor de la Iglesia afirmó luego que “la buena batalla de la fe, que ve en el ministerio del exorcismo un ámbito de particular intensidad, se realiza viviendo en austeridad y amor, teniendo lúcidamente presente que Satanás es el ‘enemigo del género humano’ para poder así servir a la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, con la gratitud y la certeza propias del pueblo de los redimidos”.
Sobre la división en el mundo a causa del pecado, el Purpurado italiano dijo que eso se traduce actualmente en “términos de desorientación doctrinal y moral, comprometiendo el destino eterno de las personas” lo que se “hace visible y por eso ‘identificable’ justamente en el ministerio del sacerdote exorcista cuando, especialmente en el caso de la posesión, el demonio muestra la propia deliberada e ‘intratable’ voluntad de matar o poseer, de engañar y usurpar, de humillar y ofender”.
El Cardenal Piacenza afirma asimismo que la división que se origina en el mal también puede verse claramente en el mundo occidental secularizado “en todos los ambientes y niveles” incluso “al interior del equipo eclesial”, algo que “goza de todo el apoyo de no pocos de los poderosos medios de comunicación masivos que generan, sin ninguna restricción, una cultura siempre más antihumana y por ello profundamente anticristiana”.
El pecado y el mal, explicó, son “obra del diablo, es mortífera y degradante de la naturaleza humana. Es la división que separa al hombre de Dios. Es la división en la que el demonio ‘homicida desde el principio (...) mentiroso y padre de la mentira’ ha ingresado irremediablemente, idolatrándose a sí mismo y afirmándose desesperadamente contra el Absoluto Dios y su santísima voluntad”.
Esa división hace que el ser humano, continuó, “se sustraiga del poder unificador de la verdad, separándolo de la que es la verdad fundamental del ser: la relación con Dios creador y redentor. El hombre es hecho así esclavo de estas mismas pequeñas realidades que, en comunión con Dios, está llamado a gobernar y a orientar al servicio del Reino de Dios”.
Tras alentar a los sacerdotes, especialmente a los exorcistas, a una intensa vida de oración a ejemplo de la Virgen María, centrados siempre en el misterio de la Eucaristía y la Reconciliación, el Purpurado se refirió a la postura de muchos cristianos que creen que la salvación puede encontrarse de distintos modos. Al respecto dijo que “Dios nuestro Padre no ha pensado en Cristo como un ‘redentor facultativo’ casi opcional, sino (...) como un salvador sustancial e insustituible. El designio del Creador no es esquizofrénico: todo está unificado en Cristo, en el cual subsisten todas las cosas”.
“Jesús es entonces el Salvador indispensable para todos los hombres sin excepción”, concluyó.
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