Este 11 de octubre se cumplen 57 años de la apertura del Concilio Vaticano II, un acontecimiento eclesial ecuménico para buscar el “aggiornamento”, es decir la actualización de la Iglesia en el mundo actual.
El Concilio fue inaugurado el 11 de octubre de 1962 por el Papa San Juan XXIII, conocido como ‘Papa Bueno’, y se dividió en cuatro etapas. Participaron en él alrededor de 2 mil Padres Conciliares de todo el mundo.
Desde la apertura del Concilio Vaticano II, el Papa Bueno destacó la naturaleza pastoral de sus objetivos: no se trataba de definir nuevas verdades ni condenar errores, sino que era necesario renovar la Iglesia para hacerla capaz de transmitir el Evangelio en los nuevos tiempos, buscar los caminos de unidad con las otras confesiones cristianas, buscar lo bueno de los nuevos tiempos y establecer un diálogo con el mundo moderno, centrándose primero "en lo que nos une y no en lo que nos separa".
Al Concilio fueron invitados como observadores miembros de diversos credos, desde musulmanes hasta indios americanos, así como miembros de todas las iglesias cristianas: ortodoxos, anglicanos, cuáqueros, y protestantes en general, incluyendo, evangélicos, metodistas y calvinistas no presentes en Roma desde el tiempo de los cismas.
Antes de inaugurar el Concilio, el Papa Juan XXIII creó en 1960 el Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos, una comisión preparatoria que más tarde se convertiría en el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos. Fue la primera vez que la Santa Sede creaba una estructura para tratar temas ecuménicos.
Para la presidencia de ese organismo el Pontífice designó al Cardenal Augustin Bea, quien luego se convertiría en una importante figura del Concilio.
De esta forma, el Concilio Vaticano II se convirtió en el acontecimiento más decisivo de la historia de la Iglesia en el siglo XX. San Juan XXIII no alcanzó a conocer las conclusiones porque falleció el 3 de junio de 1963.
Quien prosiguió con la marcha del Concilio fue San Pablo VI, elegido Sucesor de San Pedro el 21 de junio de 1963.
El Concilio Vaticano II fue clausurado el 8 de diciembre de 1965 y desde él se originaron importantes documentos que siguen siendo de gran actualidad.
Se redactaron cuatro Constituciones: Dei Verbum sobre la Divina Revelación, Lumen Gentium sobre la Iglesia, Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia y Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual.
También surgieron tres declaraciones Gravissimum Educationis sobre la Educación Cristiana, Nostra Aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas y Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa.
Asimismo nueve decretos: Ad Gentes sobre la actividad misionera de la Iglesia, Presbyterorum Ordinis sobre el Ministerio y la Vida de los Presbíteros, Apostolicam Actuositatem sobre el Apostolado de los Laicos, Optatam Totius sobre la formación Sacerdotal, Perfectae Caritatis sobre la adecuada renovación de la Vida Religiosa, Christus Dominus sobre el Ministerio Pastoral de los Obispos, Unitatis Redintegratio sobre el Ecumenismo, Orientalium Ecclesiarum sobre las Iglesias Orientales Católicas y Inter Mirifica sobre los medios de comunicación social.
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