A cinco días de desatarse el caos social en Chile, Obispos y congregaciones hicieron un llamado a poner fin a la violencia y solucionar esta crisis cuya raíz no es política, sino moral.
El estallido social comenzó el lunes 14 luego de que grupos de estudiantes encabezaron manifestaciones masivas en varias estaciones del Metro de Santiago, en respuesta a la convocatoria que alentó a ingresar al tren subterráneo sin pagar el pasaje que aumentó a 830 pesos chilenos (unos 1,17 dólares).
Esta acción se mantuvo durante la semana en distintos horarios, hasta que el jueves 17, algunos grupos comenzaron a destruir los torniquetes de ingreso y dañar las estaciones y la vía pública. Al día siguiente aumentó violencia y esto obligó a las autoridades a decretar el estado de emergencia y toque de queda para intentar restablecer el orden.
Detrás del alza del precio del transporte público hay una problemática de fondo que se acentuó en los últimos años debido a una marcada desigualdad social; fruto de los compromisos sin cumplir de los distintos gobiernos, como los de Michelle Bachelet y Sebastián Piñera.
El aumento de la delincuencia, la dificultad para acceder a una vivienda propia, el alza en los precios de los servicios básicos, la falta de un sistema educacional equitativo, las pensiones de jubilación que bordean los 150 dólares, y el sueldo mínimo de 415 dólares que obliga a las familias a endeudarse, son algunos de los factores que afectan directamente a los chilenos.
Entre otros temas se sumó el anuncio del recorte presupuestario de la salud pública, y el recuerdo colectivo de los desfalcos millonarios de instituciones del estado como Carabineros de Chile y de las Fuerzas Armadas y la colusión de algunos empresario en precios de bienes de consumo.
Si bien se aprobó una ley para detener el alza del precio del transporte público, que puede representar hasta un 30% del ingreso de una familia, las manifestaciones en su mayoría pacíficas se mantienen en las calles a la espera de políticas públicas que permitan una vida digna para todos.
En ese contexto, el Arzobispo de Concepción, Mons. Fernando Chomali, fue más allá en su reflexión y planteó que la crisis actual “es moral, no política”, ya que la “vocación fundamental del ser humano, amar y ser amado,” quedó relegada “al final de la lista de prioridades en la sociedad chilena”.
“Nos hace falta más amor, más ternura, más afecto, más misericordia. La anemia afectiva se manifiesta como una ‘globalización de la indiferencia’ -como dice Francisco-, y en un individualismo y egoísmo irritantes”, manifestó en su reflexión.
“La violencia y la soledad, en Chile son una pandemia. El país apostó por un modelo que gira en torno al consumo, a la competencia, al tener más. Ello deja heridos en el camino, el Papa los llama ‘los descartados’”, explicó.
Altas tasas de enfermedades mentales y suicidios juvenil, ancianos solos y abandonados; mujeres abandonadas por sus maridos y otras maltratadas son algunas consecuencias del sistema.
Asimismo, explicó que “el modelo imperante apostó a que el bien individual prevaleciera por sobre el bien común”, llevando a que altos cargos políticos, privados y eclesiales “se vieran envueltos en situaciones que han hecho mucho daño a todos los chilenos”.
En ese contexto, Mons. Chomali explicó que para lograr “la paz social”, cada uno debe reconocer el daño causado, pedir perdón y devolver “lo mal habido”, además de empeñarse en “la construcción de una sociedad más justa y más fraterna”.
“La situación que vive Chile no es un asunto primordialmente económico ni político. Es mucho más profundo que ello; es un tema moral” que hoy debe centrarse en la pregunta “¿qué debo hacer?” por “el otro y no en uno mismo”.
“Sólo así se terminará con las odiosas distancias que nos separan y que nos segregan. Sólo así, nos podremos mirar a los ojos como hermanos. Así tendremos paz, y en abundancia, porque habrá justicia. Allí comenzará una nueva primavera que nos llevará a sacar los cercos que nos dividen y que causan tanto daño y tanto dolor”, sostuvo Mons. Chomali.
En esa misma línea, la Compañía de Jesús alentó a “conectarnos con un dolor colectivo que necesita respuestas con acciones públicas que garanticen un nuevo pacto social para terminar con la inequidad brutal en que viven las clases sociales de nuestro país”.
“Chile necesita un nuevo sistema de convivencia más solidario y justo” que exige preguntarse “¿cómo salir de nosotros mismos para aportar, en medio del pueblo, a la urgente reparación social de nuestro país?”, cuestionaron.
En tanto, la Orden Franciscana rechazó “todos los actos de violencia y destrucción” e invitó a “fijar la mirada y atención en las demandas existentes detrás de estos mismos actos”.
En ese sentido, explicaron que “no es extraño” que la evasión del pago en el transporte del Metro de Santiago se haya iniciado desde los estudiantes y jóvenes, porque son ellos “quienes han despertado con una respuesta indignada contra tanta injusticia”.
“Son los hijos que han crecido viendo a sus padres haciendo lo imposible para darles educación, con la esperanza de un futuro mejor. Son los jóvenes y adultos que piensan que no tienen nada que perder y que aún creen que se puede soñar con cambios profundos; son los que han quitado el velo de tanta mentira a sus mayores, y que han dicho: ‘basta’ a esperar siempre un futuro mejor que nunca llega y que, por el contrario, siempre se ve más lejos”, manifestaron.
A su turno, el Comité permanente de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh) explicó que lo sucedido es “parte de un proceso que venimos experimentado durante décadas y que tiene consecuencias profundamente humanas que no podemos ignorar”.
“Estos hechos dolorosos y traumáticos son una imperiosa llamada para continuar creando una cultura del encuentro y la comprensión, capaz de escuchar y empatizar con los sufrimientos y malestares cotidianos de la sociedad chilena”, aseguraron.
En ese sentido, alentaron a “todos los que ejercemos algún tipo de liderazgo” a “comprender el profundo malestar” de las personas y familias afectadas y pasar a la “acción, validación y creación de escenarios que nos permitan entender los cambios que ha experimentado la sociedad chilena, de manera que las instituciones puedan estar al servicio del bien común, desde las complejas y nuevas realidades que caracterizan a la sociedad de hoy”.
El comité permanente de la CECh alentó un “diálogo social centrado en las personas, en sus modos de convivir y habitar la casa de todos, y una amistad cívica fundada en el bien común, esto es, en instancias donde los actores políticos, sociales y económicos puedan prescindir de sus intereses particulares para trabajar por proyectos consensuados en que la mayoría nos reconozcamos”.
“Cada compatriota tiene un aporte que hacer y las autoridades, desde sus diversos ámbitos de responsabilidad, deben saber escuchar la voz de su pueblo”, concluyeron.
A estos mensajes de paz y búsqueda del bien común también se sumaron las Hermanas del Buen Pastor Provincia Bolivia-Chile, reunidas en la Asamblea Capitular 2019; la Congregación de la Misión San Vicente de Paúl y el Administrador Apostólico de Valdivia, P. Gonzalo Espina.
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