Durante el encuentro mariano con la juventud y las familias en Iasi, Rumanía, el Papa Francisco escuchó el testimonio de un matrimonio católico y sus 11 hijos; de estos últimos, siete decidieron contraer matrimonio y cuatro optaron por la vida religiosa.
El matrimonio conformado por Elisabetta y Ioan proviene de un pequeño pueblo en las afueras de la provincia de Iasi, donde, señalaron, “la pequeña comunidad católica vive en armonía y respeto con los miembros de la comunidad ortodoxa”.
“No vinimos solos, sino junto con nuestros 11 hijos: siete de ellos eligieron formar una familia y cuatro eligieron el camino de la consagración al Señor: dos sacerdotes y dos monjas. Algunos de ellos vinieron del extranjero para estar aquí: desde Bélgica, desde Italia, pero también desde más allá del río Prut, desde la República de Moldova”, contó Elisabetta al Papa.
Con alegría, la madre anciana dijo que “hoy están todos reunidos, como hace algún tiempo cada domingo por la mañana”, cuando tomaban el camino hacia la iglesia de su localidad dedicada a San Antonio de Padua.
“El santo que siempre nos protegió”, afirmó Elisabetta.
La madre de familia señaló que hoy dan “gracias a Dios por el don de fe” que recibieron de sus padres y abuelos.
“Fue la fe la que nos sostuvo cuando, como familia joven, tuvimos que enfrentarnos a las diferentes dificultades de la vida. Cuando vivimos períodos más intensos, dijimos las mismas palabras del apóstol Pedro: ‘Señor, ¿a quién iremos? Solo tú tienes palabras de la vida eterna ¡Solo en ti encontramos la fuerza para seguir!’”.
Elisabetta afirma que fue el Señor quien les dio la “fuerza” para no tomar en cuenta la opinión de las autoridades comunistas de que tenían “demasiados hijos” y, además, que Él los condujo a respetar sus promesas sacramentales.
“Así como Jesús no desanimó en el camino de la cruz, tampoco quisimos desistir. El trabajo y la oración nos ayudaron a transmitir a nuestros hijos lo que recibimos”, añadió.
Elisabetta y Ioan cuentan que están orando constantemente por sus hijos y nietos “para que ellos también puedan permanecer cerca del Señor” y “construir un futuro sin olvidar dónde comenzaron”.
“Soñamos que todo nuestro pueblo no olvide sus raíces y oramos para que viva en paz y confíen en sí mismos y en Dios, pero también oramos por la Iglesia, por los sacerdotes, por las personas consagradas, para que tengan el valor de dar testimonio del Señor. Y también oramos por Su Santidad, Santo Padre, para que la Madre del Señor siempre pueda cuidarlo”, dijo Elisabetta, dando conclusión a su testimonio.
En otro momento del encuentro mariano con la juventud y las familias, también se presentó un joven católico de Iasi para brindar su testimonio.
Eduard (Eduardo), quien sigue cursos universitarios de informática y trabaja en el mismo rubro, dijo que, como muchos otros jóvenes en su país, “intenta vivir su fe en medio de numerosas provocaciones”, el rechazo y el desaliento.
Asimismo, dijo que los jóvenes están agradecidos con el Señor por el “regalo” de tener a sus padres y abuelos, “que nos han transmitido la fe y el amor por la vida”.
“Deseo afirmarme en mi tierra natal sin tener que buscar mi cumplimiento en otros rincones de la tierra (..) ¡Sabemos que Jesucristo responde a nuestras aspiraciones más profundas y queremos vivir nuestras vidas en amistad con él! Queremos decirles a todos que es bueno seguirlo, que es bueno ser sus mensajeros, que es bueno buscarlo en nuestra felicidad”, resaltó Eduard.
Finalmente, agradeció al Papa Francisco “porque que siempre nos recuerda que debemos poner a Jesucristo en el centro de nuestras vidas y no temer miedo de servir a nuestros hermanos”.
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