El Papa Francisco se reunió con miembros de la comunidad católica de Bulgaria en la Iglesia de San Miguel Arcángel de Rakovsky a quienes les pidió ser optimistas “para crear esperanza” y a amar “para abrir caminos de Resurrección para todos”.
“Quien ama no pierde el tiempo en lamentarse, sino que siempre ve lo que puede hacer en concreto… Como dijo el Papa Juan: ‘No he conocido nunca a un pesimista que haya terminado algo bueno’. El Señor es el primero en no ser pesimista y continuamente está buscando abrir caminos de Resurrección para todos nosotros. El Señor es un ‘optimista incurable’. Siempre intenta pensar bien de nosotros, de llevarnos hacia adelante, de apostar por nosotros”, destacó el Papa.
A su llegada, el Santo Padre fue recibido por dos niñas vestidos con trajes tradicionales que le regalaron un pan típico. Después, junto al párroco y al vice párroco, el Pontífice entró con ellos a la iglesia en donde estaban un cuadro y las reliquias de San Juan XXIII, delante a las cuales el Papa dejó un ramo de flores de color blanco y amarillo, besó el relicario y rezó en silencio.
Al inicio del encuentro, el Obispo de Sofía y Plovdiv, Mons. Gheorghi Ivanov Jovčev, pronunció un saludo, después dieron su testimonio una religiosa, un sacerdote y una familia. También un grupo de jóvenes pertenecientes a movimientos laicales hicieron un baile.
Después, el Papa impartió su discurso en el que agradeció a quienes dieron su testimonio porque lo ayudaron “a ver mejor y a comprender un poco más por qué esta tierra fue tan querida y significativa para Juan XXIII, donde el Señor iba preparando lo que sería un paso importante en nuestro caminar eclesial”. “Entre ustedes surgió una fuerte amistad con los hermanos ortodoxos que lo impulsó por un camino capaz de generar la tan ansiada y frágil fraternidad entre las personas y las comunidades”, explicó el Pontífice.
En esta línea, destacó que el ‘Papa bueno’ supo “sintonizar su corazón con el del Señor de tal manera que decía que no estaba de acuerdo con aquellos que solo veían el mal a su alrededor y los llamó profetas de calamidades”.
“Para él, había que confiar en la Providencia, que nos acompaña continuamente y, en medio de las adversidades, es capaz de darle cumplimiento a planes superiores e inesperados”, recordó Francisco citando el discurso de apertura del Concilio Vaticano II de San Juan XXIII.
Por ello, el Papa explicó que “los hombres de Dios son quienes han aprendido a mirar, confiar, descubrir y dejarse guiar por la fuerza de la Resurrección. Reconocen, sí, que existen momentos o situaciones dolorosas y especialmente injustas, pero no se quedan de brazos cruzados, acobardados o, lo que sería peor, creando ambientes de incredulidad, malestar o desazón, ya que eso solo termina por enfermar el alma, dañar la esperanza e impedir toda posible solución”.
“Los hombres y mujeres de Dios son los que se animan a dar el primer paso. Esto es importante, dar el primer paso. Y buscan creativamente ponerse en la primera línea, testimoniando que ‘el Amor no está muerto’, sino que ha vencido todos los obstáculos. Los hombres y mujeres de Dios se la juegan, porque aprenden que, en Jesús, Dios mismo se la jugó. Puso su carne en juego para que nadie pueda sentirse solo o abandonado”, afirmó el Papa.
En este sentido, el Santo Padre destacó que “esta es la belleza de nuestra fe” porque “Dios se la juega, haciéndose uno de nosotros”. Por ello, el Papa recordó la visita al campo de refugiados de
Vrazhedebna para animar a amar sin hacer diferencias “amar a alguien no hay necesidad de exigir o pedirle un curriculum vitae; el amor “primerea”, se adelanta. ¿Por qué? Porque el amor es gratuito”. El Papa destacó que en este centro de Cáritas “son muchos los cristianos que aprendieron a ver con los mismos ojos del Señor, que no se detiene en adjetivos, sino que busca y espera a cada uno con ojos de Padre” por lo que les animó a pasar de la cultura del adjetivo, a la cultura del sustantivo, así como también evitar el chismorreo.
“Ver con los ojos de la fe es la invitación a no ir por la vida poniendo etiquetas, clasificando qué persona es digna o no de amor, sino tratar de crear las condiciones para que toda persona pueda sentirse amada, especialmente aquellas que se sienten olvidadas de Dios porque son olvidadas de sus hermanos”, dijo.
También, el Santo Padre exclamó la belleza de las comunidades “cuando se convierten en talleres de esperanza” porque “el optimista es un hombre o una mujer que crea en la comunidad esperanza”. Por eso, animó a tener parroquias “optimistas, que ayudan a ir hacia adelante”.
Por otro lado, el Pontífice resaltó la importancia de que las comunidades eclesiales sean vivas, un modelo de Iglesia madre: “lo que Dios quiere es una comunidad viva que sostiene, acompaña, complementa y enriquece. Nunca separados, sino juntos, cada uno aprende a ser signo y bendición de Dios para los demás”, señaló.
En esta línea, el Papa propuso el modelo de “Iglesia-familia-comunidad que afronta las cuestiones importantes de la vida, que a menudo son grandes madejas de hilo, y antes de desenredarlas las hace suyas, las acoge en sus manos y las ama”.
“Así lo hace una madre, cuando ve a un hijo, a una hija en dificultad, no los condena. Toma las dificultades, esos nudos, en sus manos, los hace suyos y resuelve. Así es nuestra madre iglesia, así la debemos mirar, es la madre que nos acepta como somos, con nuestras dificultades, nuestros pecados, es madre, siempre sabe arreglar las cosas. ¿No les parece lindo tener una madre así?”, preguntó.
Por ello, Francisco exclamó: “¡Nunca se alejen de la Iglesia! Si tú te alejas, perderás la memoria de la maternidad de la Iglesia y comenzarás a pensar mal de tu madre Iglesia” y animó a ser una “Iglesia de puertas abiertas” bajo el modelo de los santos Cirilo y Metodio quienes fueron hombres “santos y visionarios” y que tuvieron “la certeza de que la manera más auténtica para hablar con Dios era hacerlo en la propia lengua. Eso les dio la audacia de animarse a traducir la Biblia para que nadie pudiera quedar privado de la Palabra que da vida”.
“Ser una casa de puertas abiertas, siguiendo las huellas de Cirilo y Metodio, implica también hoy animarse a ser audaces y creativos para preguntarse cómo se puede traducir de manera concreta a las generaciones más jóvenes el amor que Dios nos tiene”, dijo el Papa, quien pidió no tener miedo para “asumir nuevos desafíos, siempre que busquemos por todos los medios que nuestro pueblo no sea privado de la luz y el consuelo que nace de la amistad con Jesucristo”.
“No nos olvidemos que las páginas más hermosas de la Iglesia fueron escritas cuando el Pueblo de Dios se ponía en camino creativamente, para buscar traducir el amor de Dios en cada momento de la historia, con los desafíos que se iban encontrando”, explicó.
Por último, el Santo Padre hizo esta petición especial: “No se cansen de ser una Iglesia que siga engendrando, que siga engendrando, en medio de las contradicciones, dolores, pobrezas, Iglesia madre que engendra a los hijos que esta tierra necesita hoy en los inicios del siglo XXI, teniendo un oído en el Evangelio y el otro en el corazón de su pueblo”.
Al finalizar, el Santo Padre impartió la bendición “pensando en el papa Juan, quisiera que la bendición que les doy ahora sea una caricia del Señor para cada uno de ustedes. Él había dado esta bendición con el deseo que fuera una caricia, la bendición que impartió a la luz de la luna. Recemos juntos, recemos a la Virgen que es imagen de la Iglesia”.
Posteriormente, viaja en avión hacia Sofía en donde asistirá a un encuentro de la paz junto a los representantes de varias de las confesiones religiosas presentes en Bulgaria.
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