En Belén Dios se hizo pequeño “para ser nuestro alimento” y así el hombre pudiera “renacer en el amor y romper la espiral de la avidez y la codicia”, afirmó el Papa Francisco este 24 de diciembre en la Misa por la Solemnidad de la Natividad del Señor que celebra en la Basílica de San Pedro.
El Santo Padre preside la Misa por la Solemnidad de la Natividad del Señor desde las 9:30 p.m. (hora local), y es concelebrada con cardenales, obispos y sacerdotes. La Eucaristía fue precedida por el canto de la Kalenda, que es el canto del anuncio de Navidad.
Asimismo, un grupo de niños presentó unas ofrendas florales, entre los que estaban dos menores panameños de 6 y 10 años de edad.
En su homilía el Pontífice recordó que Belén significa “casa del pan”. Dios, señaló, “sabe que necesitamos alimentarnos para vivir. Pero sabe también que los alimentos del mundo no sacian el corazón”.
Francisco explicó que con el pecado original “el hombre se convierte en ávido y voraz”, deseoso de acumular cosas como si fuera el sentido de la vida. “Una insaciable codicia atraviesa la historia humana, hasta las paradojas de hoy, cuando unos pocos banquetean espléndidamente y muchos no tienen pan para vivir”, indicó.
Sin embargo, señaló, con su nacimiento en un pesebre en Belén “Dios se hace pequeño para ser nuestro alimento. Nutriéndonos de Él, Pan de Vida, podemos renacer en el amor y romper la espiral de la avidez y la codicia”.
“Ante el pesebre, comprendemos que lo que alimenta la vida no son los bienes, sino el amor; no es la voracidad, sino la caridad; no es la abundancia ostentosa, sino la sencillez que se ha de preservar”, afirmó.
Francisco explicó que desde el pesebre hasta el cenáculo Cristo “se ha ofrecido a nosotros todos los días” y lo sigue haciendo hoy en la Eucaristía, pues “llama a nuestra puerta para entrar y cenar con nosotros”. “En Navidad recibimos en la tierra a Jesús, Pan del cielo: es un alimento que no caduca nunca, sino que nos permite saborear ya desde ahora la vida eterna”, afirmó.
En ese sentido, el Papa invitó a los fieles a preguntarse “¿cuál es el alimento de mi vida, del que no puedo prescindir?, ¿es el Señor o es otro? (…). ¿Necesito verdaderamente tantas cosas, tantas recetas complicadas para vivir? ¿Soy capaz de prescindir de tantos complementos superfluos, para elegir una vida más sencilla?”.
“Jesús es el Pan del camino. No le gustan las digestiones pesadas, largas y sedentarias, sino que nos pide levantarnos rápidamente de la mesa para servir, como panes partidos por los demás. Preguntémonos: En Navidad, ¿parto mi pan con el que no lo tiene?”, preguntó.
Asimismo, el Papa invitó a seguir el ejemplo de los pastores que fueron a adorar al Niño tras el anuncio del ángel, que los llamó a no temer. “Resuena muchas veces en el Evangelio este ‘no temáis’: parece el estribillo de Dios que busca al hombre”, indicó.
Además, los pastores de Belén enseñan “cómo ir al encuentro del Señor. Ellos velan por la noche: no duermen, sino que hacen lo que Jesús tantas veces nos pedirá: velar. Permanecen vigilantes, esperan despiertos en la oscuridad, y Dios ‘los envolvió de claridad’. Esto vale también para nosotros”.
Sin embargo, explicó que al Señor no se le puede esperar “en el sofá, durmiendo”. Recordó que los pastores fueron a la gruta corriendo, “dejan el rebaño sin custodia, se arriesgan por Dios. Y después de haber visto a Jesús, aunque no eran expertos en el hablar, salen a anunciarlo”.
“Esperar despiertos, ir, arriesgar, comunicar la belleza: son gestos de amor. El buen Pastor, que en Navidad viene para dar la vida a las ovejas, en Pascua le preguntará a Pedro, y en él a todos nosotros, la cuestión final: ‘¿Me amas?’. De la respuesta dependerá el futuro del rebaño. Esta noche estamos llamados a responder, a decirle también nosotros: ‘Te amo’. La respuesta de cada uno es esencial para todo el rebaño”, señaló.
Francisco indicó que así como entonces, el camino también “es en subida: se debe superar la cima del egoísmo, es necesario no resbalar en los barrancos de la mundanidad y del consumismo”.
“Quiero llegar a Belén, Señor, porque es allí donde me esperas. Y darme cuenta de que tú, recostado en un pesebre, eres el pan de mi vida”, expresó el Papa.
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