Nació en Alcántara en 1499. Estudió en la Universidad de Salamanca e ingresó a la orden Franciscana, donde fue ordenado sacerdote.
Llegó a ser superior de varios conventos, siendo modelo en el exacto cumplimiento de los reglamentos de la comunidad. Sus predicaciones llevaron a la conversión de muchos. Prefería lo auditorios de gente pobre porque consideraba que eran los que tenían más voluntad de convertirse.
En búsqueda de que los religiosos vivieran más la mortificación, la oración y la meditación, San Pedro de Alcántara fundó la rama franciscana de “estricta observancia” o “Alcantarinos”.
Murió de rodillas y diciendo las palabras del Salmo 121: “¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!".
Entre sus amigos se encontraba San Francisco de Borja y Santa Teresa de Ávila, a quien animaba en las persecuciones e incomprensiones que recibía.
Santa Teresa contó que San Pedro de Alcántara se le apareció después de muerto y le dijo: "Felices sufrimientos y penitencias en la tierra, que me consiguieron tan grandes premios en el cielo".
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