Iglesia busca sanar heridas del genocidio de Ruanda llevando la Palabra de Dios a presos

13 de mayo de 2023 / 2:01 p. m.

Casi tres décadas después del genocidio de Ruanda en el que murieron unas 800.000 personas, las heridas aún están abiertas y aún queda mucho por hacer para lograr el perdón de quienes siguen heridos.

El P. Thegene Ngoboka, director de la Comisión de Justicia y Paz de la Diócesis de Cyangugu, es voluntario en la prisión de Rusizi, donde predica la Palabra a los presos en busca del perdón de las familias de las víctimas del genocidio ocurrido hace 29 años.

En su ministerio carcelario, el P. Ngoboka ha observado que el perdón es un trabajo extremadamente duro ya que algunas familias aún tienen que aceptar su pérdida desde los eventos de 1994.

“Las heridas siguen tiernas, incluso 29 años después. Algunas personas no quieren abrir las heridas cuando empiezan a sanar”, dijo el P. Ngoboka en un informe publicado el 2 de mayo por la fundación pontificia, Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN).

En el informe, ACN recuerda que durante el genocidio, que sacudió al país durante 100 días, Ruanda, el territorio fue “casi transformado en un matadero”.

“Hubo situaciones brutales de violencia étnica. De la violencia hutu contra los tutsis. Hubo alrededor de 1 millón de muertos. Aún hoy, 29 años después, cientos de personas en prisión han sido condenadas por las masacres”, sostuvo ACN.

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Y agregó: “Fueron 100 días de luto. Incluso hoy en día es difícil mirar hacia atrás y recordar lo que pasó. Pero siempre que se mencionan esos tres meses de violencia, se usan palabras como masacre o genocidio”.

La fundación está ejecutando un programa en Ruanda para equipar a los cuidadores pastorales con habilidades para ayudar con el proceso de reconciliación en el país.

En el programa de reconciliación se encuentra el P. Ngoboka, cuyo trabajo, indica la fundación, es fundamental para que el perdón y la reconciliación se hagan realidad.

El sacerdote católico está trabajando contra viento y marea, incluso teniendo que lidiar con “recuerdos extremadamente dolorosos”.

La principal preocupación del P. Ngoboka es preparar a los presos que están terminando su condena, pero que todavía tienen que lidiar con una sociedad que aún no ha sido pacificada, que los mira acusando, juzgando.

“Explico a los internos que es importante y necesario reconciliarse con la comunidad”, señaló el P. Ngoboka, y agregó que la tarea es muy difícil, ya que requiere mucha paciencia y diálogo.

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“Es un proceso de seguimiento de los presos, pero también de la comunidad a la que regresarán y se establecerán, para caminar juntos hacia la reconciliación”, sostuvo.

“En primer lugar, preparamos a los presos haciéndoles conscientes de la necesidad de pedir perdón”, subrayó.

En este delicado proceso, la Iglesia actúa como intermediaria entre los presos y los sobrevivientes, y sus familias.

El P. Ngoboka explica que el proceso de reconciliación implica que los reclusos escriban una carta a todos los que sientan que deben pedir perdón.

Hay un pedido de perdón y también el compromiso de que uno se prepara para vivir en armonía con la comunidad.

La dirección de la prisión autentica las cartas, que luego son entregadas a las familias de los sobrevivientes por sacerdotes o voluntarios de la Comisión de Justicia y Paz.

El proceso propicia un encuentro en prisión entre los familiares de las víctimas y el ahora agresor arrepentido. El P. Ngoboka explica: “Una vez al mes organizamos estas visitas con los servicios sociales de la prisión. Seguimos siendo mediadores y estamos presentes en estas reuniones. Ayudamos con el diálogo. Las emociones son fuertes”.

“Si se otorga y acepta un indulto, tenemos que llevarlo a los miembros de la familia. El perdón debe relacionarse con la familia, tanto la familia del sobreviviente como la familia del prisionero”, explic´p Ngoboka a ACN.

“La fe juega un papel fundamental en el proceso del perdón”, subrayó.

El presbítero señaló que salir de prisión no pone fin al proceso de reconciliación. Salir es solo un paso, acotó.

“Es por eso que comenzamos tres años antes de la liberación. Y después de que se liberan, ese no es el final. Nos comprometemos a acompañarlos durante al menos seis meses, para permitir que los presos y las víctimas superen sus miedos. Organizamos encuentros en torno a la Palabra de Dios, proyectos comunitarios que les permiten trabajar juntos en un campo o en una obra”, relató.

También se alienta a los ex convictos a que se visiten entre sí y viajen juntos a través del proceso de reconciliación.

“La reconciliación no es automática. La confianza se tiene que ganar. Es un largo camino”, detalló el P. Ngoboka. También dijo que si todo va bien, la Iglesia organiza un momento de unidad y reconciliación.

“Los presos son recibidos en la iglesia y oficialmente piden perdón. Confiesan públicamente lo que han hecho y piden perdón”.

En ocasiones, el proceso está plagado de contratiempos cuando las víctimas rechazan el pedido de perdón de los agresores arrepentidos, señala el sacerdote católico, y agrega: “Es necesario respetar el ritmo de cada uno y acompañarlos en este camino”.

“Para que esta reconciliación tenga posibilidades de éxito, la víctima debe estar convencida de la sinceridad de la solicitud de perdón y de que todos los actos cometidos han sido revelados. Algunas víctimas todavía no pueden llorar por sus seres queridos porque no saben dónde están los cuerpos. Están esperando que el verdugo revele la escena de sus crímenes”, dijo el P. Ngoboka.

Y continuó: “De cualquier manera, más difícil o más fácil, nada de esto sería posible sin la ayuda de Dios. El perdón es un milagro, un regalo de Dios. Cuando te enteras de todas las atrocidades cometidas… el perdón es un poder dado por Dios”.

ACN ha empoderado a 120 sacerdotes, mujeres y hombres religiosos en Ruanda con habilidades para ayudarlos a comprender el trauma mientras viajan con prisioneros y víctimas del genocidio de Ruanda.

Los cuidadores pastorales también han sido equipados con técnicas de escucha activa y apoyo psicoespiritual para la resiliencia comunitaria.

Traducido y adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente en ACI África.

 

 

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