En la Audiencia General de este miércoles, el Papa Francisco continuó con su catequesis sobre el discernimiento, centrándose esta vez en la importancia del “deseo” de alcanzar aquello que Dios quiere de nuestra vida.
Ante los miles de fieles presentes en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco explicó que este “deseo” no solamente se trata del deseo del momento, sino que “sabe tocar profundamente las cuerdas de nuestro ser, por lo que no se apaga ante las dificultades o contratiempos”
Además, aseguró que “los obstáculos y los fracasos no ahogan el auténtico deseo, al contrario, lo hacen aún más vivo en nosotros”.
Defendió que aquel que no desea “está enfermo o muerto” y recordó la frase “más importante que ser bueno es tener el deseo de llegar a serlo”.
“Llama la atención que Jesús, antes de realizar un milagro, suele interrogar a la persona sobre su deseo. Y a veces esta pregunta parece fuera de lugar”, señaló a continuación.
Para el Papa Francisco, “al dialogar con el Señor, aprendemos a entender lo que realmente queremos de nuestra vida”.
“A menudo, es precisamente el deseo lo que marca la diferencia entre un proyecto exitoso, coherente y duradero, y los miles de deseos y buenas intenciones con los que, como se dice, ‘está empedrado el infierno’, aseguró.
“La época en la que vivimos parece favorecer la máxima libertad de elección, pero al mismo tiempo atrofia el deseo, reducido en su mayoría al deseo del momento”, lamentó.
En esta línea, habló de los jóvenes “que buscan y miran en el teléfono. Pero, ¿tú te has parado a pensar? No puedes crecer así, si vives en el momento, eres saciado en el momento”, aseguró.
“Nos bombardean con mil propuestas, proyectos, posibilidades, que corren el riesgo de distraernos y no permitirnos evaluar con calma lo que realmente queremos”, explicó el Santo Padre.
“Muchas personas sufren porque no saben lo que quieren de su vida; probablemente nunca han entrado en contacto con su deseo más profundo. De ahí el riesgo de pasar la existencia entre intentos y expedientes de diversa índole, sin llegar nunca a ninguna parte, y desperdiciando preciosas oportunidades”, añadió.
Además, defendió que “Es un veneno para el alma, es un veneno para la vida, no hacer crecer el deseo de ir hacia adelante. Hay que estar atentos con los lamentos. Hoy todos se lamentan, los hijos de los padres, el sacerdote del obispo…estén atentos ante las quejas que son casi un pecado”.
Por último, el Papa invitó a los presentes a pensar qué responderían si el Señor les hiciera hoy la pregunta que le hizo al ciego de Jericó: “¿Qué quieres que haga por ti?”.
“Tal vez, podríamos finalmente pedirle que nos ayude a conocer el profundo deseo de Él, que Dios mismo ha puesto en nuestros corazones. Y danos la fuerza para realizarlo. Es una gracia inmensa, la base de todas las demás: dejar que el Señor, como en el Evangelio, haga milagros por nosotros”, concluyó.
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