Este domingo, el Papa Francisco llamó a los fieles a ser constantes en la oración para fortalecer la fe, y recomendó a quienes dicen que no tienen tiempo para rezar, recurrir a una práctica casi olvidada pero conocida por las abuelas: las llamadas jaculatorias.
Antes del rezo del Ángelus dominical, el Santo Padre reflexionó sobre la parte del final del Evangelio del día, en el que Jesús pregunta: “Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?”.
“Es una pregunta seria. Imaginemos que el Señor llega hoy a la tierra: vería, lamentablemente, muchas guerras, mucha pobreza, muchas desigualdades, y al mismo tiempo grandes conquistas de la técnica, medios modernos”, señaló a los 20 mil fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.
También encontraría “gente que va siempre deprisa, sin detenerse nunca; ¿pero encontraría quien le dedique tiempo y afecto, quien lo ponga en el primer lugar? Y sobre todo preguntémonos: ¿qué encontraría en mí, si el Señor hoy viniera, qué encontraría en mí, en mi vida, en mi corazón? ¿Qué prioridades de mi vida vería?”, cuestionó el Papa Francisco.
El Pontífice dijo que a menudo “nos concentramos sobre muchas cosas urgentes, pero no necesarias, nos ocupamos y nos preocupamos de muchas realidades secundarias; y quizá, sin darnos cuenta, descuidamos lo que más cuenta y dejamos que nuestro amor por Dios se vaya enfriando, se enfríe poco a poco”.
“Hoy Jesús nos ofrece el remedio para calentar una fe tibia. ¿Y cuál es el remedio? La oración. La oración es la medicina de la fe, el reconstituyente del alma. Pero es necesario que sea una oración constante”, como cuando se toman los medicamentos para tener una mejor salud física.
“Pensemos en una planta que tenemos en casa: tenemos que nutrirla con constancia cada día, ¡no podemos empaparla y después dejarla sin agua durante semanas! Con mayor razón para la oración: no se puede vivir solo de momentos fuertes o de encuentros intensos de vez en cuando para después ‘entrar en letargo’””, señaló el Papa Francisco.
“Nuestra fe se secará. Necesita el agua cotidiana de la oración, necesita de un tiempo dedicado a Dios, de forma que Él pueda entrar en nuestro tiempo, en nuestra historia; de momentos constantes en los que abrimos el corazón, para que Él pueda derramar en nosotros cada día amor, paz, gloria, fuerza, esperanza; es decir nutrir nuestra fe”, afirmó.
El Pontífice recordó que Cristo llama a todos a “orar siempre sin desfallecer”. Sin embargo, “alguno podría objetar: ‘¿Pero yo cómo hago? ¡No vivo en un convento, no tengo tiempo para rezar!’”.
Francisco indicó que ante esta dificultad que es real, puede ayudar “una sabia práctica espiritual, que hoy está un poco olvidada, que nuestros mayores conocen bien, especialmente las abuelas: la de las llamadas jaculatorias”.
“El nombre está algo en desuso, pero la sustancia es buena. ¿De qué se trata? De oraciones muy breves, fáciles de memorizar, que podemos repetir a menudo durante el día, durante las diversas actividades, para estar ‘en sintonía’ con el Señor”, afirmó.
Luego añadió: “Hagamos algún ejemplo. Nada más levantarnos podemos decir: ‘Señor, te doy las gracias y te ofrezco este día’; esta es una pequeña oración; después, antes de una actividad, podemos repetir: ‘Ven, Espíritu Santo’; y entre una cosa y la otra rezar así: ‘Jesús, confío en ti, Jesús, te amo’”.
El Papa Francisco indicó que son “pequeñas oraciones pero que nos mantienen en contacto con el Señor”.
“¡Cuántas veces mandamos ‘mensajes’ a las personas a las que queremos! Hagámoslo también con el Señor, para que el corazón permanezca conectado a Él. Y no nos olvidemos de leer sus respuestas. El Señor responde, siempre. ¿Dónde las encontramos? En el Evangelio”, afirmó.
Por ello, el Papa Francisco reiteró su recomendación a tener el Evangelio “siempre a mano y abrir cada día algunas veces, para recibir una Palabra de vida dirigida a nosotros”.
“La Virgen María, fiel en la escucha, nos enseñe el arte de rezar siempre, sin cansarnos”, concluyó el Pontífice.
Publicar un comentario