Hoy, 1 de diciembre, se celebra al Beato Charles de Foucauld (1858-1916), eremita y místico francés, inspirador de numerosos movimientos y corrientes espirituales contemporáneas, ejemplo de tenacidad en la búsqueda espiritual y de desprendimiento de las seguridades del mundo.
“La fe es incompatible con el orgullo, con la vanagloria, con el deseo de la estima de los hombres. Para creer, es necesario humillarse”, escribió alguna vez Foucauld, dejando en claro cuál era el norte de su existencia.
Charles buscó ante todo al Señor, y lo hizo en medio de un mundo que empezaba a construirse no solo sin Dios, sino contra Él. Prueba de ello fue su itinerario: perteneció a la nobleza francesa, se convirtió en militar, aventurero y, tras encontrarse con Dios, abandonó la vida disoluta y se convirtió en un auténtico místico de los tiempos modernos, en un verdadero hombre de Dios.
Charles de Foucauld nació en Estrasburgo, Francia, en el seno de una familia aristocrática, en 1858. A los seis años quedó huérfano, luego de que su madre muriera dando a luz y su padre muriera de tuberculosis al poco tiempo. Junto con su hermana, quedó a cargo de uno de sus abuelos. Se educó en los colegios jesuitas de Nancy, primero, y, luego, en el de París.
Ingresó al servicio militar en 1876, pero fue dado de baja por mala conducta unos años después, cuando se encontraba en Argelia. Sin embargo, volvió al ejército a causa de una revuelta en el país africano. Cuando todo acabó, renunció al ejército y en 1882 inició una expedición por Marruecos. Convertido en explorador, empezó a aprender árabe y hebreo. Durante su travesía se hizo pasar por judío, mientras se dedicaba a registrar el paisaje marroquí -tanto en su humanidad como en su geografía-. Recorrió inhóspitos lugares de Argelia y Túnez, y describió culturas y costumbres. Por este singular trabajo, Foucauld recibió la medalla de oro de la Sociedad Francesa de Geografía.
Un largo viaje interior
En 1886, Charles tuvo una experiencia profunda de conversión. Todo empezó cuando se percató de la entrega y el fervor con el que vivían su fe los musulmanes. En cambio, para él la religión siempre había estado en la periferia de sus intereses, y de plano le parecía repulsiva la idea de un Dios creador.
Con la ayuda de un sacerdote, el P. Huvelin, Charles empezó a conocer la verdadera esencia del cristianismo y a ver que su vida carecía de lo que más anhelaba. Abriendo su corazón al Señor, hizo una sincera confesión de vida y optó por una vida más austera. Foucauld empezó así a darse cuenta del sufrimiento de muchos, cosa que lo cuestionaba profundamente, mientras solo encontraba sentido y consuelo en la oración. Escandalizado ante los horrores de la esclavitud, que se seguía practicando sin restricción, empezó a sentir rechazo por las comodidades y sucedáneos que la sociedad ofrece. Por solidaridad con los que nada tenían, comenzó a dormir en el suelo y renunció a vivir con holgura.
Después de peregrinar a Tierra Santa con la intención de seguir los pasos de Jesús, Foucauld ingresó al monasterio Notre Dames-des-Neiges y se hizo monje trapense, tomando el nombre de Marie-Alberic. Fue enviado al Monasterio de Akbes en Siria y luego se instaló en Roma, donde empezó a estudiar. Sin embargo, optó por dejar la Trapa, ya que los pueblos del norte de África, con los que había vivido, estaban constantemente en sus pensamientos. Tiempo después, volvió como peregrino a Tierra Santa -donde permaneció unos años- para luego retornar a Francia. Tras retomar los estudios de teología, fue ordenado en 1901.
Una espiritualidad del desierto
Ya como sacerdote, se fue a vivir cerca de Marruecos con la intención de anunciar el Evangelio. Lo hizo con especial entrega entre los Tuaregs. Escribió varios libros sobre aquel pueblo y tradujo los Evangelios a su lengua. También incursionó en la lexicografía, escribiendo el primer diccionario tuareg-francés. Charles se estableció en el corazón del desierto del Sahara en Tamanrasset (Hoggar, Argelia), abrazando el estilo de vida eremita y la mística.
En 1909 fundó la Unión de Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón, teniendo en mente la evangelización de las colonias francesas de África. Sin embargo, nadie perseveró en el proyecto. Entonces, los bereberes, etnia del norte de África, se convirtieron en su nueva familia, en su nuevo mundo. Muchos de ellos reconocían en Charles a un verdadero amigo y gracias a él cambiaron mucho su visión de los franceses y los extranjeros.
Lamentablemente, el 1 de diciembre de 1916, el Beato Charles de Foucauld fue asesinado en la puerta de su ermita, de un disparo de fusil, en medio de un confuso incidente durante una de las tantas revueltas antifrancesas de los bereberes de Hoggar. “Creo necesario morir como mártir, despojado de todo, tendido en el suelo, desnudo, cubierto de heridas y de sangre, de forma violenta y con una muerte dolorosa”. Con estas duras palabras el Beato había prefigurado, sin saberlo, su cercano final.
Diez congregaciones religiosas y ocho asociaciones espirituales han sido inspiradas por su testimonio y carisma.
Charles de Foucauld fue beatificado por el Papa Benedicto XVI en 2005 y su memoria se celebra cada 1 de diciembre. Será canonizado el 15 de mayo de 2022.
Más información en: https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=678
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